domingo, 29 de diciembre de 2019

Anthony McCarten : “Los dos papas. Francisco, Benedicto y la decisión que estremeció al mundo”.


Ayer, causalmente, vi la película de este nombre dirigida por Fernando Meirelles. Hoy, naturalmente, considerando a las versiones peliculeras formas habituales de traición, he descargado el texto original que iré leyendo y comentando. El autor, Anthony McCarten, neozelandés, comenzó su carrera en el terreno de la novela y ha terminado desembocando en el campo de los guionistas y productores de cine: La Teoría del Todo y Bohemian Rhapsody son obras suyas y se cuentan, como en parte lo hace el libro comentado, en el campo del llamado biopic. McCarten fue el guionista de la película.
La historia que cuenta arranca de la muerte de Juan Pablo II y el dramatismo que la rodeó ya que no se ocultó su sufrimiento, pese a las limitadas informaciones que inicialmente tuvo la prensa. Sirva este exordio para destacar la importancia que Ratzinger tuvo como sombra servidora de Juan Pablo II. No solamente como cabeza de la Congregación para la Defensa de la Fe, sino como organizador de las exequias que siguieron a la muerte del “santo súbitto” y en las que McCarten advierte verdadera sinceridad en el dolor de Ratzinger.
Es realmente exuberante y deliciosa la descripción del conclave que lleva a cabo en su libro, mezclando acertadamente lo histórico y lo circunstancial del momento. No oculta las negociaciones que existieron entre los cardenales, mostrando las conversaciones que mantuvieron sobre todo en comidas y cenas, así como la presencia progresiva de cardenales no occidentales. Todo convergiendo en una oposición entre cardenales conservadores y cardenales progresistas, de defensores de la estabilidad y de buscadores de la renovación que creían necesaria, aunque tuviera aroma de revanchista.
El libro repasa cuidadosamente las cuatro votaciones que condujeron a la designación de Ratzinger como papa. Una especie de “patada adelante”, como se dice en el rugby: una elección de un papa de avanzada edad y dudosa salud. O sea, una pausa, una espera. La gran sorpresa fue que la única figura que se le opuso, ocupando el segundo lugar, fue Bergoglio. Todo en un escenario que mostraba por una parte el incremento de los católicos no practicantes y de los movimientos cristianos confusos de Hispanoamérica, y por otra, las definiciones pendientes de la posición de la Iglesia frente a temas tan espinosos como el celibato de los ordenados, la homosexualidad, el papel de las mujeres en la iglesia, el capitalismo, el marxismo y tantas otras cosas. Uno piensa que llegó un momento en el colegio cardenalicio olvidó aquello de “mi reino no es de este mundo”. Y optó por dar un tiempo al populismo, porque hay populismos de derechas, de izquierdas, nacionalistas, peronistas… y eclesiales o religiosos.
Antes de seguir adelante, el libro expone detenidamente la personalidad y la historia pasada de ambos cardenales. Son citas a la vez breves y extensas. Especialmente se refiere a ambos de una forma muy sintética pero expresiva de su pensamiento; al del autor me refiero, claro. Estos son los calificativos que asigna a Ratzinger: “… un intelectual alemán, suspicaz ante el humor, introvertido, degustador de lujos y un poco dandi en el vestir ( … ), que sentía que la «negativa» de la Iglesia a doblegarse y a cambiar es precisamente su mayor fuerza, y en realidad el secreto de su duración y su intemporalidad. Aunque sincero en sus deberes sagrados, era un hombre completamente carente de don de gentes. Teólogo introvertido, carecía de experiencia alguna sobre el terreno. Que se sepa no era aficionado a ningún deporte. Tampoco dijo nunca una sola palabra romántica a otro ser humano, que sepamos”.
Estos otros calificativos son los que atribuye a Bergoglio: “… un argentino carismático, amante de la diversión, aparentemente un hombre humilde, extrovertido, que viste con sencillez (…), y partidario intermitente de la Teología de la Liberación, un movimiento católico que busca ayudar a los pobres y oprimidos mediante la implicación «directa» en actividades políticas y cívicas. Es un hombre que sí tiene don de gentes. Un hombre del pueblo. Incluso tuvo novia una vez y trabajó como gorila en un club de tango. Ardiente hincha del fútbol”.
Estas descripciones parecen reflejar un claro sesgo favorable de McCarten hacia Bergoglio, lo cual no cuadra muy bien con la tormentosa narración que hace a la extensa juventud de Bergoglio, justificando con ello su sentimiento de “pecador” y con lo que cuenta tras la elección como papa del argentino. Pero uno estima que esa aparente incongruencia no existe: lo que McCarten defiende y alaba no es la persona de Bergoglio, sino las acciones que toma desde que es elegido pontífice. McCarten cree firmemente en el progreso que promete la nueva visión de la Iglesia, madurada a través del Concilio Vaticano II y las conclusiones de 1968 de Medellín, todo acunando la creciente presencia de la Teología de la Liberación: una Iglesia de los pobres pero despersonalizada en que las masas sustituyen al individuo; un relativismo y una multiculturalidad opuestas con el pensamiento tradicional; la lucha de clases como remedio al capitalismo; la búsqueda de la igualdad desplazando a la práctica de la caridad; la sustitución del prójimo por masas airadas.
Se presta en el libro una especial atención a lo que siguió a la elección de Ratzinger que su discurso inaugural afirmó que “su auténtico programa de gobierno es no hacer mi propia voluntad, no proseguir mis propias ideas, sino escuchar, junto con toda la Iglesia, al mundo y la voluntad del Señor”, consciente como era de la crisis profunda de la Iglesia. Temía el relativismo y las ideas del mayo de 68. Pero como indica McCarten “los mecanismos del cambio social estaban en marcha”. Todo lo resume en que eran consecuencia su bisoñez. Atribuye a sus errores la enemistad, luego remontada, con los islamistas, y las posteriores pero persistentes con los judíos. Para el autor, Ratzinger no deja el retrato de “un líder con autoridad… sino de un viejo frágil y confuso que se ahoga en un vaso de agua, mientras los que están más cerca de él lo contemplan”. Por si no llovía suficientemente, aparecieron los informes de abusos sexuales y estalló el Vatileaks. El 11 de febrero de 2013, Ratzinger dimitía. La sede vacante se produciría a las 20:00 horas del día 28 de febrero de 2013. Para ello aducía la avanzada edad le impedía hacer frente eficazmente a los problemas con los que se enfrentaba la Iglesia.
El libro parece bien estructurado: la desaparición de dos papas, dos conclaves, dos inicios de papados. Es el escenario adecuado para mostrar las diferencias que existen entre ambos papados y que justifica sobradamente el título de libro y de la película. Donde hay un bueno y un malo; la distribución de papeles está clara, aunque para ello el autor deba dar algunos brochazos que obviamente se superponen a la realidad.
Algo llama la atención poderosamente: en la película aparece uno de esos brochazos indecentes: la renuncia es algo que parece echar raíces en la serie de conversaciones que mantienen un Ratzinger y un Bergoglio, conversaciones que nunca tuvieron lugar y, menos, con la confidencialidad con que se representan. Pensando en McCarten: si una persona es capaz de traicionarse a sí misma de forma tan visible, ¿cómo no va a ser traidora también a la verdad o la realidad? Examinadas las opiniones que recoge FilmAffinity, la mayoría de los comentaristas entienden que maltrata a Ratzinger.
Hay una cuestión que el autor aborda sin remilgos: el mayor o menor entendimiento entre Bergoglio y Ratzinger. Ninguno, parece ser su opinión; no importando los gestos de afecto que se ensalzan, como existentes, entre ambos. En lo que insiste es en la personalidad atrayente (¿?) de Bergoglio, su don de gentes, su aparente humildad… aunque silencie sus excesos publicitarios, su oportunismo para la noticia, sus maniobras.
Como telón de fondo, aparece “el amanecer de la edad de la no creencia”, título dado al epílogo del libro. Crece el número de no practicantes: “cada vez más personas exigen ser libres para decidir ellos mismo en asuntos de fe y moralidad. Cada vez más no requieren que ningún templo les diga qué hacer o que les dé respuestas finales”. Pero uno cree que McCarten se equivoca al pensar eso sea el abandono de las ideas de Benedicto, es el abandono de la Iglesia, sea ésta la de Benedicto o la de Bergoglio.
Considera un misterio saber que movió a Ratzinger a dimitir (quizá lo comprenda cuando cumpla 86 años, edad a la dimitió éste, 34 años mayor que McCarten). Pero añade: “Un misterio adicional que hay que desvelar también: cómo es posible que ese protector de la fe ultraconservador, guardián de la doctrina, contemplase siquiera la dimisión cuando, como sabía muy bien, entregaría la silla de san Pedro al radical Jorge Bergoglio, un hombre muy distinto de él en carácter y en opiniones. Este libro relata la historia de dos papas, ambos poseídos por una autoridad tremenda e inalienable, una extraña pareja cuyos destinos convergieron, y que se influyeron el uno al otro poderosamente.”
Al primer misterio contesta McCarten: “Mi conjetura es que Joseph Aloisius Ratzinger debatió durante largo tiempo y con dureza las implicaciones del tipo de cambio que su dimisión podía provocar, y solo se retiró cuando hubo hecho las paces con la idea de Bergoglio, con la realidad de Bergoglio, con la necesidad de Bergoglio, los peligros de Bergoglio”. ¿Necesidad de Bergoglio? Uno cree que todo es una broma excesiva. La escisión de la Iglesia está ahí; “around the corner” como dice la canción.
Con todo, es un libro que se debe leer. No va a cambiar las ideas de nadie; no va a unificar la Iglesia. Pero a todos puede aportar informaciones desconocidas o ratificar otras conocidas. No es necesario estar conforme con el libro ni con las luces que arroja sobre esas informaciones para iluminarlas de forma especial.
“Los dos papas. Francisco, Benedicto y la decisión que estremeció al mundo“(156 págs.) es un libro escrito por Anthony McCarten en 2019 y publicado en España por Roca Editorial ese mismo año. Los comentarios se hacen a la versión ofrecida por Kindle.

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