Ayer,
causalmente, vi la película de este nombre dirigida por Fernando Meirelles.
Hoy, naturalmente, considerando a las versiones peliculeras formas habituales
de traición, he descargado el texto original que iré leyendo y comentando. El
autor, Anthony McCarten, neozelandés, comenzó su carrera en el terreno de la
novela y ha terminado desembocando en el campo de los guionistas y productores
de cine: La Teoría del Todo y Bohemian Rhapsody son obras suyas y se cuentan,
como en parte lo hace el libro comentado, en el campo del llamado biopic. McCarten
fue el guionista de la película.
La historia que
cuenta arranca de la muerte de Juan Pablo II y el dramatismo que la rodeó ya
que no se ocultó su sufrimiento, pese a las limitadas informaciones que
inicialmente tuvo la prensa. Sirva este exordio para destacar la importancia
que Ratzinger tuvo como sombra servidora de Juan Pablo II. No solamente como
cabeza de la Congregación para la Defensa de la Fe, sino como organizador de las
exequias que siguieron a la muerte del “santo súbitto” y en las que McCarten
advierte verdadera sinceridad en el dolor de Ratzinger.
Es realmente
exuberante y deliciosa la descripción del conclave que lleva a cabo en su
libro, mezclando acertadamente lo histórico y lo circunstancial del momento. No
oculta las negociaciones que existieron entre los cardenales, mostrando las
conversaciones que mantuvieron sobre todo en comidas y cenas, así como la
presencia progresiva de cardenales no occidentales. Todo convergiendo en una
oposición entre cardenales conservadores y cardenales progresistas, de
defensores de la estabilidad y de buscadores de la renovación que creían necesaria,
aunque tuviera aroma de revanchista.
El libro repasa
cuidadosamente las cuatro votaciones que condujeron a la designación de
Ratzinger como papa. Una especie de “patada adelante”, como se dice en el
rugby: una elección de un papa de avanzada edad y dudosa salud. O sea, una
pausa, una espera. La gran sorpresa fue que la única figura que se le opuso,
ocupando el segundo lugar, fue Bergoglio. Todo en un escenario que mostraba por
una parte el incremento de los católicos no practicantes y de los movimientos
cristianos confusos de Hispanoamérica, y por otra, las definiciones pendientes
de la posición de la Iglesia frente a temas tan espinosos como el celibato de
los ordenados, la homosexualidad, el papel de las mujeres en la iglesia, el
capitalismo, el marxismo y tantas otras cosas. Uno piensa que llegó un momento
en el colegio cardenalicio olvidó aquello de “mi reino no es de este mundo”.
Y optó por dar un tiempo al populismo, porque hay populismos de derechas, de
izquierdas, nacionalistas, peronistas… y eclesiales o religiosos.
Antes de seguir
adelante, el libro expone detenidamente la personalidad y la historia pasada de
ambos cardenales. Son citas a la vez breves y extensas. Especialmente se
refiere a ambos de una forma muy sintética pero expresiva de su pensamiento; al
del autor me refiero, claro. Estos son los calificativos que asigna a
Ratzinger: “… un intelectual alemán, suspicaz ante el humor, introvertido,
degustador de lujos y un poco dandi en el vestir ( … ), que sentía que la
«negativa» de la Iglesia a doblegarse y a cambiar es precisamente su mayor
fuerza, y en realidad el secreto de su duración y su intemporalidad. Aunque
sincero en sus deberes sagrados, era un hombre completamente carente de don de
gentes. Teólogo introvertido, carecía de experiencia alguna sobre el terreno.
Que se sepa no era aficionado a ningún deporte. Tampoco dijo nunca una sola
palabra romántica a otro ser humano, que sepamos”.
Estos otros
calificativos son los que atribuye a Bergoglio: “… un argentino carismático,
amante de la diversión, aparentemente un hombre humilde, extrovertido, que
viste con sencillez (…), y partidario intermitente de la Teología de la
Liberación, un movimiento católico que busca ayudar a los pobres y oprimidos
mediante la implicación «directa» en actividades políticas y cívicas. Es un
hombre que sí tiene don de gentes. Un hombre del pueblo. Incluso tuvo novia una
vez y trabajó como gorila en un club de tango. Ardiente hincha del fútbol”.
Estas
descripciones parecen reflejar un claro sesgo favorable de McCarten hacia
Bergoglio, lo cual no cuadra muy bien con la tormentosa narración que hace a la
extensa juventud de Bergoglio, justificando con ello su sentimiento de
“pecador” y con lo que cuenta tras la elección como papa del argentino. Pero
uno estima que esa aparente incongruencia no existe: lo que McCarten defiende y
alaba no es la persona de Bergoglio, sino las acciones que toma desde que es
elegido pontífice. McCarten cree firmemente en el progreso que promete la nueva
visión de la Iglesia, madurada a través del Concilio Vaticano II y las
conclusiones de 1968 de Medellín, todo acunando la creciente presencia de la
Teología de la Liberación: una Iglesia de los pobres pero despersonalizada en
que las masas sustituyen al individuo; un relativismo y una multiculturalidad opuestas
con el pensamiento tradicional; la lucha de clases como remedio al capitalismo;
la búsqueda de la igualdad desplazando a la práctica de la caridad; la sustitución
del prójimo por masas airadas.
Se presta en el
libro una especial atención a lo que siguió a la elección de Ratzinger que su
discurso inaugural afirmó que “su auténtico programa de gobierno es no hacer
mi propia voluntad, no proseguir mis propias ideas, sino escuchar, junto con
toda la Iglesia, al mundo y la voluntad del Señor”, consciente como era de
la crisis profunda de la Iglesia. Temía el relativismo y las ideas del mayo de
68. Pero como indica McCarten “los mecanismos del cambio social estaban en
marcha”. Todo lo resume en que eran consecuencia su bisoñez. Atribuye a sus
errores la enemistad, luego remontada, con los islamistas, y las posteriores pero
persistentes con los judíos. Para el autor, Ratzinger no deja el retrato de “un
líder con autoridad… sino de un viejo frágil y confuso que se ahoga en un vaso
de agua, mientras los que están más cerca de él lo contemplan”. Por si no llovía
suficientemente, aparecieron los informes de abusos sexuales y estalló el
Vatileaks. El 11 de febrero de 2013, Ratzinger dimitía. La sede vacante se
produciría a las 20:00 horas del día 28 de febrero de 2013. Para ello aducía la
avanzada edad le impedía hacer frente eficazmente a los problemas con los que
se enfrentaba la Iglesia.
El libro parece
bien estructurado: la desaparición de dos papas, dos conclaves, dos inicios de
papados. Es el escenario adecuado para mostrar las diferencias que existen
entre ambos papados y que justifica sobradamente el título de libro y de la
película. Donde hay un bueno y un malo; la distribución de papeles está clara,
aunque para ello el autor deba dar algunos brochazos que obviamente se
superponen a la realidad.
Algo llama la
atención poderosamente: en la película aparece uno de esos brochazos
indecentes: la renuncia es algo que parece echar raíces en la serie de conversaciones
que mantienen un Ratzinger y un Bergoglio, conversaciones que nunca tuvieron
lugar y, menos, con la confidencialidad con que se representan. Pensando en
McCarten: si una persona es capaz de traicionarse a sí misma de forma tan
visible, ¿cómo no va a ser traidora también a la verdad o la realidad?
Examinadas las opiniones que recoge FilmAffinity, la mayoría de los
comentaristas entienden que maltrata a Ratzinger.
Hay una
cuestión que el autor aborda sin remilgos: el mayor o menor entendimiento entre
Bergoglio y Ratzinger. Ninguno, parece ser su opinión; no importando los gestos
de afecto que se ensalzan, como existentes, entre ambos. En lo que insiste es
en la personalidad atrayente (¿?) de Bergoglio, su don de gentes, su aparente humildad…
aunque silencie sus excesos publicitarios, su oportunismo para la noticia, sus
maniobras.
Como telón de
fondo, aparece “el amanecer de la edad de la no creencia”, título dado
al epílogo del libro. Crece el número de no practicantes: “cada vez más
personas exigen ser libres para decidir ellos mismo en asuntos de fe y
moralidad. Cada vez más no requieren que ningún templo les diga qué hacer o que
les dé respuestas finales”. Pero uno cree que McCarten se equivoca al
pensar eso sea el abandono de las ideas de Benedicto, es el abandono de la Iglesia,
sea ésta la de Benedicto o la de Bergoglio.
Considera un
misterio saber que movió a Ratzinger a dimitir (quizá lo comprenda cuando
cumpla 86 años, edad a la dimitió éste, 34 años mayor que McCarten). Pero
añade: “Un misterio adicional que hay que desvelar también: cómo es posible
que ese protector de la fe ultraconservador, guardián de la doctrina,
contemplase siquiera la dimisión cuando, como sabía muy bien, entregaría la
silla de san Pedro al radical Jorge Bergoglio, un hombre muy distinto de él en
carácter y en opiniones. Este libro relata la historia de dos papas, ambos
poseídos por una autoridad tremenda e inalienable, una extraña pareja cuyos
destinos convergieron, y que se influyeron el uno al otro poderosamente.”
Al primer
misterio contesta McCarten: “Mi conjetura es que Joseph Aloisius Ratzinger
debatió durante largo tiempo y con dureza las implicaciones del tipo de cambio
que su dimisión podía provocar, y solo se retiró cuando hubo hecho las paces
con la idea de Bergoglio, con la realidad de Bergoglio, con la necesidad de
Bergoglio, los peligros de Bergoglio”. ¿Necesidad de Bergoglio? Uno cree
que todo es una broma excesiva. La escisión de la Iglesia está ahí; “around the
corner” como dice la canción.
Con todo, es un
libro que se debe leer. No va a cambiar las ideas de nadie; no va a unificar la
Iglesia. Pero a todos puede aportar informaciones desconocidas o ratificar
otras conocidas. No es necesario estar conforme con el libro ni con las luces
que arroja sobre esas informaciones para iluminarlas de forma especial.
“Los dos papas. Francisco,
Benedicto y la decisión que estremeció al mundo“(156 págs.) es un libro escrito
por Anthony McCarten en 2019 y publicado en España por Roca Editorial ese mismo
año. Los comentarios se hacen a la versión ofrecida por Kindle.
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