domingo, 3 de marzo de 2019

Frédéric Martel : “Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano”


Uno descarga este libro para aclarar sus ideas sobre algo que la propia Iglesia Católica ha erigido como su gran problema. Y lo lee sin prejuicios, pero sin echar a la basura las ideas propias que, acertadas o equivocadas, pueda tener. O sea: su lectura pretende tener una función catalizadora.
Comencemos como siempre por referirnos al autor: Frédéric Martel es un escritor y periodista francés. Entre sus muchas colaboraciones y sus escritos a temas relacionados con la sociología, adquirió fama por sus estudios sobre la homosexualidad en Francia y, más tarde, por la publicación de este libro que, curiosamente, se llevó a cabo simultáneamente en ocho lenguas. Martel es funcionario y ha estado siempre próximo a los medios universitarios y oficiales. Políticamente se alinea nítidamente en la izquierda y ha proclamado abiertamente su homosexualidad. Estos dos últimos datos ya permiten imaginar la orientación básica del libro. Así se referirá de manera constante al Vaticano, sin la menor referencia a la Iglesia, pese a ser conceptos perfectamente diferenciables. De forma un tanto maniquea divide a la curia y a la organización de ella dependiente entre homófobos o homófilos. Los primeros representarán para él el más penoso conservadurismo, en tanto que los segundos despertarán en el autor un claro trato favorable, o amistoso como suele ser el término “friendly” frecuentemente presente en su obra.
En realidad, bajo la palabra Sodoma (que directamente alude a la homosexualidad en el lenguaje común) aborda una serie de problemas un tanto complejos que unicamente tienen de común el referirse al sexo o, más exactamente, a la orientación sexual y su plasmación en el comportamiento de las personas. Aunque a Martel le importa más la existencia de auténticos lobbies homosexuales en el Vaticano. Mi acercamiento al libro lo han provocado, sin embargo, las intensas actuaciones que se están desarrollando en estos días en relación con la existencia de abusos de menores por curas, obispos y curiales. Lo que inicialmente parecía unicamente una fase más de los ataques a la iglesia católica, adquiere un aire especial cuando Bergoglio convoca a cardenales y obispos y pide perdón por los abusos sexuales cometidos. Definitivamente algo parece oler a podrido en Dinamarca.
La mirada a estos abusos unicamente se materializa en la última parte del libro; lo que se centraba unicamente en la apreciación del lobby homosexual del Vaticano pasa a fijarse en los abusos sexuales partiendo de un hecho cierto: estos abusos atentan contra personas concretas a las que se produce un daño cierto. Pero, aun dejándolas a un lado, Martel se preocupa de dos cosas: la existencia de un lobby con su evidente influencia y la práctica de actos homosexuales. Ambos hechos tienen una base común y la abundancia de personas con orientaciones homosexuales en el clero trata de explicarse por el hecho de que la carrera eclesiástica ocultaba esas orientaciones con la cobertura prestada por el celibato obligatorio. Añado que, históricamente, habría que añadir la huida de la pobreza y la búsqueda de la educación y la posición social. Tiempos aun cercanos en los que cantábamos con entusiasmo juvenil: “En casa del señor cura solo tienen una cama, si en la cama duerme el cura, dónde coño duerme el ama”. Martel ignora esa mala conducta heterosexual, por la vía de no ocuparse de ella, y pese a que alude ocasionalmente a su existencia.
La andadura del libro comienza por referirse, como figura ejemplar, a Francisco Lepore, que dejó de ser sacerdote al salir, o para salir, del famoso armario. La ejemplaridad radica en que en aquella ocasión Lepore recibió la llamada de Bergoglio, “miserando”. Costumbre que no siguió en posteriores situaciones similares. A partir de eso, describe la “Domus Sanctae Marthe”, o sea la famosa Casa de Santa Marta, “moderna, impersonal e insustancial” con cinco plantas y 120 habitaciones. Martel no duda en compararla a “un motel cualquiera de los suburbios de Atlanta o de Houston”.
Se intercalan conversaciones con el cardenal Burke. Es curioso como su afín Harnwell le aclara la diferencia dentro de la derecha curial, de los tradicionalistas (que rechazan el Vaticano II) y los conservadores (que lo aceptan). Son muy extensas las descripciones de las conversaciones que Martel mantuvo con Harnwell. Quizá iluminen esa complejidad esta pregunta de Martel: “¿Por qué hay tantos homosexuales aquí en el Vaticano entre los cardenales más conservadores y más tradicionalistas?”, y una afirmación de Harnwell: “Si no hay acto, no hay pecado. Por otro lado, si no hay elección, tampoco hay pecado”. Ahí queda reflejado ese desequilibrado tablero en que juegan: político el primero (que termina refiriéndose a Marine Le Pen y a Trump) y religioso el segundo (distinguiendo a los homosexuales practicantes a los que no lo son). Digamos que todo ello conduce a la parte más sesgada y tediosa del libro, simple acumulación de entrevistas, comidas, cenas y descripciones de majestuosas mansiones. Excesivas para ser reales y siempre realizadas por personas relacionadas con la curia o la orden sacerdotal que, o son homosexuales confesos, o son lo que Martel llama homófobos, lo que a su juicio evidencia su tendencia homosexual no confesada y siempre de derechas. La cosa recuerda al título de una película de Berlanga que ahora sería: “Todos maricones”
Martel dedica una atención que podía calificarse de desmedida a la figura de Jacques Maritain, filósofo católico que ocupó gran parte de la atención de los escritores de medidos del siglo XX. La obra de Maritain es muy extensa (sus obras completas ocupan unos 26 volúmenes) y en ella se advierte una atención a numerosos temas, la mayor parte de ellos políticos (fue opositor de Petain). Sobre él, Martel: primero, afirma que ejerció una enorme influencia en el papado desde Pablo VI; le asigna la condición de homosexual reprimido, aunque sin aportar pruebas concluyentes; por fin le endosa una serie de derrotas intelectuales frente a los escritores homosexuales con los que mantuvo correspondencia: Jean Cocteau, André Gide, Julien Green y Maurice Sachs. Como más tarde Ratzinger, Maritain propone la vía de la castidad. Pero Martel busca la clave en una peculiar correspondencia suya a los 16 años con un compañero de estudios. Martel ignora una vez más que, a partir de 1948, el informe Kinsey sobre el comportamiento sexual del hombre se admite la existencia de un amplio deslizamiento entre la total heterosexualidad y la plena homosexualidad.
El libro continúa relacionando los escándalos que rodearon los papados de Pablo VI y Sn Juan Pablo II. No deja realmente títere con cabeza. Así dice: “entre los allegados de Juan Pablo II había pocos prelados heterosexuales, y castos aún menos”. Los juicios carentes de pruebas y las generalizaciones sin nombres son continuas.
El foco se centra ahora en Ratzinger, o sea Benedicto XVI. Que a mi juicio es injustamente vapuleado. Hay varias partes en las que el libro se refiere a él. La primera es, digamos, elogiosa: Ratzinger es un auténtico teólogo, un sabio. La segunda cambia el enfoque: se recuerda una curiosa proximidad al nazismo en su juventud. La tercera, centra en él sus sospechas de ser homosexual; no hay argumentos sólidos ni pruebas concretas, todo se basa en que su secretario es “guapo”. La tesis que mantiene Martel es que sospechoso como era, para Martel, de homosexual eligió el camino de la represión, de la continencia, de la castidad. Y la predicó hacia los homosexuales. Pero el hecho cierto es que a manos de Benedicto XVI llegó el famoso informe en el que se reflejaban las corruptelas de la curia. Y dicen que lloró. Trató de dominar la situación. Sobrevenían los enfrentamientos entre Bertone y Sodano.  Estalla el Vatileak I. Tras luchar, Benedicto XVI dimite. Luego llegarán los llamados Vatileak II y III. Sintiendose impotente, dimitió.
Y llega también “desde allí” un papa argentino y jesuita, Bergoglio. Este papa ocupa páginas y páginas. Se le presenta como un salvador de una iglesia caduca. Sin entrar en su calificación como peronista, se ahonda en su declarado interés en superar la vieja lucha de clases marxista, sustituyéndola por la nueva estructuración de la sociedad sobre la oposición entre ricos y pobres. Una tergiversación de la doctrina cristiana que nunca recurrió esa distinción y que se extiende a los aspectos de los presuntamente perseguidos: homosexuales, lesbianas, mujeres, animales, naturaleza, minorías de toda clase, emigrantes… Todo enlaza con la condenada teología de la liberación. La llegada de Bergoglio supone la llegada de una persona autoritaria, testaruda, localista, creyente en ser quien cambie el mundo (y a este paso lo cambiará), que abrirá nuevos caminos. La Iglesia no será ya de las personas, sino sólo de los pobres y para los pobres. El libro destaca las maniobras a las que recurre para ello; en especial los sínodos manipulados, las intervenciones verbales en aviones, el lanzamiento globos sonda… Todo crea y el libro lo reconoce y enfatiza una auténtica división en la Iglesia. La homofilia y la homofobia serán solamente una excusa para evidenciarla, extendiéndola además a conservadurismo y progresismo, a derecha e izquierda. Bergoglio cumple su papel de reforzar esa división apoyando las nuevas acciones emprendidas por el pensamiento postmarxista de la izquierda: feminismo radical, animalismo, emigración, anticapitalismo, diversidad, ecologismo, multiculturalidad. Pero lo hace en su calidad papal y poseído de una mezcla de adanismo y misión histórica de cambio.
Estamos ante un libro claramente sesgado y, por ello, borroso. Mantiene la existencia de ámbitos homosexuales en el Vaticano, cosa no discutible como no lo es en ámbitos distintos. Pero saltar de ello a su actuación como lobby es algo que no desmiente, sino que afirma, basándolo únicamente en la existencia de una tendencia conservadora y otra revolucionaria. ¿Está Martel aprovechando también palabras aisladas de Bergoglio, o de Spadaro, el jesuita que le inspira? “¿Quién soy yo para juzgar?
“Sodoma, Poder y escándalo en el Vaticano” es un libro escrito por Frederic Martel y publicado en España por Roca Editorial.


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