He llegado a este libro buscando un paralelismo entre el
mago que enseña su mano izquierda vacÃa, la cierra, la señala con la otra es
decir la derecha y, de pronto, abre la mano cerrada y aparece un pajarillo que
mueve sus alitas, por un lado y, por otro, la aparición de la mochila de
Vallecas (el pajarillo) en la comisarÃa de Puente de Vallecas (la mano derecha)
el 12 de marzo de 2004
El hecho es que he topado con un libro extremadamente
curioso. Comienza por tener que disculparse por desvelar tantos trucos como los
que utilizan los magos en sus espectáculos. Toma dos medidas para aminorar su
culpa: la primera es exponer que muchos magos lo permiten; la segunda, anunciar
al lector de los párrafos en los que desvelan estos secretos a fin de que los
salte si lo desea. Naturalmente, estos párrafos son los que generan mayor interés
en el lector y los que nadie dejará de leer.
Si en todos los casos es preciso hacer alguna referencia al
autor, esto es más necesario en este caso. Los autores son un matrimonio de
neurobiólogos; ella, por cierto, española. Prestigio reconocido, claro. Ambos
son los creadores o impulsores de la neurologÃa que se llamado neuromagia, “una nueva especialidad que pretende estudiar
de un modo cientÃfico los trucos realizados por magos e ilusionistas para
ayudar a una mayor comprensión de los procesos neuronales del ser humano”
(Wikipedia). El libro, escrito al alimón, no se preocupa tanto de la magia como
de los mecanismos neurológicos y psicológicos en que se apoyan los magos. Nos
deja estupefactos ser tan complejos y, ¿por qué no?, tan simples (o simplones
aunque no sea lo mismo). Cualquier mago nos puede engañar una vez que conoce
nuestras debilidades. No es que el mago conozca el mecanismo biológico de
nuestros mecanismos mentales, sino que, conociendo su funcionamiento, se
aprovecha simplemente de ellos.
¿Qué pensar de los magos? Los
autores distinguen entre los que tratan de pasar por sobrenaturales, y los que
no lo hacen y reconocen el inmenso trabajo de su entrenamiento. En realidad, sólo
estos últimos merecen el tÃtulo de magos. Asombra el inmenso entrenamiento a
que se someten, el increÃble espÃritu de observación que utilizan, la persistencia
en el esfuerzo… algo que permite que, a pesar de que conozcamos los trucos, nos
admiremos cada vez que contemplamos su ejecución. Podemos saber cómo se hace
desaparecer una moneda, pero seguimos sorprendiéndonos de que desaparezca.
Una de las virtudes del libro es
que nos proporciona los nombres de los magos más conocidos, con lo que, con
ayuda de Internet y YouTube, podemos visualizar sus números más famosos. Eso
sÃ, lo hacemos ya algo resabiados. Nos sobran conocimientos de la trampa y al
mago le falta el escenario y la situación y el clima que se precisan para
engañarnos.
Son muchos los magos cuya obra se
refleja en el libro: Mac King que se come conejos y peces, Apolo Robin el gran
carterista maestro en el arte de desorientar, Dai Vernon, Clifford Pickover
creador de su famoso test del grupo de 6 cartas de las que desparece la que
usted elige. Jim Ian Swiss con su increÃble juego de cartas, James Randi, el
gran Tomsoni donde el cambio de indumentaria nos abruma… una lista interminable
que cada dÃa crecerá con magos que perfeccionarán sus trucos.
El mundo abierto por Internet nos
permite que, a través de YouTube, tengamos acceso a muchas de sus exhibiciones.
Por descontado, encontraremos malos videos de aprendices, pero el conocimiento
de los nombres de los grandes magos nos permite llegar a sus números más
principales
Sorprende que uno de los magos a
los que se tributan mayores elogios sea un español: Juan Tamarit. Hasta los
autores incorporan fotografÃas suyas en las que se le ve cómo nos muestra una
moneda en una mano que no vemos pese a que nos permite hacerlo. Simplemente no
la vemos porque estamos centrados en otra cosa. Aunque Juan Tamarit no deja de
ser la cumbre, en el libro, también se hace referencia a la concurrencia de más
de dos mil magos españoles a una de esas conferencias internacionales que, por
lo visto, periódicamente se celebran. A Juan Tamarit se le atribuye el gran
mérito de la utilización de sus bromas constantes, e incluso de fingir errores,
como instrumento de distracción de la atención en sus increÃbles trucos.
Son muchos los aspectos que se
abordan y, en general, a cada uno de ellos se le va asignando un nombre, un capÃtulo
y un truco de un determinado mago, a lo que se acompaña, tras una advertencia,
la explicación del truco. Desde un punto de vista absolutmente profano parece
que todo se reduce a anular la atención del espectador, bien distrayéndole,
bien aprovechándose del hecho de que damos muchas cosas por supuestas y, por lo
mismo, prestamos a las mismas una atención insuficiente. Pero realmente eso nos
permite vivir: el atender a lo que creemos que merece atención y suplir con la
experiencia de que se dispone el resto. Lo que el mago simplemente va a hacer
es que prestemos atención a lo que no la merece. Asà de simple. Lo demás los
hace nuestro cerebro, al que debemos dar gracias por ello.
A eso se añaden otras percepciones.
Como la de que cuanto más dura es la tarea a realizar más se activa la región
central de la atención y más se inhibe la región periférica. La tarea el mago
es conseguir esa activación, asà de simple. Si lanza, por ejemplo, una pelota
al aire dos o tres veces siguiéndola con la mirada, la vez siguiente no la
lanzará, sino que fingirá lanzarla, pero nosotros, que estaremos pendientes de
su mirada, daremos por lanzada al aire la pelota y nos sorprenderemos cuando no
la veamos caer, preguntándonos como ha podido desparecer en el aire.
Uno puede irse a YouTube y ver
videos en los que tiene que contar las veces que unas personas se lanzan un
balón. Sorprendentemente no verá al gorila que pasa entre ellos. O una persona
que nos muestra carteles en los que debemos contar signos de admiración, pero
que no percibimos si se levanta, si le pone o quita un sombrero, si sonrÃe o si
llora.
Quizás una desventaja de la
lectura de este libro es que perdemos parte de nuestra virginidad original ante
los magos. Dejamos de prestar atención a aquello sobre lo que ellos tratan de
atraer nuestra atención, para fijarnos en “lo otro”, lo que pretende que sea
invisible para nosotros. Aun asÃ, a veces su técnica nos sobrepasa. Y en el
camino hemos perdido la naturalidad, la sencillez, la capacidad de
sorprenderse. ¿Vale la pena?
No hay comentarios:
Publicar un comentario