Arsenio Escolar 1957 es un periodista en cuyo currículo
destaca el hecho de ser fundador del diario gratuito “20 minutos” y haberlo
dirigido hasta 2017, fecha en que un nuevo propietario, el Heraldo de Aragón,
decidió prescindir de él probablemente porque la empresa estaba en pérdidas y
el sueldo del director era de 300.000 euros anuales.
Ignacio Escolar
es su hijo, nacido en 1975. Quien
frecuente la Sexta lo conocerá como contertulio habitual. Fue hasta 2009
director del periódico “Público” (que del papel saltó al ordenador) y fundó más
tarde el digital “Eldiario.es” en cuya ideación intervino Roures. Trataba
simplemente de introducir nuevo medio de comunicación, encuadrable sin
matización alguna en la izquierda, en el panorama español.
El libro fue presentado
en Burgos en octubre de 2010, Europa Press lo define como “una obra narrada en clave periodística que cuestiona la existencia de
mitos y personajes de la historia de Castilla y León como el Cid Campeador y el
Conde Fernán González”.
En su prólogo
lo explican: leyeron las historias que sobre los griegos y los romanos había escrito
Indro Montanelli, el conocido periodista italiano que comenzó en el fascismo,
fue comunista y terminó en la democracia cristiana, recomendándola votar tras taparse
la nariz. Los Escolar lo leen y se preguntan si no pueden hacer lo mismo con la
historia de Castilla, logrando lo que Montanelli aconsejaba: “Hacer que cada artículo pueda ser leído y
entendido por cualquier, incluso, por un lechero de Ohio”, frase por cierto
nada feliz en distintos aspectos. Un editor, Manuel Fernández-Cuesta (que fue
redactor jefe de Mundo Obrero y, entonces, en Península), conoce que tienen esa
idea y les propone que “que hiciéramos
para él ese libro sobre Castilla había oído que estábamos maquinando”. La
palabra maquinar es suficientemente expresiva. Y lo hicieron.
Lo que nació
fue “esto”. Confiesan los coautores que “los
periodistas, más que la perfección, nos obsesionamos con cumplir los horarios y
las fechas de cierre, de entrega de nuestros textos”. Y efectivamente, el libro
acumula datos recogidos como setas de libros de historia y acumula simplemente
ciertas actitudes carentes de todo apoyo histórico y contrapuestas a las
existentes por las buenas. O sea, un postureo por las buenas. Una lacra que
venimos sufriendo desde hace tiempo.
Los autores,
los Escolar, no entran a definir lo que conciben como nación. Arsenio, en una entrevista
hecha a La Vanguardia no se atreve a dar una definición y agrega “…toda nación es
una mezcla de realidad y ficción”. Su hijo es más explícito: “Es una ilusión
compartida. Es como el fútbol… Tienes el derecho a inventarte mitos”.
Si el concepto
de nación es un concepto discutible (y discutido, por descontado) no lo es
tanto como para no distinguir dos concepciones fundamentales: la nación política
y la nación cultural. ¿A cuál se refieren los Escolar? No se sabe. Tampoco
parece que ellos lo conozcan. No puede realmente hacerlo a la vertiente política
porque Castilla no pasó, con Aragón, de ser un elemento aglutinador con los
Reyes Católicos de lo que hoy consideramos España.
En cualquier
caso, Castilla jamás fue una nación, sino simplemente un reino. La nación es
algo que nace mucho más tarde y que hundirá sus raíces en el pueblo al que
concede el papel de protagonista. De ahí que el propio título del libro revele
la desorientación de los autores al hablar de la “nación inventada”.
Otro tanto sucede
con el término “mito”. Unicamente como mito podría situarse la presencia en España
de Santiago el Mayor. En los demás casos estaríamos únicamente ante leyendas o,
mejor aún, sobre cantares de gesta en muchos casos. Mientras por ejemplo la obra
de Rodrigo Jiménez de Rada es básicamente histórica, el poema del Mío Cid es un
auténtico cantar de gesta, una obra en la que se exaltan las virtudes de un
individuo para que sirva de ejemplo a todos. Agreguemos que el cantar de gesta
español es mucho más histórico que el francés, de tendencia más legendaria.
El libro
realmente tiene dos vertientes. La primera es en la que trata de ser divulgación
histórica. Indudablemente los Escolar no son historiadores. Toman una serie de libros
de historiadores, los leen y escriben el correspondiente capítulo. No hay nada
de investigación o aportación, sino solo de recolección. La segunda vertiente
es la desmitificadora.
La parte que
podemos llamar histórica lo es sobre todo por seguir el tiempo. Son objeto de
especial atención tres Alfonsos, VI, VII y VII, dos Fernandos (I y III), Sancho
II y, ya en campo contrario, Almanzor. Otros la centran también, pero para
ponerles de chupa domine: Fernán González, El Cid y Gonzalo de Berceo (y de
paso, San Millán). La exposición es en algunos momentos confusa, pero sin embargo
no lo es por la enorme complejidad de la vida en la España de la Reconquista.
Tratando de rechazar lo legendario, se incurre en lo convencional
Hay temas como
los relativos a la población, las ciudades, la mesta, la guerra o las barbaridades
de la guerra. Son libros leídos cuyo contenido se resume en distintos capítulos,
aunque estén escasamente relacionados. Como se dice en el libro “Había que documentarse mucho, leerse o
releerse muchos textos antes de ponerse a escribir una sola línea”. ¡Pobres!
Luego se expone la queja del tiempo y el esfuerzo que supuso, pero “tan a la carrera, que algunos capítulos, algunos
reportajes, probablemente hayan quedado un poco inmaduros. Quizás también se nos
haya escapado algún error, esperemos que menor. Pedimos disculpas por ambas
cosas”. Disculpas más que aceptadas, ¿cómo no? Sobre todo, por lo que confiesan
de inmadurez y de error.
Con esto, podemos entrar en la finalidad del
libro: la mitificación en primer término y la acusación correspondiente de su
autoría. Algo curioso, porque normalmente una leyenda se crea inocentemente,
aunque un mito puede serlo. Pero ya se sabe: no se distingue una cosa de otra.
Se desmitifica
en primer lugar al conde Fernán González, primer conde de Castilla.
Curiosamente se hace aludiendo a sus progenitores y antecesores. Al mismo tiempo
que se le califica como persona hábil e inteligente. Pasa a la pasarela el Cid.
No se discute su categoría como militar, pero más allá se duda del famoso
juramento de Alfonso VI, la afrenta de sus hijas o su exhibición a caballo una
vez muerto. De considerar que eso sólo son leyendas (toda leyenda tiene un
origen) pasa a calificarle de un ser sanguinario y execrable, un mercenario sin
conciencia. La realidad es que los Escolar no dejan títere con cabeza, aunque,
eso sí, exponiendo sus tesis precedidas de la expresión tantas veces repetida: “probablemente”.
Sin querer se
ha dicho en varias ocasiones que las fuentes consultadas por los Escolar eran
todas de historiadores de las dos últimas décadas. O sea, mucho friki. Los
enterrados, bien enterrados están. Por antiguos, aunque sólo sea. Hoy la
historia la escriben los vivos sin respeto a los hechos.
Por descontado,
un Ignacio Escolar que se enfada porque no se autorice un jueves santo una manifestación
anticatólica no es realmente un ejemplo, ni de tolerante, ni de historiador,
ni, claro, de verdadero periodista. Y los palos en el libro se descargan sobre
San Millán, el de la Cogolla. Todo es un invento para atraer “turismo”, es
decir peregrinos a la ruta jacobea. Por descontado, Gonzalo de Berceo, cuya obra
es únicamente producto del marketing de su monasterio, “Ya hemos apuntado reiteradas veces, los monasterios competían de modo
desaforado entre sí en un mercado muy duro, muy reñido, pero de gran
rentabilidad económica”. O sea, el periodismo actual.
La autoría de
toda esta mentira se endosa a Alfonso X que la encarga a Jiménez de Rada. “Fue el último responsable de que toda una
serie de invenciones y tergiversaciones sobre los orígenes de Castilla y sus
mitos fundacionales entran como hechos ciertos y contrastados en los libros de
historia en algunos casos hasta hoy mismo”. O sea, todos tontos, hasta que
llegan ellos. Sin embargo, Internet nos dice que “fundamentalmente, su mérito reside en que utiliza un método crítico
como historiador, cuestionando inteligentemente sus fuentes, haciendo uso de la
documentación y recurre a fuentes árabes para contrastar sus datos”.
El arco de
Santa María de Burgos es el símbolo al que atacan especialmente: un monumento
al que, como rendición a Carlos I, se rinde Burgos. ¡Pero si es el rey! La
mayoría de los burgaleses nunca hemos sabido quiénes eran con mínima seguridad
las figuras talladas. Era simplemente el Arco de Santa María. Hurgando, resulta
que lo presiden la Virgen María patrona de Burgos y el ángel protector de la
ciudad. Pero para los autores, burgaleses “probablemente” a pesar suyo, “hasta Burgos, caput Castellae, se postró,
construyendo ese arco de Santa María lleno de símbolos inventados”.
Faltan cinco líneas
para concluir el libro: los Escolar hablan, al referirse a Jaén Córdoba o
Sevilla, de “los que fueron sus verdugos:
aquellos belicosos castellanos que expulsaron en semanas a todos los pobladores
musulmanes”. Palabrita de historiadores. Que añaden por fin una última
frase. “También eran Castilla sus mitos,
sus leyendas; esa nación inventada que, al final, acabará siendo la nación
derrotada y expoliada”. Ya se sabe: a moro muerto, gran lanzada.
Un libro impresentable,
simplemente.
“La nación inventada. Una historia diferente
de Castilla” es un libro de que se confiesan autores Arsenio Escolar e Ignacio
Escolar a través de su registro en 2010. Fue publicada por la editorial
Península en 2010.
Estos rojos millonarios son, eso si, ávidos por la pasta; de Roures ya se conocía que es un "millonetis", pero eso de que D. Arsenio (pre)Escolar tuviera un sueldazo de 300.000€ es verdaderamente curioso al par que desconocido para el que suscribe.
ResponderEliminarSobre el libro ya lo has dicho todo y como los Diez Mandamientos se condensan en dos: im-presntable.
Con razón Federico J. Losantos apoda a esta familia como pre-Escolar.