miércoles, 25 de diciembre de 2019

Jean-François Braunstein : “La filosofía se ha vuelto loca. Un ensayo políticamente incorrecto”.


Jean-François Braunstein es un filósofo francés, que como profesor universitario ha volcado su interés en la historia de las ciencias y la filosofía de las ciencias. Ha sido trabajado también en la Administración Pública, aunque ello no parece haberle afectado mucho. Autor de varios libros, el último de ellos, de 2018, es éste que, en su edición francesa, lleva un subtítulo distinto del que ostenta la edición española: “le genre, l’animal, la mort”, mucho más acorde con el contenido del libro cuyo análisis se ciñe únicamente a la idea de género, al animalismo y a la eutanasia. Algo que reúne afirmando que son tres movimientos que pretendiendo borrar diferencias hombre-mujer, animal-humano, vivo-muerto logran justamente lo contrario.
Una de las características de la obra es que presta una especial atención a las personas que han ido generando estos movimientos y las reacciones, positivas y negativas, que sus obras y opiniones produjeron en el público. Pero, no obstante, Braunstein incluye siempre su crítica, bien al hijo de la exposición de esos movimientos sociales, bien al concluir esa exposición. Crítica que, dando la razón al subtítulo español, es claramente un ensayo políticamente incorrecto. Y uno exclama: “viva la incorrección”.
Comencemos con el primero de los temas: la idea de género que maneja es distinta de la empleada por la llamada “violencia de género”. “Sí que existe un concepto de “género” y ese concepto apareció precisamente en 1955 de la pluma de John Money, un psicólogo y sexólogo de la prestigiosa universidad estadounidense Johns Hopkins”. Este neozelandés se dedicó a estudiar casos de hermafroditismo o de supuestos análogos. Y definió el rol de género como “todo aquello que una persona dice o hace para manifestar que tiene el estatus de muchacho u hombre, o de chica o mujer”. En definitiva: “hay que distinguir radicalmente el “sexo”, que es un dato biológico, y el “género” que es un resultado cultural” Con ello separaba definitivamente el sexo biológico del género social o cultural. Añadió la idea de identidad de género al indicar que “la identidad de género es la experiencia privada del rol de género, y el rol de género es la expresión púbica de la identidad de género”.
Money cometió el error de recurrir a la cirugía para acercar lo biológico a lo cultural y fracasó con el famoso caso de David Reimer que, convertido de niño y quirúrgicamente, en mujer, anunció al llegar a la pubertad que quería ser hombre. Pero la puerta del transexualismo quedaba ya abierta. Por ella se introducirían nuevas ideas. La primera de las citadas por Braunstein es la filósofa y escritora Anne Fausto-Sterling. No admite el binarismo hombre-mujer y da entrada a la pluralidad de géneros. Menciona y describe cinco, pero la realidad es que admite una multiplicidad de géneros que llega a un “continuum”, que agradará a las nuevas corrientes feministas.
Hagamos un alto en la exposición. Lo complejo, abstruso y artificial de las teorías que se suceden resulta imposible de resumir; no obstante, Braunstein acomete la tarea de hacerlo, exponiendo sus líneas fundamentales y la evolución sufrida, haciendo llegar a lector una idea clara del progreso social y político de este movimiento. Todo ello, pese a la constante utilización de palabras y términos tan difusos como confusos de los predicadores del género. Salta a la palestra otra mujer, Judith Butler, colaboradora de Anne Fausto-Sterling y creadora de la llamada “performatividad de género”. Braunstein resume sus ideas en esta afirmación “el sexo no existe”. Y no existe, porque Butler lo considera también como un dato cultural: “el sexo no es un hecho anatómico, sino un “hecho” creado por el discurso”. Pero, como hay que impresionar (èpater) al burgués, dará un paso más para afirmar que el cuerpo tampoco existe: “solo existen conciencias, no cuerpos”. Foucault asoma su cabecita por aquí, por la sencilla razón de que no le gusta su cuerpo. ¿El cuerpo jaula del alma, como sugería Platón? El hecho cierto es que también parece resonar la gnosis en su desprecio al cuerpo. Una de cuyas manifestaciones es la llamada “amputomanía” por la que el individuo se deshace alguna parte de su cuerpo. En escala reducida el libro menciona los tatuajes. Por mi parte veo en los piercings al uso una manifestación de ese desprecio al cuerpo que se manifiesta de modo creciente.
Al final todo es confusión. “El nuevo ideal será el de la fluidez de los géneros , la genderfluidity”. Uno se acuerda de la famosa frase de Groucho: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. El hecho es que se supera la transexualidad para desembocar en el “transgenerismo”, donde no cuenta el sexo, sino el sentimiento. Con lo que se deconstruye el mismo género: somos hombres o mujeres en el momento que queremos y como queramos-. Braunstein termina su crítica refiriéndose a las acciones perjudiciales que se están tomando sobre los niños y, ya en términos casi chistosos, al episodio de los “bathroom wars”, la guerra de los cuartos de baño, que ocupó buena parte del último año de la presidencia de Obama, quien, por cierto, terminó instalando baños para transexuales en la Casa Blanca. Hasta la lesbiana y feminista Camille Paglia ha afirmado: “Nada define mejor la decadencia de Occidente para los yihadistas que nuestra tolerancia en relación con la homosexualidad manifiesta y esa manía transgénica actual”. Como colofón, la referencia a la historia de Conchita Wurst, el hombre barbudo vestido de mujer que cantó en el Festival de Eurovisión, llamad@ a ser “Queen of Europe”.
La segunda parte del libro se refiere a las corrientes animalistas, cada vez más importantes. Las ideas sustentadas son mucho más simples e inteligibles para el lector: se trata simplemente de afirmar que hombre y animales tienen los mismos derechos, porque ambos tienen sensibilidad. Esta idea prevalece en la sociedad occidental, siendo su promotor fundamental Peter Singer, australiano profesor de bioética en Princeton. Llega a las leyes que pasan de considerar a los animales de bienes muebles a sujetos de derechos. Plantea innumerables problemas la idea de cómo decidir qué animales tienen sensibilidad y los que no. Genera proyectos como el ”Gran Simio”, referido a los chimpancés, gorilas y orangutanes. Trata de extender su protección a las plantas (el “grito de la zanahoria”). Justifica y tolera la zoofilia. Genera la idea de “especismo”, como forma de un dominio basado en la especie. Tiene que recurrir a los “casos marginales” para evitar que ciertos humanos sean preferidos como ejemplares de experimentación.
Braunstein destaca el hecho que estas ideas apenas progresan en las zonas rurales, en la que las personas han tratado con animales y conocen su vida, y que en cambio avanza en los urbanitas gracias a un progresivo desconocimiento de la vida animal.
La tercera parte del libro está dedicada a la eutanasia. Las estadísticas reflejan que en muchos países de Europa su aceptación supera el 80% de la población. Más adelante, Braunstein pondrá de relieve que esta proporción es mucho menor entre los profesionales médicos, que se han enfrentado a esa decisión en su trayectoria, así como que la gente acepta la eutanasia mientras goza de buena salud.
La eutanasia tiene un largo alcance. El libro recuerda que hay dos momentos trascendentales en el individuo: el de su nacimiento y el de su muerte. Si esta última es invadida por la eutanasia, no es menos cierto que ese círculo de la vida afecta al primero de esos momentos, a través de las ideas de infanticidio e, indirectamente, del aborto. Volverá a ser Singer, el defensor del animalismo, el mantenedor, a ultranza de las ideas pro-eutanasia, llegando al ridículo. Es curiosa la anécdota que el libro cuenta de él: se descubrió que su madre, con Alzheimer, seguía viva y cuidada. A Singer no se le ocurrió dar otras explicaciones como las de que la decisión la había tomado su hermana y de que así creaba puestos de trabajo. Siempre la diferencia entre el juego de las tesis y las realidades.
En el fondo, Singer trata de justificar la eutanasia creando la idea de la persona que ha dejado de serlo al llegar a ser insensible, incapaz de relacionarse, expresarse… Estamos ante lo que se concibe como ”no persona”. Ésta puede ser eliminada sin resquemores ni dudas, sea un viejo, un individuo en coma… o un niño incapacitado para el aprendizaje o aun carente de la posibilidad de tenerlo. Ese individuo tendrá una consideración inferior a la del cerdo bien alimentado y sano. Aun así, la defensa de la eutanasia encontrará un obstáculo añadido: ¿Quién decide esa condición no personal del individuo que la hace apta para ser eliminada? Al final aparece la sombra alargada y torva del Estado. Braunstein admite el suicidio y su variante del suicidio asistido cuando está clara la decisión en ese sentido suicida del imposibilitado. Pero rechaza terminantemente la eutanasia, cuando no exista ese signo voluntario del suicidio. Y admite el aborto, que incluye el infanticidio dentro de unos generosos límites.
Es fácil pasar a una “redefinición” de la muerte. Surge así la llamada “muerte cerebral”, alentada por la difusión de los trasplantes, la creciente necesidad de órganos sanos para ello y precursora de una “muerte neocortical” en la que bastará únicamente la afectación de los centros del cerebro anterior. Contra esas tenencias ha luchado y sido vencida la antropóloga canadiense Margaret Lock. Las ideas favorables a la eutanasia triunfan sobre todo entre los jóvenes y son signo de una sociedad decadente y enferma. Mientras tanto, profesionales aconsejan anestesiar a esa no-persona cuando son sacrificadas, “por si acaso”.
Es raro encontrar un libro que contenga denuncias tan grueso calibre como las que lleva éste. Cada página es una confrontación con las ideas ajenas y reinantes como consecuencia del apoyo que diariamente le prestan ciertos medios de comunicación social, generalmente mal informados, pero que pretenden estar “a la page” pero, tristemente calificables de políticamente correctos. Y esa confrontación se lleva a cabo con una abrumadora aportación de afirmaciones y críticas.
O sea: un ensayo racionalmente correcto. Que vale la pena leer.
“La filosofía se ha vuelto loca. Un ensayo políticamente incorrecto” (310 págs.) es un libro del que es autor Jean-François Braunstein, registrado y publicado en Francia en 2018 y en España en octubre de 2019 por Editorial Ariel del Grupo Editorial Planeta.

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