jueves, 14 de marzo de 2019

Javier Cavanilles y Francisco Máñez : ”Las Caras de Bélmez. ¿Fue un fraude el mayor misterio paranormal de la historia de España?”


         Hace unos días descargué en mi e-book un libro sobre las famosas caras de Bélmez. Un tema de hace unos 50 años que viví y que ocupó y preocupó a los medios de comunicación y a sus videntes, oyentes y lectores. Fue algo que realmente atrajo a la atención de lo que se llama público. Hace 50 años. Ello obliga, por un simpe respeto a los que tienen no los han vivido, a recordar lo que fueron las caras de Bélmez.
Allá por los 70 del siglo pasado, saltó la noticia de que, en una humilde cocina de una no menos humilde casa del pueblo jienense llamado Bélmez de la Moraleda, aparecían de pronto caras un tanto toscas que normalmente desaparecían después, sin que se conocieron las causas de esas apariciones ni de esas desapariciones. La mujer, ya mayor, que habitaba aquella casa era María Gómez Cámara, segunda esposa de Juan Pereira, había visto aparecer en el suelo de su cocina una extraña cara ante la cual, al parecer, comenzó a llorar el nieto que llevaba en brazos.  La extrañeza de estos hechos motivó que se precipitaran sobre ellos, tras los medios de comunicación que lo pusieron en órbita, autoridades civiles, jerarquías eclesiásticas, medios de comunicación, sabios, parapsicólogos… de todo. Luego se hizo la calma, interrumpida de cuando en cuando por nuevas investigaciones. ¿Ha pasado todo? Se diría que lo único que ha pasado es la actualidad de la noticia, el conocimiento general de los hechos, el simple interés en ese tipo de hechos.
¿Aporta algo este libro? Uno esperaba de él algún tipo de seriedad, de análisis sereno de los hechos. Una esperanza que desaparece muy pronto cuando el primero de sus capítulos termina con esta alusión a su gestación y a sus autores: “En octubre de 2004, Francisco Máñez, parapsicólogo retirado, publica en su ignota página web (editorialbitacora.com) un artículo en el que asegura haber descubierto, investigando en el garaje de su casa, que las nuevas caras habían sido pintadas por los investigadores de la SEIP. No le creen ni los más escépticos y Máñez recula. Eso no impidió que un periodista con ansias de notoriedad y que nunca había pisado Bélmez de la Moraleda, Javier Cavanilles, se hiciera eco de las acusaciones de Máñez en un artículo en el que aseguraba que el fraude contaba con el apoyo del Ayuntamiento y tenía como objetivo potenciar el turismo. Luego, con la ayuda de unos amigos igualmente cualificados para opinar sobre el tema, descubrieron que todo lo que se había dicho y escrito hasta la fecha sobre el tema también era mentira. Y el parapsicólogo retirado y el periodista con ansias de notoriedad (con la ayuda de unos amigos igualmente cualificados para opinar sobre el tema), decidieron escribir un libro”. Los citados, Máñez y Cavanilles son los autores del libro.
La sorpresa que produce este párrafo se confirma cuando vamos al llamado preámbulo del libro, hecho por un gracioso que se considera humorista y que termina así: “… el motivo principal por el que me creo este libro y a sus autores es que Francisco Máñez y Javier Cavanilles no ocultan que a parte [sic] de una licenciatura en periodismo, Dios sabe por qué métodos conseguida, y un doctorado en kung-fu por la Universidad de Disneylandia, lo único que les permite hablar con propiedad de estos temas esotéricos es una cualidad que comparten con la mayoría de los protagonistas de estas páginas y con el abajo firmante, y no es otra que la de tener, como las de Bélmez, mucha cara.” Eso, mucha cara es lo único que puedo decir de los autores.
El recorrido del libro se va a convertir así en un recorrido por una basura. Pero se va a recorrer. Marginalmente expondré mis propias ideas. Una de las cuales es la dificultad de distinguir lo paranormal del fraude. Los autores en su libro se preocupan en aducir posibles motivaciones del fraude, aunque sin aportar razones firmes para esas conclusiones, al mismo tiempo que se limitan a negar de un fenómeno paranormal por el simple hecho de haber expuesto esas posibles causas. Se recoge así la pequeña conmoción que, en el pueblo y su alfoz, produjeron estas apariciones. A la que un hijo de María intentó poner fin destruyendo la imagen con un pico y echando encima una capa de cemento. El 9 de septiembre vuelve a aparecer la cara y ahora es el alcalde quien envía un albañil para que cave un foso de metro y medio de ancho por tres de hondo y busque la causa del fenómeno. Lo hizo y encontró varios huesos, aunque ningún cráneo. Eran huesos infantiles y se dataron unos 160 años de antigüedad. Y el 16 de septiembre vuelve a aparecer la misteriosa cara. Era la tercera “Pava” nombre como se las conocía. La primera estaba destruida; la segunda se conserva; la tercera hizo de Bélmez un centro de peregrinación. Nadie creía que se tratara de un fraude.
La prensa local de la región ya se había hecho eco de los hechos, pero lo que creó el nuevo tratamiento de las caras fue la publicación del caso en el periódico “Pueblo” el 31 de enero de 1972. Aquí Cavanilles se recrea pintando la lucha entablada por el gobernador civil y el obispo, inspirados e impulsados por Franco y su mujer. Crea y cuenta una continua “conspiración”, lo que no es sino el tema exclusivo de su blog. Es cuando aparece en escena Argumosa, máxima autoridad en paranormalidad. Y éste proclama: “Aquì no hay fraude”. Se agregan las psicofonías. Pero “Pueblo”, los días 22 y 25 de febrero, proclama el fraude: todo se hace con nitrato de plata. Algo que en abril confirma la Comisión Erinadi presidida por Jordán Peña. Y el silencio se hace en España. Los medios de comunicación dejan de dar noticias y la gente se ocupa de otras cuestiones.
Los parapsicólogos continuaron, sin embargo, analizando los hechos. Germán Argumosa y Hans Bender realizaron dos veces un curioso experimento con intervención notarial: “precintar la habitación y esperar a ver qué pasaba”. Y las caras siguieron apareciendo, modificándose y desapareciéndose. Otros presuntos expertos seguían manteniendo, como “Pueblo” la idea del fraude. Juan José Alonso, investigador del CSIS “llegó a la curiosa conclusión de que la cara no era otra cosa que la huella que dejó un zapato del 39 durante el proceso de fraguado del cemento”.
El 1991, el famoso Padre Pilón lleva a cabo una nueva investigación: “tampoco detectó la presencia de nada que hiciera pensar en un fraude”. En 1996. Jiménez del Oso inaugura la revista Enigma y estudia el misterio de las caras. Iker Jiménez y Lorenzo Fernández logran el acta notarial del experimento de Argumosa y Bender. El libro se dedica a describir la que llama “Operación Tridente” de forma detallada. En 2002 Pedro Amorós, otro parapsicólogo notable, pone en marcha la operación Génesis que atribuye la continuada aparición de caras (se estima que dieron ser unas quinientas) a cuatro factores: “la humedad en el subsuelo de la casa, la salud de María Gómez Cámara, su estado de ánimo y la afluencia de público a la casa”. En 2004, María muere y las caras siguen apareciendo.
La aparición de las caras en otra vivienda de un familiar de los Pereira, las llamadas “caras nuevas”, va a abrir un escenario distinto que se superpone al primero. Las caras antiguas ceden el paso a las antiguas. Es algo que el libro no destaca, pero que marca su sentido. Va a comenzar una etapa nueva de la investigación sobre las caras nuevas y con ella una pugna ridícula entre partidarios del fraude y de lo parapsicológico. Una discusión que huele a alcoba sin ventilar y a la que los autores van a dedicar casi la mitad del libro. Aparece una pugna, plagada de desprecios y términos insultantes, en donde especialmente todo se vuelca en la figura de Pedro Amorós (de quien, por cierto, he comentado otro libro en este blog). Sinceramente hay que proclamar que no nos interesan en absoluto esas discrepancias que realmente hunden el libro, un libro que no es sino una venganza derivada de una discusión de la que no nos sentimos partícipes.
Gran parte de lo que se expone está destinado a mostrar las posibles motivaciones que podían sugerir un fraude. Un cajón de sastre donde motivan todas las posibilidades: el sentido religioso reinante en la región, el espiritismo arraigado de la zona, el afán económico de los Pereira, el del propio municipio… Junto a ello se critican las posibles explicaciones del fenómeno como paranormal: antiguas mancebías, sacrificios humanos de niños, viejos enterramientos, resonancias del sitio del santuario de Santa María de la Cabeza, almas en pena… A la propia María se la atribuyen desequilibrios mentales que datan de su infancia.
Se echa en falta la consideración de lo que puede considerarse como paranormal. Muy simplistamente puede ofrecerse la idea de que la paranormalidad surge cuando un fenómeno no es susceptible de ser explicado científicamente y que, al mismo tiempo, no pueda ser considerado fenómeno natural. Ambas circunstancias concurren en las caras de Bélmez, que, además pertenecen a la categoría de los fenómenos “de efectos físicos”, distinta de los “de conocimiento”. Por fin hay algo que confiere a las caras de Bélmez un interés especial: el hecho de repetirse en el tiempo y variar, sin limitarse a un hecho concreto y puntual. Pues bien, aun partiendo de este simple concepto, se ve claramente ante un fenómeno tan extraño como las caras de Bélmez, la negación de lo paranormal únicamente puede ser realizada explicándolo científicamente. Los parapsicólogos cuentan en su favor con esta especial carga de la prueba, aunque previamente deban demostrar el carácter no natural del fenómeno analizado, lo cual es relativamente fácil.
El libro simplemente repite que las caras tuvieron que ser dibujadas por alguien. Pero mantienen en segundo plano un hecho cierto: cuando muere María, comienzan a aparecer las llamadas “nuevas caras” en un cuarto piso de una vivienda en donde nació María y vivió hasta los 20 años y donde ahora vive una pariente suya. Allí descubrirá Máñez un fraude. Surgirá una absurda tensión entre los que defienden esas ideas o mantiene el misterio. Algo repleto de desprecios, insultos, y hasta pleitos. Y el lector esperaba que le hablasen seriamente de las caras de Bélmez. Algo extraño al que la ciencia no parece haber dado explicación. Un libro innecesario por ello, lleno de excesos y escaso de información. Una lucha a la que somos ajenos.

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