lunes, 16 de diciembre de 2019

María Elvira Roca Barea : “Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días”



No hace mucho comenté otro libro de María Elvira Roca Barea. Aquél se dirigía contra la leyenda negra e implicaba el ataque externo a España. Este nuevo libro contempla otro aspecto como es la asunción interna de ese conjunto de sambenitos, inducido por las élites culturales y sociales. Si la tesis del primero era más o menos reconocida, la del segundo lo es mucho menos, y, de hecho, está asumida por la gran masa de españoles, como resultado de los relatos con la que ha sido manipulada.
No hace falta volver a recordar a Roca Barea. Su primera obra polémica, la Hispanofobia, ha sido objeto de aplausos y de críticas, muchas de ellas acogidas por “El País”. De lo que no cabe dudar es de su espíritu “españolista”, que no hace sino someter a análisis las posiciones anti españolistas que derivaron de la leyenda negra en un primer momento y el pensamiento lúgubre y derrotista que después sembró en España. Sin embargo, la propia autora no oculta en la introducción que “es imposible en un solo libro investigar la acomodación en España de ideas negativas y catastrofistas sobre ella”. El libro pretende ser solo “una pequeña contribución” al estudio del problema que supone “la falta de compromiso de buena parte de las élites españolas con su país”. A lo que hay que añadir “la naturalidad con que vemos esto”.
Advirtamos de antemano que el objeto real de la crítica de Roca Barea es la distinta vara de medir con que se compara la ejecutoria española en el mundo y la de los países que la rodearon, asistiendo y aplaudiendo, al entierro de su trayectoria histórica. En ocasiones basta el silencio y dejar de citar en este sentido a los autores de moda que tantas veces se han investido como narradores de la historia de la humanidad o descubridores de sus motivaciones más íntimas.
Una de las virtudes de este libro es la acotación que lleva a cabo del periodo histórico analizado. No es que lo limite arbitrariamente a él, sino que lo denunciado sólo se aprecia en ese peculiar lapso de tres siglos, aunque aún persiste. Si la leyenda negra surgió durante los Austrias, será a la llegada de los Borbones cuando se inicie el declive del orgullo español para acoger y asumir, a veces sin sentirlo, las ideas que anidaban en aquella leyenda negra. El análisis del libro se ceñirá, por tanto, a un periodo histórico determinado: se iniciará en un siglo XVIII en que Felipe V llega al trono de España, transcurrirá por un siglo XIX durante el que se laminarán los intentos de resistencia al ataque exterior (que deja de reconocerse como tal), y concluirá en unos siglos XX y XXI en los que se persiste en el error de enfoque básico; concluye el análisis sereno de los hechos, pero subsiste la pérdida de sentido de nuestras élites.
Todo comienza en nuestra triste Guerra de Secesión. Se trata de alancear al muerto. Momento en el que la autora nos sorprende con una inusual defensa de Carlos II. Se discute si el rey de España debe ser un francés o un austriaco. Gana el primero, tras haberse designado el primero por Carlos II como rey de España y haber cambiado su parecer siguiendo sugerencias del papado. En realidad, el verdadero ganador es Luis XIV. Felipe V es nombrado rey de España en la corte francesa. La corte española se halla completamente dividida entre ambos bandos. España quedará absolutamente subordinada a Francia a través de los Pactos de Familia. La Guerra de Sucesión, en realidad, comenzará dos años después de instaurarse los Borbones y responde en realidad a divergencias comerciales y políticas exteriores.
Roca Barrea destaca algunos aspectos de importancia. Uno, es el origen estrictamente francés de la hispanofobia, lo que va a acreditar recorriendo el pensamiento de algunos escritores franceses. Otro es la labor de total oscurecimiento y silenciamiento de la época de los Austrias donde brilló el Imperio español. Algo cuya justificación encuentra, en gran parte en el fracaso de las aventuras francesas en América.
El siglo XVIII se abre con la invasión napoleónica que trata de convertir a España en una especie de protectorado, ya vencido culturalmente. Lo que se creía un paseo triunfal se convierte en una guerra cruel que iniciará la declinación del bonapartismo, reconocido por el propio Napoleón, pero sin que apenas se refleje en la historia de Francia. Y son las propias élites afrancesadas las que defenderán esa invasión, frente a la actitud del pueblo no afrancesado.
Sin embargo, la figura de “afrancesado”, generada durante el siglo anterior con la subordinación a lo francés como algo superior a lo español, va a ocupar este periodo cuando ya los afrancesados copan todas las esferas del poder. Lo que era regresión se viste de pensamiento avanzado y determinará que lo afrancesado apadrine el absolutismo o la llegada de “los Cien Mil Hijos de … San Luis” (sic) reinstaurando a un Fernando VII apodado “El Felón”. Personaje al que más tarde imputarán la total responsabilidad de esos actos. Con objeto de diluir la propia.
El fenómeno más notable es la aparición de la idea de “liberal” en España, para designar a quienes no aceptan esa subordinación a lo francés. Para desgracia de los liberales, los dirigentes afrancesados logran identificarles, desde sus actitudes conservadoras, como auténticos reaccionarios, defensores de una España atrasada y oscura. Uno ve a estos afrancesados como primeras manifestaciones del actual “progresismo”.
Repasa igualmente la insignificancia de la literatura y el arte españoles durante el siglo XVIII. O la separación de la literatura refinada de las élites y la literatura popular, con manifiesto desprecio de esta última. Roca Barea intercala largas consideraciones dedicadas a personajes como Diego Muñoz Torrero, ignorado padre del Constitución de 1812, Leandro Moratín, Juan Böhl de Faber o Mariano José de Larra, muestras representativas de ambas tendencias. O se refiere a materias tan ajenas, al parecer, del tema abordado como el flamenco.
Ya en un terreno más próximo a la política se refiere al desmoronamiento del Imperio español y al victimismo criollo que lo favoreció. Compara la actuación de España con el colonialismo que desarrollarían Francia, Inglaterra y Holanda en las áreas que fueron ocupando en África y Asia.
El libro descubre muchos hechos desconocidos y dirige sus principales acusaciones en dos sentidos: hacia los intelectuales franceses y sus élites, que llevaron a cabo los mejores esfuerzos para destruir la imagen del España sustituyendo la inicial leyenda negra, sustentada en ámbitos foráneos por razones comerciales y religiosas, por otra más dura, en unos aspectos y más útil en otras. La segunda de las acusaciones es para los intelectuales españoles, ahora nuestras élites, que se sometieron, y se someten en la actualidad, a la imagen creada desde el extranjero.
El análisis del siglo XIX muestra el reconocimiento definitivo de la servidumbre cultural de España. Se asume la historiografía francesa, sustanciada sobre todo por la obra de Guizot, sin apenas atisbos o intentos de crear una propia.
Los siglos XX y XXI agravan el problema: la servidumbre cultural no sólo se asume, sino que se vuelve contra la misma España. Roca Barea anota que deja de ser exclusivamente francófila para pasar a ser esencialmente germanófila. Primero son los movimientos regeneracionistas y fragmentaristas, seguidos más tarde de la teorización de las causas de esa degeneración a la que únicamente se la encuentran causas internas. La controversia entre Unamuno (“En torno al casticismo”) y Ganivet  (“España filosófica contemporánea”) terminan acusando a Castilla en exclusiva de toda la decadencia española, único fenómeno que distinguen. La coincidencia en esas ideas de otros importantes escritores justificará la definición de la llamada a posteriori generación del 98.
El libro dedica muchas páginas a analizar ciertos puntos concretos. El primero es la relación del nacionalismo local y la balcanización que nos acecha. El segundo es un tanto peculiar ya que llama la atencion sobre la obra de Max Weber, a la que considera desmedida y equivocada. Pero, ¿quién no ha citado (aun sin leerla) su obra: “La ética del protestantismo y el espíritu del capitalismo”?
Una última consideración es la dedicada a la oleada indigenista que hoy afecta incluso a los Estados Unidos y que se manifiesta en la condenación de personajes tan dispares como Colón o San Junípero Serra. España calla y allí olvidan los pasados planes, nunca españoles, para el exterminio de los indios nativos.
Las palabras finales del libro se dedican a las posibles soluciones. El mal —más allá de la pobreza intelectual de la mayoría de nuestras élites políticas y mediáticas— se sustancia hoy en día en las autonomías, correctas en su creación y equivocadas en su utilización. Roca Barea exige un cambio de rumbo que ponga fin a las desigualdades geográficas, introduzca un Estatuto Único y recupere las competencias esenciales, singularmente la educación.
En suma: un libro en el que se aprenden cosas ignoradas, se repasan las sabidas, se ponen en juicio todas y se deja en claro la absoluta firmeza con que la autora expresa sus ideas. Que, por cierto, uno cree fuera de discusión.
“Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días” (528 págs.) es un libro escrito por María Elvira Roca Barea en 2019 y publicado ese mismo año por Planeta dentro de la serie Espasa, siendo la ganadora del Premio Espasa de 2019.

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