lunes, 19 de febrero de 2018

Miguel Ángel Sabadell: “Hablando con fantasmas. Historia crítica del espiritismo y los fenómenos paranormales”.




Cuando ya no era niño y aun no era persona mayor, me encantaba sumergirme en los ya descatalogados libros de Palmés o Heredia. Sobre todo, uno del primero, que incorporaba fotos de Eusapia Paladino, del pirata King, de Bien Boa... Era fotos muy mal hechas lógicamente pero que, aunque ofrecían imágenes absurdas, impresionaban a una mente que acababa de abandonar el mundo mágico de los niños. Allí aparecían caras deformes, mesas extrañas, figuras difuminadas, médiums cuyas manos eran agarradas por alguien… Uno, joven aún, no creía, buscaba. ¿Por qué tantas personas, maduras y cultivadas, creían en aquello? ¿Creían o también buscaban?

Miguel Ángel Sabadell es un doctor en Ciencias Físicas, al que se le califica de astrofísico. Es editor habitual de una de las secciones de la revista “Muy interesante”. Ha estudiado y analizado el impacto de la técnica en el hombre actual, la permanencia de su mentalidad original y arcaica, sus limitaciones y sus posibilidades. Divulgador científico, es autor de varios libros y videos. Se mueve en temas que inevitablemente le hacen ser una persona muchas veces controvertida

El enfrentamiento con el espiritismo implica, de entrada, tratar de entender qué es. Nadie discute que, desde su inicio, fue un fraude con el que se pretendía la obtención de beneficios económicos. Digamos, al paso, que esto es algo que coincide con la magia blanca que vemos en los escenarios, con la única diferencia que esta última ilusiona no engaña: de antemano se nos dice que hay un truco con el que nos van a engañar. Pero hubo un momento en que lo que era un negocio inconfeso se erigió en una especial religión o un sucedáneo de religión y en un fenómeno extraño que analizar.
Todo el problema consiste en la inminencia del más allá. Y hablo de inminencia porque la certidumbre de la muerte es evidente, el tiempo es breve y transcurre ineluctablemente. El espiritismo no es sino una hipótesis más para admitir y proclamar la existencia de una vida después de la muerte; ni más ni menos de lo que hace toda religión. Pero ahora la hipótesis es casera y doméstica; los muertos se acercan mansamente al salón en que se realiza la velada. Se persigue hablar con familiares fallecidos o, alternativamente, a invitar a visitarnos a figuras de la historia.

Pero volvamos al libro. La historia del espiritismo está escrita desde su inicio. Su repaso se realiza, sobre todo, a través del recuerdo de las pequeñas historias de los que supusieron algo en esa corriente espiritista. Su vida y sus vicisitudes son recordadas ordenadamente y de manera atractiva. Conocemos sus circunstancias familiares, sus fans, sus éxitos y sus fracasos, y, cuando existen, sus miserias.
Advirtamos que se trata unicamente de la historia del espiritismo; no de una historia de lo paranormal, ya que hay fenómenos, como la telepatía, que escapan al mundo espiritista. Otra cosa para tener en cuenta es la constante presencia de científicos y magos. Los primeros, tratando de probar la realidad espiritista; los segundos, dedicados a descubrir los trucos con los que se finge ésta.
Quienes se han acercado al espiritismo, especialmente los procedentes del campo científico lo han hecho siendo ya proclives a él. La pérdida reciente de seres queridos les ha hecho especialmente crédulos. Por otra parte, como denuncia una y otra vez Sabadell, el hecho de ser un reputado científico no significa que se sepa apreciar con claridad los hechos que se observan. Pienso que ese error se puede explicar fácilmente teniendo en cuenta que están acostumbrados a observar hechos de una naturaleza que no trata de engañar nunca, pero que tolera que nosotros nos engañemos.
La otra vertiente es la magia. Una y otra vez se descubren los trucos, muchas veces groseros, a los que recurren los médiums. Los magos los descubren con inaudita facilidad. Y los médiums se ven obligados a decir por qué los emplean: no defraudar a los asistentes, aliviar a los que pretende hablar con sus muertos, defenderse de los controladores, ganar dinero simplemente…

Todo comenzó con la broma de Margaret y Kate Fox. Los chasquidos que con los pies producían fueron prontamente atribuidos a los espíritus. Tres golpes significaban “sí”. Luego designaron letras, al modo de la ouija. El negocio y la explotación creció y saltó a territorio británico de la mano de Owen. No tardó en pasar a Francia y España. Los aplicados espíritus descubrieron otra forma de manifestarse: las mesas volantes. El químico francés Michael Faraday las estudió y terminó atribuyendo esos extraños movimientos a acciones inconscientes de los asistentes.
Para entonces, el espiritismo y sus sesiones había pasado a ser un entretenimiento social con el que divertirse. Cosa admirable si atendemos la descripción de una de las sesiones: sin luz o casi sin luz, con interminables esperas que llegaban a superar la hora, todo con la esperanza de obtener alguna frase muchas veces carente de sentido o falsa. En cualquier caso, se trataba de un fenómeno social en claro crecimiento.
Se vivirá una época donde se suceden famosos médiums: Florence Crook y su fantasma Katie King, tan curiosamente parecido; Henry Slade y sus pizarras en que los espíritus escribían mensajes; y, sobre todos, Daniel Dunglas Home, al que Sabadell califica de príncipe de los médiums y que si por algo debe ser recordado es “por haber perfeccionado y ampliado las técnicas de los médiums. Home levitaba, alargaba su cuerpo, levantaba mesas pesadas sin tocarlas, soportaba el fuego sin quemarse… Fue un experto en el manejo de las técnicas psicológicas y del ilusionismo”. Ha pasado a la historia su famoso vuelo de una ventana a otra. Sus éxitos atrajeron a William Crookes, el famoso químico que los estudió incansablemente. Miguel Ángel Sabadell, tras transcribir una de las anotaciones del científico referida a una de sus observaciones, agrega: “Conmovedor. La mejor imaginación de Crookes al servicio de un engaño”.

Es necesario e importante referirse a la relación del espiritismo con la espiritualidad cercana a la religión. Se sitúa el origen en Allan Kardek, en realidad un pedagogo francés, Hippolyte Reveil que tomó dicho nombre por ser el del brahmán indio que, con el nombre de “Verdad”, se le manifestó y le fue confiando las ideas que luego recogió en “El libro de los espíritus”. Fue Kardek quien dio el nombre de espiritismo a la corriente espiritual que creaba, creyente en Dios, en la supervivencia del espíritu, en la pluralidad de mundos habitados, en la existencia de médiums, en el progreso de la humanidad.
Helena Blavarsky será la siguiente estrella de ese plano espiritual. Actuó como médium, pero destacó la unión que estableció entre el espiritismo con la Sociedad Teosófica, a cuya fundación contribuyó en 1875. Recordemos que es la ST es “una sociedad para la búsqueda de la sabiduría divina, sabiduría oculta o espiritual” y cuya enseñanza básica es la igualación de las religiones (todas tiene una verdad en común) con la que pretenden conseguir la relación fraternal de toda la humanidad. De Helena Blavarsky, Sabadell escribe: ”Taimada y vieja ocultista, fundó un movimiento orientalista en las épocas difíciles del independentismo indio y se convirtió en la gurú más controvertida de todos los tiempos. Su legado escrito… ha sido y es fuente de inspiración para muchos pseudoideólogos y ocultistas de distinto pelaje.”
Conoció a Olcott, un coronel seducido por el espiritismo. Comenzaron a llegar a la médium cartas que aparecían misteriosamente en sus habitaciones. Eran de los “maestros” que la comunicaban los arcanos que ella fue recogiendo hasta publicar ”Isis sin velo”, base del teosofismo. Se asentó en la India, pero pronto llegaron las disensiones y junto al “cuervo negro” de Blavatsky nos cuenta Sabadell como surgió el “cuervo blanco” en la persona de la norteamericana Leonora Piper. Sobre Leonora Piper se centraron los estudios de la Sociedad para la Investigación Psíquica (SPR). Sus trucos se basaban sobre todo en la lectura en frío, la lectura de los movimientos imperceptibles de los músculos y el “phishing” o recopilación previa y subrepticia de información luego utilizada en las sesiones

Volviendo a lo que podemos llamar espiritismo-espectáculo, aparece la italiana Eusapia Paladino que parece dar a la cosa un tono mediterráneo, no por su banalidad, grosería y analfabetismo claro, sino por la naturalidad, espontaneidad y viveza de sus manifestaciones. Aunque empezó con el clásico pirata King (que según Sabadell mostró la capacidad de este pirata para los idiomas ya que hablaba ahora en italiano), pronto se agregó otro espíritu, el de Chicot. La aparatosa Paladino trajo a las huestes espiritistas nuevos defensores, en más famoso de los cuales fue el antropólogo Cesare Lombroso quien terminó diciendo que realizaba los fraudes inconscientemente y que en parte se debían a un redireccionamiento de su potencia sexual. Con su mayor llaneza, Eusapia decía que hacía trampas siempre que podía. Y los controles de los científicos eran muchas veces ridículos, reduciéndose muchas veces a la simple confianza en la médium
Mayor fue el “fichaje” del fisiólogo francés Charles Richet, que la llevó para observarla hasta su casa en la isla Roubaud. Él y los científicos invitados por él describieron fenómenos deslumbrantes, pero no aportaron ninguna prueba que los respaldara. Sin embargo, es en esas fechas cuando va a aparecer algo notable del espiritismo: el “ectoplasma”. Quien haya ojeado el libro de Palmés no necesitará descripción alguna de los que es el ectoplasma. Uno lo veía como una cosa extraña y algo repugnante que salía por ciertos lugares del cuerpo de la médium. Salía y solía formar a continuación caras, manos o hasta figuras enteras. Luego se iba por donde había venido. El ectoplasma junto con el “cabinet” (especie de armarito o garita donde se ubicaba la médium o simple rincón acotado con cortinajes) constituyeron parte del escenario obligado del espiritismo de la época.
En él llegó Marthe Beraud, conocida como Eva C. Sus actuaciones se desarrollaron en “Villa Carmen” un inmueble en el que vivía el matrimonio Nöel, de cuyo hijo era novia. Los Nöel ya eran aficionados al espiritismo y ya conocían bien al espíritu de Branhauban y, sobre todo, al de Bien Boa, un brahmán hindú. Solo faltaba allí Richet, y allí llegó con toda su carga de credulidad. Sabadell narra cómo, cuando Bien Boa echó aliento en una botella con sales diluidas de bario, el cambio de color evidenció que ese aliento contenía anhídrido carbónico, demostrativo de que procedía de una persona viva. Sabadell nos cuenta como los asistentes prorrumpieron sin embargo en aplausos y cómo Bien Boa, ya retirado, volvió a aparecer para agradecer el aplauso. “Los monjes hindúes también tiene su corazoncito” añade.
En su parte final, el libro se refiere al famoso Houdini. Tratando de relacionarse con su fallecida madre, se acercó al espiritismo no logrando sino denunciar sus trucos. Más adelante, Sabadell constata que ”Tras la Segunda Guerra Mundial el interés de la sociedad por el espiritismo decayó hasta casi desparecer”. Se alude a las nuevas ideas del cuerpo astral, de las teorías holográficas de la mente, de las experiencias próximas a la muerte… hasta de tímidos renacimientos del espiritismo.
Cuando todo termina, Sabadell tras afirmar que “todo queda reducido a la búsqueda de consuelo, al deseo de vivir para siempre”. Y reproduce un largo texto de una carta que, a principios del siglo XX, el médico español Jerónimo Estrany dirigió al astrónomo Comás Solá y que acaba indicando: “Si se sujetaran los médiums al rigor de este método experimental ¿Cuáles de esos fenómenos tan portentosos del mediumnismo resistirían un análisis hecho a conciencia? Sinceramente, creo que ninguno”. Sabadell añade unicamente: “Sinceramente, yo creo lo mismo”. Y el libro acaba.
El viaje a través del espiritismo está escrito de forma atrayente, con una especial facilidad para evitar el agobio de tantas personas como pasan por sus páginas. Las ideas y los juicios no precisan estar explicitados para estar presentes y patentes. Son sumamente curiosas las confrontaciones entre crédulos y escépticos o entre magos y científicos.
Sabadell no cree en el espiritismo. Y eso hace a esta historia más libre.




“Hablando con fantasmas. Historia critica del espiritismo y los fenómenos paranormales” (124 págs.) es un libro del que es autor Miguel Ángel Sabadell. Fue editado en 1998 por Ediciones “Temas de Hoy·”

No hay comentarios:

Publicar un comentario