Llegué a este
libro inducido por dos contrapuestas opiniones de lectores que aparecían en
Amazon. Buscaba una visión del momento por el que pasa el Vaticano y por reflejo,
la Iglesia católica. El hecho es que me topado con la obra de un autor al que unánimemente
se tacha de fascista o filofascista y que milita en movimientos ultracatólicos
de la Argentina. Antonio Caponnetto.
En la Wikipedia
podemos encontrar una web donde se le critica radicalmente y se le tacha de
fascista. Es “Indymedia Argentina Centro de Medios Independientes”, una web que
“involucra a participantes voluntarios y colectivos
aliados organizados de acuerdo con los procesos antiautoritarios de decisiones abiertas
y transparentes, la toma de decisiones por consenso y a la eliminación de jerarquías”.
Entre sus principios están los de apoyar “luchas
locales, regionales y globales contra la exploración y la opresión”. Así
como la de funcionar “como un colectivo
anticapitalista, no comercial, no corporativo”.
Pues bien, se
alude a esta web porque a través de lo dicho puede verse mejor a Caponnetto. Es
como las antiguas fotografías en las que había un negativo del que se sacaba el
positivo. Pero aquí, en realidad, no hay positivos o negativos. Se trata de
reflejar una tesis a través de su antítesis. Una antítesis que podemos encontrar
en otra web, la llamada “adelantelafe”. Anticipemos que es más que dudoso
lograr una síntesis a lo hegeliano.
El libro se
inicia de una forma que pudiéramos llamar normal. Caponnetto escribe con una especial
emocionalidad que no tienden a apoyar sus afirmaciones. Pronto se introduce en
ese torrente expresivo un hecho donde la “argentinidad” es prácticamente total.
El “caso Williams”. “Ayá” (léase con acento de allá) ese caso será conocido,
pero no aquí. Nuevamente uno, que sabe mucho menos de lo que quisiera, tiene
que tirar de la Wikipedia, por cuya imparcialidad sí que hay que rezar. Richard
Williams fue uno de los cuatro obispos ordenados por Lefebvre, luego excomulgados,
más tarde suspendidos, y ahora con actividades sacerdotales limitadas. El belén
se armó cuando Williams hizo unas declaraciones a una radio sueca afirmando que
el número de las víctimas del holocausto fue muy inferior a la afirmada como
real y que algunos de los escenarios de las matanzas y torturas eran falsos. Y
con ello se armó el susodicho belén: condena internacional y sanciones
eclesiásticas. No pasó nada de eso cuando aquí en España se divulgó el chiste
de los seis millones de judíos y la forma de trasportarles en un 600.
Apartándose totalmente
de lo que debía ser el libro, se pierde Caponnetto en una serie de
disquisiciones sobre el judaísmo. No basta con que haga manifestaciones de
condolencia con las víctimas. Lo que en definitiva afirma y mantiene es que son
los judíos los que gobiernan la Iglesia Católica. De paso, al tiempo que elogia
a Benedicto XVI, le acusa de debilidad por la forma en que trató el caso
Williams. El autor, aunque se declara antisemita, trae a colación textos
antiguos o descontextualizados. Y, de hecho, la semilla de un peculiar
antisemitismo se extiende en el libro.
De pronto, se
intercala en el libro un capítulo V en el que se refiere a otra anécdota personal:
la de su polémica con un sacerdote español, José María Ibarburu, a raíz de la elección
de Bergoglio como papa. Wikipedia le tacha al español de “tradicionalista”. El artículo
al que alude Caponnetto, es contestación al publicado por Ibarburu en la web “Infocatolica”
el 24 de marzo de 2013, ¿Cómo se compadece una lucha entre dos tradicionalistas?
Uno, afirmándose en la llamada en el libro ”papología”; otro, viendo la catástrofe
que anuncia la elección. La discusión acaba centrándose en algo tan absurdo como
si existe realmente en estos momentos una sede vacante. Todo se inició cuando
Caponnetto publica un artículo a los cuatro días de la elección de Bergoglio
dejando constancia de sus dudas. Desde Foro Católico, Ibarburu le contesta.
Caponnetto, tras destacar que él conoció en Argentina al nuevo papa hacía ya 20
años, indica: “Lejos de ser ‘inadmisible
afirmar que el Cardenal Bergoglio era un promotor de herejías’, es un hecho
tristemente admisible y dolorosamente probado”.
Un libro
testimonia (u oculta en ocasiones) lo que su autor piensa. El libro “No lo
conozco” muestra la radical crisis por la que atraviesa la Iglesia católica. Es
posible que todos los momentos de la historia se haya producido esa
confrontación de opiniones, pero eso no puede hacer olvidar que, en la actualidad,
por mor del desarrollo técnico de las comunicaciones, esa crisis podríamos
tacharla de global. Una crisis globalizada. Que, en consecuencia, puede dar
lugar a herejías, disidencias y cismas igualmente globales. Mientras unos invocan
(como Caponnetto) la Tradición —casi toda la doctrina es tradición—,
otros (como Ibarburu), celebran la ruptura con la tradición que representa
Bergoglio. Los demás contemplan el espectáculo, con estupefacción si son
cristianos o con satisfacción o asombro si no lo son.
De pronto, en
el libro aparece algo inesperado, dentro del capítulo XII: “Francisco debe pedir perdón”. Bergoglio
es muy aficionado a pedir perdón. También lo es de afirmar que es pecador como
todos, y que, como todos, parece tener escaso propósito de enmienda. Respecto
al perdón hay algo peculiar: pide perdón por los presuntos pecados de otros,
nunca de los propios, quizá porque no los reconozca que es lo que nos suele
pasar al común de los mortales. Y en esa extraña forma de actuar, en Bolivia y
el 9 de julio de 2015, dice que “la Iglesia
tiene que pedir humildemente perdón de los crímenes cometidos contra los pueblos
originarios durante la llamada Conquista de América”.
Naturalmente Caponnetto
dice que ese no es el único extravío grave que llevó a cabo en ese viaje: “ofende a la Verdad Histórica, a la Madre España
y, sobre todo, a la Iglesia Católica”. Démonos por sorprendidos, de
entrada, por el empleo del término Madre España, acostumbrados como estamos a
todo género de incomprensiones. Ya contamos con otro difusor de la leyenda
negra. Caponnetto proclama: “El Papa debe
pedir perdón. Sin duda. Pero no por los supuestos crímenes contra los supuestos
pueblos originarios, sino por haber violado la Verdad para agradar al mundo”.
Bueno, tendríamos quizá que decir que por las dos cosas.
Curiosamente, Caponnetto
va a dedicar páginas a enaltecer la obra española en América, y dedica
sucesivos apartado a negar que hubiera despojo de tierras (recordando las encomiendas y la introducción
de la propiedad personal), la única finalidad económica de la conquista (recordando
que las ciudades no se crearon en torno a los yacimientos) y el genocidio indígena
(recordando el problema de las nuevas enfermedades; añadamos, ya fuera de sus argumentos
y usando un dato procedente de otra fuente, que el número de víctimas teórico dividido
entre el número de “conquistadores”, incluidos mujeres y niños supone que cada
“conquistador” mataba 14 indígenas cada día). Caponnetto concluye: “Ni despojos de territorios, ni sed de oro,
ni matanzas en masa”.
Bergoglio es muy
“bocón” y “por la boca muere el pez”. O, como decía el clásico, “las palabras
son la madre paridera de los pecados”. Una cosa es hablar “ex catedra” y otra,
el hacerlo desde la primera fila del jet en que vuelve a casa o se va de ella.
Santa Marta es accidente y el jet se convierte en ocasiones en categoría, aunque
se hable día a día en Santa Marta. No hay argentino al que se le aproxime un micrófono
y no hable sin parar, sabedores de todo, abriendo los ojos a todos. Y sin
pensar en ocasiones, porque lo que importa es la galanura del dicho, la misma que
tienen el bandoneón y el tango, la liviandad porteña. Y así en Phoenix el 23 de
mayo de 2015, Bergoglio indica que dice lo que le viene a la mente, “algo que puede ser una insensatez o una
herejía”. Y, naturalmente, Caponnetto añade “en efecto, mezcla inarmónicamente las dos cosas”. Y “malévolamente”
añade: “compruébelo quien lo desee”,
indicando a pie de página donde puede encontrarse en internet.
Bergoglio ha
hablado más en los aviones que desde la cátedra de Pedro. Ha lanzado encíclicas
y cartas pastorales con escaso contenido. En 2016 se hace pública la
“Misericordia et misera”: una duda subsiste: quién perdona ¿Dios o el confesor,
es decir, la Iglesia? Es una pregunta que se proyecta sobre el aborto, pero que
afecta todo pecado. Desde el primer momento de su pontificado, Bergoglio dictaminó
sobre materias tan sensibles, como el capitalismo, la globalización, la inmigración
o el cambio climático. Defendía o condenaba, siempre con aire porteño, sin
reparar en el pontificado que había condenado a Galileo o Darwin, condenas por
las que ahora se pide perdón. O sea, va haciendo amigos por la vida.
Caponnetto es
inmisericorde y recuerda hasta qué punto Bergoglio recuerda a Dale Carnegie,
autor en los ‘40 del libro que los entonces jóvenes aún recordamos: “Como ganar
amigos e influir en las personas”. Refiriéndose a esa proximidad recuerda una
frase que de Bergoglio que el autor cita: “Recen
por mí y su alguno no puede rezar porque no cree, al menos tíreme una buena
onda”.
No vale la pena
seguir. El libro denuncia cierto antisemitismo, una debilidad eclesial que conduce
a perdones carentes de sentido, una pérdida de espiritualidad en aras de un buenismo
carente de sentido, un olvido de más allá de la vida, un reconocimiento de la
pobreza como coartada… Lo que no denuncia, pero evidencia, es la crisis de la Iglesia
católica.
Como católico
escasamene practicante, se observa esto como un espectáculo deplorable, triste,
deprimente… Un circo en defintiva... La fe, base de la religión, ha sido
excluido de todo. Se argumenta con alusiones a afirmaciones realizadas en
distintas épocas, casi siempre descontextualizadas de su época. Pero, frente a
ellas, no encontramos sino otras utilizadas con el mismo sentido. Todo crea
desasosiego.
Como decía
Ortega: “no es eso, no es eso”. Pues
eso.
“” No lo conozco”. Del Iscariotismo
a la Apostasía” (250 págs.) es un libro del que es autor Antonio Caponnetto. Ha
sido publicado por “Ediciones Detente”, el año 2017 y en Buenos Aires. La
impresión ha sido realizada por Amazon en Gran Bretaña.
EL MUNDO TIENE QUE SER ANTISEMITA Y POR NATURALEZA
ResponderEliminarEL ENEMIGO DE LOS PUEBLOS DEL MUNDO DEBE SER DENUNCIADO SIEMPRE