Jean-François
Braunstein es un filósofo francés, que como profesor universitario ha volcado
su interés en la historia de las ciencias y la filosofía de las ciencias. Ha
sido trabajado también en la Administración Pública, aunque ello no parece
haberle afectado mucho. Autor de varios libros, el último de ellos, de 2018, es
éste que, en su edición francesa, lleva un subtítulo distinto del que ostenta
la edición española: “le genre, l’animal, la mort”, mucho más acorde con
el contenido del libro cuyo análisis se ciñe únicamente a la idea de género, al
animalismo y a la eutanasia. Algo que reúne afirmando que son tres movimientos
que pretendiendo borrar diferencias —hombre-mujer, animal-humano,
vivo-muerto—
logran justamente lo contrario.
Una de las
características de la obra es que presta una especial atención a las personas
que han ido generando estos movimientos y las reacciones, positivas y
negativas, que sus obras y opiniones produjeron en el público. Pero, no
obstante, Braunstein incluye siempre su crítica, bien al hijo de la exposición
de esos movimientos sociales, bien al concluir esa exposición. Crítica que,
dando la razón al subtítulo español, es claramente un ensayo políticamente
incorrecto. Y uno exclama: “viva la incorrección”.
Comencemos con
el primero de los temas: la idea de género que maneja es distinta de la
empleada por la llamada “violencia de género”. “Sí que existe un concepto de
“género” y ese concepto apareció precisamente en 1955 de la pluma de John
Money, un psicólogo y sexólogo de la prestigiosa universidad estadounidense
Johns Hopkins”. Este neozelandés se dedicó a estudiar casos de
hermafroditismo o de supuestos análogos. Y definió el rol de género como “todo
aquello que una persona dice o hace para manifestar que tiene el estatus de
muchacho u hombre, o de chica o mujer”. En definitiva: “hay que
distinguir radicalmente el “sexo”, que es un dato biológico, y el “género” que
es un resultado cultural” Con ello separaba definitivamente el sexo
biológico del género social o cultural. Añadió la idea de identidad de género
al indicar que “la identidad de género es la experiencia privada del rol de
género, y el rol de género es la expresión púbica de la identidad de género”.
Money cometió
el error de recurrir a la cirugía para acercar lo biológico a lo cultural y
fracasó con el famoso caso de David Reimer que, convertido de niño y quirúrgicamente,
en mujer, anunció al llegar a la pubertad que quería ser hombre. Pero la puerta
del transexualismo quedaba ya abierta. Por ella se introducirían nuevas ideas. La
primera de las citadas por Braunstein es la filósofa y escritora Anne
Fausto-Sterling. No admite el binarismo hombre-mujer y da entrada a la pluralidad
de géneros. Menciona y describe cinco, pero la realidad es que admite una multiplicidad
de géneros que llega a un “continuum”, que agradará a las nuevas corrientes
feministas.
Hagamos un alto
en la exposición. Lo complejo, abstruso y artificial de las teorías que se
suceden resulta imposible de resumir; no obstante, Braunstein acomete la tarea
de hacerlo, exponiendo sus líneas fundamentales y la evolución sufrida,
haciendo llegar a lector una idea clara del progreso social y político de este
movimiento. Todo ello, pese a la constante utilización de palabras y términos tan
difusos como confusos de los predicadores del género. Salta a la palestra otra
mujer, Judith Butler, colaboradora de Anne Fausto-Sterling y creadora de la llamada
“performatividad de género”. Braunstein resume sus ideas en esta afirmación “el
sexo no existe”. Y no existe, porque Butler lo considera también como un
dato cultural: “el sexo no es un hecho anatómico, sino un “hecho” creado por
el discurso”. Pero, como hay que impresionar (èpater) al burgués, dará un paso
más para afirmar que el cuerpo tampoco existe: “solo existen conciencias, no
cuerpos”. Foucault asoma su cabecita por aquí, por la sencilla razón de que
no le gusta su cuerpo. ¿El cuerpo jaula del alma, como sugería Platón? El hecho
cierto es que también parece resonar la gnosis en su desprecio al cuerpo. Una
de cuyas manifestaciones es la llamada “amputomanía” por la que el individuo se
deshace alguna parte de su cuerpo. En escala reducida el libro menciona los
tatuajes. Por mi parte veo en los piercings al uso una manifestación de ese
desprecio al cuerpo que se manifiesta de modo creciente.
Al final todo
es confusión. “El nuevo ideal será el de la fluidez de los géneros , la
genderfluidity”. Uno se acuerda de la famosa frase de Groucho: “Estos
son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. El hecho es que se
supera la transexualidad para desembocar en el “transgenerismo”, donde no cuenta
el sexo, sino el sentimiento. Con lo que se deconstruye el mismo género: somos
hombres o mujeres en el momento que queremos y como queramos-. Braunstein
termina su crítica refiriéndose a las acciones perjudiciales que se están
tomando sobre los niños y, ya en términos casi chistosos, al episodio de los “bathroom
wars”, la guerra de los cuartos de baño, que ocupó buena parte del último año
de la presidencia de Obama, quien, por cierto, terminó instalando baños para
transexuales en la Casa Blanca. Hasta la lesbiana y feminista Camille Paglia ha
afirmado: “Nada define mejor la decadencia de Occidente para los yihadistas
que nuestra tolerancia en relación con la homosexualidad manifiesta y esa manía
transgénica actual”. Como colofón, la referencia a la historia de Conchita
Wurst, el hombre barbudo vestido de mujer que cantó en el Festival de
Eurovisión, llamad@ a ser “Queen of Europe”.
La segunda
parte del libro se refiere a las corrientes animalistas, cada vez más
importantes. Las ideas sustentadas son mucho más simples e inteligibles para el
lector: se trata simplemente de afirmar que hombre y animales tienen los mismos
derechos, porque ambos tienen sensibilidad. Esta idea prevalece en la sociedad
occidental, siendo su promotor fundamental Peter Singer, australiano profesor
de bioética en Princeton. Llega a las leyes que pasan de considerar a los animales
de bienes muebles a sujetos de derechos. Plantea innumerables problemas la idea
de cómo decidir qué animales tienen sensibilidad y los que no. Genera proyectos
como el ”Gran Simio”, referido a los chimpancés, gorilas y orangutanes. Trata
de extender su protección a las plantas (el “grito de la zanahoria”). Justifica
y tolera la zoofilia. Genera la idea de “especismo”, como forma de un dominio
basado en la especie. Tiene que recurrir a los “casos marginales” para evitar
que ciertos humanos sean preferidos como ejemplares de experimentación.
Braunstein
destaca el hecho que estas ideas apenas progresan en las zonas rurales, en la que
las personas han tratado con animales y conocen su vida, y que en cambio avanza
en los urbanitas gracias a un progresivo desconocimiento de la vida animal.
La tercera
parte del libro está dedicada a la eutanasia. Las estadísticas reflejan
que en muchos países de Europa su aceptación supera el 80% de la población. Más
adelante, Braunstein pondrá de relieve que esta proporción es mucho menor entre
los profesionales médicos, que se han enfrentado a esa decisión en su
trayectoria, así como que la gente acepta la eutanasia mientras goza de buena
salud.
La eutanasia
tiene un largo alcance. El libro recuerda que hay dos momentos trascendentales en
el individuo: el de su nacimiento y el de su muerte. Si esta última es invadida
por la eutanasia, no es menos cierto que ese círculo de la vida afecta al
primero de esos momentos, a través de las ideas de infanticidio e,
indirectamente, del aborto. Volverá a ser Singer, el defensor del animalismo,
el mantenedor, a ultranza de las ideas pro-eutanasia, llegando al ridículo. Es
curiosa la anécdota que el libro cuenta de él: se descubrió que su madre, con
Alzheimer, seguía viva y cuidada. A Singer no se le ocurrió dar otras
explicaciones como las de que la decisión la había tomado su hermana y de que
así creaba puestos de trabajo. Siempre la diferencia entre el juego de las
tesis y las realidades.
En el fondo,
Singer trata de justificar la eutanasia creando la idea de la persona que ha
dejado de serlo al llegar a ser insensible, incapaz de relacionarse, expresarse…
Estamos ante lo que se concibe como ”no persona”. Ésta puede ser eliminada sin
resquemores ni dudas, sea un viejo, un individuo en coma… o un niño incapacitado
para el aprendizaje o aun carente de la posibilidad de tenerlo. Ese individuo
tendrá una consideración inferior a la del cerdo bien alimentado y sano. Aun
así, la defensa de la eutanasia encontrará un obstáculo añadido: ¿Quién decide
esa condición no personal del individuo que la hace apta para ser eliminada? Al
final aparece la sombra alargada y torva del Estado. Braunstein admite el
suicidio y su variante del suicidio asistido cuando está clara la decisión en
ese sentido suicida del imposibilitado. Pero rechaza terminantemente la
eutanasia, cuando no exista ese signo voluntario del suicidio. Y admite el aborto,
que incluye el infanticidio dentro de unos generosos límites.
Es fácil pasar
a una “redefinición” de la muerte. Surge así la llamada “muerte cerebral”,
alentada por la difusión de los trasplantes, la creciente necesidad de órganos
sanos para ello y precursora de una “muerte neocortical” en la que bastará
únicamente la afectación de los centros del cerebro anterior. Contra esas
tenencias ha luchado —y sido vencida— la antropóloga canadiense Margaret
Lock. Las ideas favorables a la eutanasia triunfan sobre todo entre los jóvenes
y son signo de una sociedad decadente y enferma. Mientras tanto, profesionales
aconsejan anestesiar a esa no-persona cuando son sacrificadas, “por si acaso”.
Es raro
encontrar un libro que contenga denuncias tan grueso calibre como las que lleva
éste. Cada página es una confrontación con las ideas ajenas y reinantes como
consecuencia del apoyo que diariamente le prestan ciertos medios de
comunicación social, generalmente mal informados, pero que pretenden estar “a
la page” pero, tristemente calificables de políticamente correctos. Y esa
confrontación se lleva a cabo con una abrumadora aportación de afirmaciones y críticas.
O sea: un ensayo
racionalmente correcto. Que vale la pena leer.
“La
filosofía se ha vuelto loca. Un ensayo políticamente incorrecto” (310 págs.) es
un libro del que es autor Jean-François Braunstein, registrado y publicado en
Francia en 2018 y en España en octubre de 2019 por Editorial Ariel del Grupo
Editorial Planeta.
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