¿Hay que
presentar a Federico, así, a secas? ¿No es suficiente ser ángel exterminador
para media España y diablo con rabo para la otra media como para tener que
decir de quién hablamos? En cualquier caso, nadie podrá poner en duda de que se
trata de una de las personalidades más destacables de la España reciente. Hace
uso al límite de la libertad de expresión para comunicar lo que siente, sin más
limitaciones que sus propios sentimientos y valores. Y al mismo tiempo es una de
las personas a las que hay que hay que reconocer mayor acervo de conocimientos
y ello, para desconcierto general, en los campos más dispares.
Militó durante
el franquismo en el maoísta “Bandera Roja” y el PSUC comunista, y en la Transición,
en el Partido Socialista de Aragón y en el de Andalucía. De su evolución son
testimonio las publicaciones en las que ha ido colaborando como escritor, columnista,
contertulio o comentarista: inicialmente en el “El viejo topo” y “Ajoblanco”. Más
tarde, y sucesivamente, con ”El País”, “Diario 16”, “Cambio 16”, “ABC”, “Antena
3”, la “COPE” y “Es Radio”. Imposible otra trayectoria más clara.
“Memoria del
comunismo” en un grueso libro en donde expone con claridad su rotunda oposición
de comunismo, un comunismo en el que militó en sus años catalanes con carné del
PSUC y del que desertó al conocer su real sentido. Es admirable cómo refleja su
pérdida de la fe en el comunismo a través de una mirada de una muchacha en un
campo de concentraciòn de la China comunista. Con ello afirmará que sólo puede
conocer realmente lo que significa el comunismo quien ha estado dentro de él.
El resultado es
que el libro ofrece, al mismo tiempo que una documentada crítica del comunismo
y sus resultados, un auténtico destape de Jiménez Losantos en el que nos cuenta
sus secretos de infancia, sus anclajes familiares, sus equivocaciones, la
pérdida de la fe, las esperanzadas baldías, la lucha diaria y su última vocación
apostólica en la defensa de la libertad. Porque en el fondo de todo se advierte
y se respira libertad. Una libertad que conduce a una confesión que libera y a
una expresión que trata de liberar a los demás.
De antiguo me
sorprendieron, leyendo algunos de sus primeros escritos, las alabanzas que
dirigía a Manuel Azaña. Siempre fue algo que no comprendí bien habiendo leído
parte de las memorias, no todas, del político alcalaíno. Ahora, cuando en el
libro confiesa sus errores en aquellos momentos, la figura de Jiménez Losantos
cobra una coherencia que antes, con sinceridad, se echaba en falta. La
capacidad de corregir, repetiremos siempre, enaltece al individuo.
La obra se
articula en una serie de capítulos que no pretenden recorrer la historia del
comunismo sino detenerse en determinados momentos en los que se pone
especialmente de relieve su catadura o en los que las experiencias personales
de Jiménez Losantos pueden arrojar una especial claridad.
Entre los
primeros destaca la atención prestada la figura de Lenin, destacando la forma espuria
con la que llegó al poder (no derribó una tiranía, sino un régimen ya democrático
como el de Kerensky), despertando inicialmente la protesta de la propia
izquierda (la francesa es a la que especialmente se refiere y detesta) para luego ser
objeto de relatos tan tendenciosos como falsos, muchas veces faltos de
información.
La presencia de los comunistas en las convulsiones
que sacudieron España a partir de la instauración de la república es el segundo
aspecto en que se enfrasca Jiménez Losantos. No es ya la figura de Lenin, sino
la de Stalin, la que maneja los hilos. Se contrapone siempre la revolución rusa
en la que triunfó el comunismo frente a la española en la que fracasó. Quizá lo
más destacable es la forma en que presenta la figura oscura del socialista
Largo Caballero, el “Lenin español”.
Son objeto de
un detenido análisis lo que sucedió durante la guerra civil en Cataluña, destacando
tanto la figura de Orwell y sus narraciones sobre la situación y el “turismo revolucionario”,
como la siniestra trayectoria de Companys, hoy magnificada, como dirigente del
terror en aquellos momentos, con especial fijación en la obsesión
antirreligiosa. Otro tanto sucede con el PNV, aunque en ese caso se llegara a hablar
de un “Gibraltar vaticanista”, por la convivencia del separatismo con el catolicismo.
Ya a nivel nacional, Negrín es la figura sobre la que se centra la atención del
libro, que añade, por estar relacionado, la referencia a los robos de bienes
culturales.
Característica
de todos estos comentarios es la abundancia de referencias y citas, lo que permite
la ampliación en otros textos de la información que se proporciona aquí al
lector.
“El campesino”,
sobrenombre de Valentín González, es otra de las figuras a la que se presta una
atención especial. Relativa, porque dedica gran parte de lo relacionado con él
a destacar tanto el papel del anarquismo en España como el olvido de que El
Campesino ha sido objeto, una persona que se dice que escapó en tres ocasiones
del Gulag. Che Guevara, el argentino, resulta un icono pop manejado habitualmente
por la izquierda y del que no se recuerdan sus insuficiencias, excesos y crímenes.
Cuando se hace referencia a la postguerra y a la transición es Santiago Carrillo
quien ocupa la pasarela, aunque sobre él sigue recayendo la sombra de
Paracuellos.
La realidad
actual es la que constituye en España Podemos y Pablo Iglesias. Aunque no
ocultan su esencia comunista, sí que lo hacen con su leninismo. Lucha total con
la propiedad privada y la libertad en el primer caso; ambición exclusiva y
desmedida de poder en el segundo.
Federico nos ofrece
la imagen de su creencia en la presencia actual del comnismo: se pretende hacer
la autopsia a quien realmente está vivo. Es el error de los historiadores que
pretenden ya historiar el comunismo como si éste hubiera desaparecido, cuando
la realidad es que sobrevive con extraña salud en los momentos actuales. No
puede afirmarse que carece de futuro cuando aun está presente y vivo.
En el fondo, el
problema del comunismo, el que encarna Podemos, es tener como fin último, no la
protección de los débiles, sino la consecución del poder. Cita a Iglesias: “…los
comunistas, entendiendo los comunistas en un sentido muy amplio….esos que son
capaces de asaltar los cielos, asaltar los cielos básicamente significa asaltar los
centros de poder y pasar a cuchillo a los detentadores del poder”.Un poder que
tiene que matar la libertad de los demás utilizando como armas fundamentales la
mentira propia y la forma en que ésta es asumida, con olvido de lo que el
comunismo ha supuesto y no deja de repetir Jiménez Losantos: cien años, cien
millones de muertos. Cien años, cien millones de muertos.
Al final del
libro Jiménez Losantos nos habla de Ludwig von Mises y de Juan de Mariana. La contraposición
tiene algo de pirueta y mantiene, en definitiva, la preeminencia y anticipación
de las ideas de Juan de Mariana, un jesuíta al que el rey encarceló y que
mantuvo graves disidencias con su orden, pero del que se nos han quedado sólo
algunas ideas y frases recibidas en el colegio, como la conocida ¿es lícito
matar al tirano? Ésta es una acusación que el autor nos dirige, cuando Juan de
Mariana desde la publicación de su “De Rege” influía y era invocado en todo el mundo.
Con Ludwig von
Mises, padre con Menger de la escuela austriaca, es crítico. Reconoce su
defensa de la libertad, pero tambien de los muchos erorres que cometiò en esa
defensa, muchos debidos a la falta de información. Desconoció la Escuela de
Salamanca. Tambien recuerda sus aciertos, como puede ser la condena de los intelectuales
de izquierdas. De paso, recala en el pensamiento de Antonio Escohotado, otro
converso.
Al tratar de
Juan de Mariana, Jiménez Losantos no duda en destacar y alabar dos figuras ya
históricas: Alberto Ullastres y José Larraz, ambos ministros de Franco y que
lucharon siempre en favor del liberalismo, llegando el segundo, primer ministro
de Hacienda tras la guerra civil, a la renuncia por su oposición al
proteccionismo económico oficial. Remontándose en el tiempo, se ensaña con la
vaciedad de Pi y Margall en su crítica a Juan de Mariana. En sentido contrario
y ya en referencia a la actualidad, pasa a defender al recientemente fallecido
Germán Yanque.
En realidad, la
apología y estudio de Juan de Mariana constituye de por sí un pequeño ensayo
que, por su ambición, encaja a medias con el título de libro. Si se incluye en
él es porque dicho economista encarna el espíritu liberal auténtico, único con
el que se podrá hacer frente al comunismo. Pero las ideas de Juan de Mariana
van mucho más allá. Al final se resumen y se comprueba. Juan de Mariana no pudo
atacar el comnunismo porque entonces no existía en su forma actual; defendió la
libertad y eso sigue siendo el arma adecuada para defenderse del comunismo.
El problema que
se tiene con Jiménez Losantos es que se le entiende todo. Pero no es sólo su único
problema: hay que añadir que no se abstiene de criticar lo que no comparte y
que esa crítica, si hace falta, la dirige a quién sea y a lo que sea,
independientemente de lo que políticamente sea correcto o incorrecto. En definitiva,
que no se calla. Un ejemplo: a pesar de ser un buen adalid contra el
intervencionismo estatal, Trump es duramente criticado por su peculiar blandura
en su visita a un país comunista como China. Nunca duda en criticar
determinadas opiniones, aunque procedan de personas de las que, sin embargo, se
declara amigo y admirador.
El libro es enormemente
denso, siendo tarea imposible el que sus ideas puedan resumirse siquiera. Se
acompaña de unos anexos sobre hechos a veces espeluznantes, devolviendo a la
luz datos olvidados u ocultados. Por encima de todo, refleja perfectamente a su
autor, Federico Jiménez Losantos, por lo que será, para algunos, obra redentora
de un ángel exterminador y para otros, de un molesto diablo con cola y tridente.
En cualquier
caso, aporta datos, recuerda hechos y constata realidades.
“Memoria del comunismo. De Lenin a
Podemos” (734 págs.) es un libro escrito por Federico Jiménez Losantos y
publicado por “La Esfera de los Libros” en enero de 2018.
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