Albert Boadella
no precisa, realmente, ninguna presentación. Su inconformismo, trasunto externo
de su libertad de pensamiento es sobradamente conocida. Precisamente por eso es
difícil conciliar la imagen que guardábamos de él como director de “Els
Joglars” con la que presenta ahora como presidente de Tabarnia, esa república
independiente que quiere desgajarse de la Cataluña rural que sueña con
superioridades para asentarse sobre la Ta de Tarragona y la Bar de Barcelona. Pero,
aunque sea difícil esa conjunción, no solamente es posible, sino que nos da la
visión real de Boadella. Y creo que en este libro se consigue. Advirtamos, como
hace el libro, que éste reúne las respuestas dada por Albert Boadella a las
entrevistas realizadas por Jaume Vives
“¡Viva
Tabarnia!” es la visión del independentismo catalán que tiene un catalán que no
es independentista. Desde este punto de vista expone sus primeras vivencias
infantiles de lo que implica el catalanismo. Enfatiza la importancia que tuvo
el haber nacido durante el franquismo, momentos en los que como indica “no existía el nacionalismo de forma
explícita, pero sí un sentimiento soterrado de catalanidad”. En el mundillo
al que se asomaba percibía “el
sentimiento de pertenencia catalán y la impresión de que el franquismo había perjudicado
la esencia de lo catalán”. Con ello, Boadella confiesa que recibió al mismo
tiempo un sentimiento de superioridad de lo catalán. Termina indicando: “una autoexaltación de las supuestas virtudes
comunes que ha llevado siempre a una predisposición a la xenofobia”.
Recuerda la
forma despectiva con que se miraba a los “castellanos”. La existencia de una
lengua propia tendió a dividir la sociedad entre los que hablaban sin problemas
en catalán y los charnegos recién llegados que, a su desconocimiento de la
lengua catalana, unían su reducido nivel cultural derivado de su flaqueza económica.
“En todo caso, frente al mundo
‘castellano’, nosotros, ‘los de casa’, nos considerábamos más cultos, más
limpios, más higiénicos, en fin, más organizados”.
“Lengua,
educación y medios”. Quizá sea uno de los apartados más lúcidos del libro. Tres
factores utilizados como instrumentos del independentismo para sus fines,
Boadella proclama: “Si hubiera fallado
uno de los tres, no hubiera funcionado”. Una observación importante cuando
no ha fallado ninguno. Los tres son “los
efectivos militares que ha manejado la Generalitat para extender la doctrina nacionalista
y como vehículo de doma general”.
La lengua es la
base de todo. Así lo deja claro Boadella quien, al mismo tiempo que persiste en
su defensa del catalán, su lengua materna, constata que “solo ha dado un buen escritor: Josep Pla sin duda es el gran escritor
en catalán y español del S. XX”. Pero, al tiempo eliminar la enseñanza del castellano,
es desconocer que solo tres lenguas, la inglesa, la china y la española, dominarán
el mundo. La postura de Boadella/Tabarnia es firme: el bilingüismo. Algo que
hay que fomentar porque constituye una “magnífica
y formidable esquizofrenia pacífica con la fértil facilidad de pasar de una
lengua a la otra”. Añade que ese bilingüismo era lo corriente en una
Cataluña real.
La segunda de las
patas de la manipulación nacionalista ha sido la enseñanza. Boadella nos
recuerda una historia desconocida o mal sabida: el germen de la nueva educación
es debido a Marta Mata con sus ‘escuelas de verano’ en las que se enseñaba en catalán
la historia un tanto catalanizada de Cataluña. En esas escuelas dio también
clase Boadella, algo por lo que ahora pide perdón, sin dejar de alabar el
envoltorio de calidad con que se aplicaba aquella “pedagogía activa”. Con su habitual
humor se agrega: “No fue el caso de mi generación
con aquella patraña de la “Formación del Espíritu Nacional’. No quedamos nada contaminados”.
El caso es que lo que comenzó con sutileza se aplica hoy en día “con todo descaro y desfachatez”.
Boadella alza
su dedo acusador apuntando a un Aznar que, a cambio de unos votos, impidió a
Álvarez de Miranda, defensor del pueblo, que impugnara ante el tribunal
constitucional la Ley de Política Lingüística de 7 de enero de 1998 aprobada
por la Generalitat. Una ley que fue respetada íntegramente por la reforma del
Estatuto de Autonomía de 2006, la reforma que una noche de bodeguilla aprobó en
blanco Zapatero con una dejación total de los intereses nacionales, declinantes
ante los de partido. La opinión de los políticos que expone Boadella no puede
ser más cruda: respecto de los que consintieron y de los que se aprovecharon.
La tercera de
las patas era la comunicación. Lo es actualmente con claridad meridiana. Aunque
afecta a muchos órganos de comunicación, TV3 es el buque insignia de la
maniobra. Boadella es terminante: “La televisión
autonómica no tiene más solución que la implantación de una competencia de
fuera equivalente”. Olvidemos el cambio de directores y mandos ya que “desde el conserje hasta los electricistas están
contaminados por el nacionalismo”. “Cuando
la gente se degrada al nivel que lo han hecho los dirigentes y profesionales de
TV3, ni existe ninguna regeneración posible”. Sobre todo, ello se insiste
en la importancia de la comunicación para el nacionalismo; cosa bien sabido
para los que reparten subvenciones.
El
independentismo monta sus mitos, genera sus ritos, ensalza sus himnos y termina
buscando e identificando al enemigo exterior, siempre necesario para tensionar
el nacionalismo. En el libro se nos expone como todo ello se va elaborando
lentamente, cómo los partidos van degradándose, cómo florece el régimen de
subvenciones de la poderosa autonomía. ”Pujol
es el hombre que organiza todo”, un auténtico resentido, con una oscura
trayectoria bancaria.
Como en un
museo de frikis se pasa revista a esa especie de personajes públicos que son
Anna Gabriel, Gabriel Rufián, Tardá o Pilar Rahola. Boadella se pregunta si
existe algún protagonista de la política nacionalista que merezca respeto. Y
hay que darle la razón. Insiste Boadella en que el respeto del que habla no solamente
es el intelectual, sino que tambien se refiere al ético. Y hay que seguir dándole
la razón. Como cuando dice: “se podría
concluir que no ha habido verdaderos pensadores del independentismo.”
Hay dos hechos
que conmueven todo: las manifestaciones de personas contraria al independentismo
que tuvieron lugar en Barcelona el 30 de septiembre y el 7 de octubre de 2007.
Nadie esperaba las multitudes que reunieron. Era un grito de “hasta aquí hemos llegado”. La gente
pierde la paciencia. Percibe además una especial cobardía en los
independentistas, tan acostumbrados al bienestar y la comodidad. Fue algo que
el propio Boadella indica que le sorprendió. Pero faltaba algo adicional: las “precipitadas e imprudentes elecciones”
que Rajoy ofreció como única actuación basada en el famoso artículo 155 de las Constitución
y que condujo a un resultado que implicaba una vuelta a la casilla de salida,
como ahora se dice. La aparición de Tabarnia está servida.
Boadella no es
precisamente optimista. El mal está hecho y dista mucho de tener una resolución
fácil. Tabarnia es un intento, cuya principal característica es sorprender la
mezcla de crítica, parodia y ataque que supone. Insiste en que Tabarnia no es
un partido político y que su única arma va a ser el humor, algo que excede con
mucho a las entendederas de los independentistas. Tabarnia es, simplemente, un
anticuerpo. Algo que convierte la situación en un juego perverso que muestre a
los independentistas lo ridículo de su postura. Un juego distinto, pero en el
que, si hay broma, sátira o parodia sobre el nacionalismo, “tiene que ser siempre de una dimensión elegante
e inteligente”.
Vargas Llosa,
en el cálido prólogo que incorpora a la obra, comienza diciendo: “Este libro hay que leerlo de una sola
sentada, de principio a fin. Como se ve uno de esos espectáculos que fantasea
Boadella”. Así lo he hecho y es tarea fácil. Mis observaciones (o mis
regurgitaciones, mejor) tienen ese mismo sentido. Responden simplemente a las
reacciones más importantes recibidas de la lectura. Pero habría muchas más cosas
a destacar: por ejemplo: la idea de lo cursi está en cabecera de las críticas
dirigidas: tiene un antecedente en Franco y su culminación en el catalanismo. O
los lacitos amarillos. O el emparedamiento en el olvido de Dalí.
La obra termina
así: “¡Viva Tabarnia!, que es lo mismo
que decir: ¡Viva España!”. Si está de acuerdo con esa afirmación, lea el
libro y disfrutará. Si no lo está, léalo porque probablemente anda flojo de
información o la que tiene está manipulada. A uno le entran ganas de responder
al grito de Boadella con otro: “¡Viva
España!, que es lo mismo que decir: ¡Viva Tabarnia!”.
“¡Viva Tabarnia!” (192 págs.) es un
libro escrito por Albert Boadella, registrado en 2018 y publicado ese mismo año
de 2018 por Editorial Espasa Libros S.L.U. Incluye un prólogo de Maro Vargas
Llosa.
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