viernes, 17 de enero de 2020

Isaiah Berlin : “Sobre el nacionalismo. Textos escogidos”.


Podríamos distinguir una única orientación en los tres escritos –no siempre ensayos– que se contienen en este libro.  Son “Apuntes sobre el nacionalismo” (1964), “La rama doblada. Sobre el auge del nacionalismo” (1972) y “El nacionalismo. Su infravaloración en el pasado y su poder presente” (1979). En todos ellos, Isaiah Berlin defiende tanto la peligrosidad que supone el nacionalismo como la escasa percepción de ésta. Los tres textos se complementan con una entrevista realizada por Nathan Gardels en 1991, en la que, como suele ser habitual, las intervenciones de entrevistador tienden a superar a las del entrevistado. En este caso, sin embargo, es especialmente útil, porque éste, Berlin, cumplidos ya los 80 años, resume en sus manifestaciones muchas de sus ideas.
La figura misma de Isaiah Berlin merece una especial atención: judío, testigo de grandes conmociones, liberal convencido, pensador reconocido como gran influyente en el pensamiento contemporáneo, sustanció su visión de la historia del pensamiento en una serie de ensayos, artículos e intervenciones un tanto dispersos que ahora se trata de ordenar y reunir. Son muchos los temas que ha abordado, pero la libertad y el nacionalismo deben figurar como sus principales preocupaciones. Al segundo de estos temas se dedica este libro. En él destaca la peligrosidad del nacionalismo y la despreocupación social frente a la misma. Pero ese planteamiento exige referirse antes a otros dos aspectos: qué es y cuando nació, situando históricamente su nacimiento y sus posteriores transformaciones hasta cobrar la importancia y trascendencia que actualmente tiene. Estas transformaciones que le conducen a distinguir un nacionalismo agresivo y otro que no lo es.
En este sentido hay que recordar las fechas en que se publican estos ensayos, situadas en el inicio del último tercio del siglo pasado, el XX. Pesa quizá sobre ellos el proceso de descolonización que acaba de poner fin a la presencia europea en continentes como el africano. Uno cree que, aun subsistiendo –sobre todo en las Naciones Unidas– ese sentimiento postcolonial, el nacionalismo ha adquirido, a caballo del cambio de siglo, un perfil peculiar que, por ello mismo, tiende a escapar el análisis de Isaiah Berlin, fallecido en 1997. Esto no resta valía a su análisis que sigue teniendo plena vigencia relacionado con el fenómeno general y genérico del nacionalismo.
Algo que, de antemano, puede censurarse a estos ensayos en su excesiva concentración en los problemas locales existentes entre Alemania y Francia. No puede discutirse que la formulación del nacionalismo inicial y sin dientes correspondió a Alemania y que ello fue provocado (al menos en gran parte) por las humillaciones sufridas ante la Francia de Luis XIV y la paralela irrupción de los vientos enciclopedistas. El mismo Berlin no oculta habitualmente su desprecio por las corrientes de la Enciclopedia.
El primero de los ensayos comienza por destacar la importancia y peligrosidad del nacionalismo por su inmunidad ante el cambio tecnológico que iba a unir el mundo. Pero Berlin nos ofrece al mismo tiempo una afirmación importante: “ningún movimiento que no se haya aliado con el nacionalismo ha tenido éxito en los tiempos modernos”. Y no se recata en poner ejemplos: los ideales de la Revolución Francesa cedieron ante el nacionalismo napoleónico francés. Lo mismo sucedió en 1848: los ideales universales fueron arrollados por Napoleón III y Bismark. En 1914 la guerra no impidió la reivindicación de los sentimientos nacionalistas. El carácter antinacionalista de la Rusia de 1917 fue olvidado por Stalin ya que “el comunismo y el orgullo nacional se identificaron de forma indisoluble. De forma similar fueron derrotados liberalismo y socialismo. Los EE. UU. crearon su propio nacionalismo. Por fin, “por lo respecta a los nuevos nacionalismos de Asia y África (y también de América Latina) representan uno de los rasgos más característicos de nuestro tiempo pues son ellos los que determinan los votos en las asambleas internacionales y alimentan las guerras, revoluciones y dictaduras militares que cubren el planeta”. Al paso tengo que señalar las mínimas alusiones a España, más que habría que justificar en teoría por el olvido de la desaparición de Imperio español o la aparición de las repúblicas sudamericanas, en las que los nacionalismos siguen provocando estragos.
Advertidos de su peligrosidad, Isaiah Berlin aborda la génesis del nacionalismo, que sitúa en la vertiente entre los siglos XVIII y XIX. Va a distinguir entre el inocuo, romántico y sentimental del primer nacionalismo sustanciado en las ideas de Gottfried Herder que reducía a lo accesorio a los elementos clásicos como los del territorio, las costumbres, la historia, la lengua o la religión, para destacar el espíritu nacional, que recoge el Volksgeist. Lo que va a destacar es la aspiración de toda persona de sentirse integrada en un grupo. Aspiración que termina convirtiéndose en necesidad.
Pero eso no es causa suficiente. El primer ensayo del libro nos habla de “la rama doblada”. ¿Qué significa esta expresión? Que cuando una rama es doblada por la razón que sea, tiende a reaccionar, volviendo a su posición original. Una cuestión de resiliencia diría yo. Y la forma de doblar esa rama es la presencia de una actitud humillante que procede de fuera.
Berlin destaca que, si aceptamos que el origen de nacionalismo debe situarse en Alemania y en el siglo XVIII, fueron muchos los intelectuales que advirtieron la importancia de ese impulso nacionalista; unos apreciando su sentido positivo y otros, su peligro. Pero todos coincidieron en su carácter transitorio y temporal, lo que en cualquier caso le privaba de esa peligrosidad que luego mostró. Los hechos demostrarían lo contrario: generó el sentimiento estalinista ligado a la URSS, animó el nazismo, alentó el post colonialismo, sigue alterando el orden mundial…  El libro ve una razón profunda para ello: los sentimientos locales, la integración en el grupo, deshacía el carácter universalista con que se habían proclamado los principios de la Ilustración. Bastaba poco para el grupo sintiera su humillación y como la rama doblada pusiera todo su afán en recuperarse de ello.
Algo que destaca el libro es la posible causa de la cercanía de los jóvenes al nacionalismo (debo advertir, claro, que los jóvenes de los que habla son ya viejos). Existe en general en esa juventud un afán de huir ese intento del racionalismo, marxista especialmente, en programar su vida, pero también compartido por socialistas y liberales. Todo les viene hecho y programado, La única forma de reencontrarse es recurrir a formas políticas mínimas en las que reine el “fare da se” (una expresión que repite y que según indica el traductor se debe interpretar como “hacer las cosas uno mismo”)
Pero Berlin pone cierta sordina a esa idea, aunque recuerda cómo “Diderot habla de la guerra dentro de cada ser humano del hombre natural que intenta liberarse el hombre artificial”, obra ésta de convenciones, presiones y manipulaciones del poder, cualquiera que sea su color. Lo que, a su juicio hace que en muchos casos la protesta “adopta a veces la forma de nostálgico anhelo de tiempos anteriores” y en otros, “como el sueño de una futura edad de oro”. Pero aludo al empleo de la sordina, porque más adelante añade: “los anteriores son casos extremos”.
Dada la rapidez con que se producen los cambios, podemos estar ante una auténtica prehistoria para nosotros. Lo que entiendo que no como acusación de error, sino como una limitación de los fenómenos que se analizan. Quizá por eso Berlin comienza por referirse a un hecho curioso: “el siglo XIX, como todos sabemos, fue testigo de un inmenso crecimiento de los estudios históricos”. La causa no fue otra que tratar de equiparar a los estaba obteniendo la ciencia, describiendo las leyes que gobernaban la sociedad y las sociedades y que valdrían para el futuro. Para ello, lo primero era barrer todos los apoyos de las viejas ideas: las religiosas, las míticas, y las demás, sentimentales o no.
Lo demás fue lanzarse a formular las más variadas teorías. Como siempre, Isaiah Berlin exhibe su profundo conocimiento de las ideas que han revoloteado en el pensamiento occidental (repito: occidental) durante los siglos XIX y XX. Realmente no perdona a nadie: “en todo este gran abanico de fantasía y futurología, elaborada y apoyada estadísticamente, hay una laguna peculiar”. Fácil es adivinarla; el nacionalismo. Un movimiento “ya tan ubicuo y tan familiar que necesitaríamos hacer un gran esfuerzo con nuestra imaginación para poder concebir un mundo en que no jugase ningún papel”. Rectificando el “nadie”, Berlin afirma “La única excepción que conozco la representa el infravalorado Moses Hess”, aunque añada que “se trataba de una exhortación más que de una profecía
Dejando a un lado esta cuestión, Isaiah Berlin aborda las relaciones entre nación y Estado. Repasa la realidad del siglo XIX y advierte, de forma indirecta y marginalmente, el contraste que existió entre las naciones que como España, Francia o Inglaterra habían consolidado la identidad entre Estado y nación y los estados multinacionales. Tanto Italia como Alemania (inicialmente el Imperio Austrohúngaro) persistían sin conciliar sus personalidades nacionales. Italia lo recompuso por sus medios, pero Austria-Hungría estalló violentamente tras la primera guerra mundial, generando en Versalles la idea del derecho de autodeterminación. Se prestaba atencion a otros problemas, pero “todos daban por sentado que el nacionalismo desparecería con sus causas”.
Actualmente vivimos en España una etapa en que unos inquietos nacionalismos pretenden romper la tradicional unidad nacional e introducen inestabilidad política. Esto basta para dar a estos ensayos un especial valor para el lector actual. Cierto que no ofrece soluciones ante esa nueva marea irracional, sino que se limita a advertir su gran peligrosidad y, como aditivo, la ausencia de una esperanza en su desaparición espontánea por el simple transcurso del tiempo.
“Sobre el nacionalismo. Textos escogidos” (159 págs.) es un libro que recoge básicamente dos ensayos y una entrevista de Isaiah Berlin, seleccionados por Henry Hardy y sobre traducciones de varias personas. Fue publicado por la editorial “Página Indómita S.L.U.” en 2019.

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