Todo sucedió
así: entré en un liberaría y me acerqué a los libros de Alianza Editorial. En
el lomo de uno de ellos aparecía el título: “Posverdad”, un concepto novedoso y
escasamente definido, algo así como el garrote goyesco con que se atacan los
individuos, y en especial los políticos y los periodistas. Es una noción de
creciente creación y de la que buscaba algún tipo de análisis sobre la misma, una
definición en todo caso. Y lo compré sin más. Ya en casa contemplé atónito la
portada: aparecía en doble imagen la de Donald Trump. El libro ya establecía
así una clara relación entre este político y la posverdad. Si esto es lo que
pensaba el autor, un tal Matthew D’Ancona, acaba de tomar partida en la
confrontación a la que alude en al subtítulo del libro tachándola de “nueva
guerra contra la verdad”. Digamos que de dicho autor únicamente puedo decir
que es periodista conocido, inglés y que ha carecido de una orientación
política definida. Tiene sus columnas fijas, al parecer, en “The Times” y en el
“New York Times”.
En resumen, me
encuentro con “un libro en las manos” (como decía aquel señor llamado Luis de
Sosa en la TVE) tratando de saber lo que se conoce por “posverdad”, es decir,
lo prometido por el libro. Tristemente, con lo único que se topa es con “su
posverdad”, algo así como una barra libre, no de opinión sino de
desinformación. Hay ya aquí algo que no aparece destacado en el libro: la
intencionalidad de la mencionada desinformación. Es comprensible: en sus
primeros párrafos dice Matthews: “inevitablemente Trump aparece en la
paginas de este libro como una pantera de pelo naranja” Aunque añade: “pero
el presidente no es su asunto principal”. Luego aclara: “me propongo examinar
cómo ha sido decayendo progresivamente el valor de la verdad como divisa de
reserva de la sociedad, y el contagio epidémico de un pernicioso relativismo
disfrazado de legitimo escepticismo”. Pero en el camino ha dejado ya rastro
de su sesgo.
Si vamos al
Diccionario de la Real Academia de la Lengua nos encontraremos con que ya
registra su definición de la posverdad (que hace derivar del inglés, post y
truth, sin que se sepa bien por qué se ha sustituido el prefijo post, más
expresivo, por el del “pos”). Esta definición es la siguiente: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones
con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Y ofrece un dudoso ejemplo del uso de ese término: “Los demagogos son
maestros de la posverdad”. Cierto, pero no exclusivo.
A lo largo de esta obra se manifiesta un error básico y fundamental: en
ningún momento se busca la verdad, sino que simplemente de apropia de ese
concepto para aplicarlo a determinadas concepciones, a las que defiende. O sea,
simplemente: la verdad es suya; lo que la contradice es posverdad (¿recuerdan
la idea de lo no correcto políticamente?). Sucede que, además, no se habla de
la verdad como conocimiento de la realidad, sino que se hace simple referencia
a hechos de los que en unos casos se informa sin manipulación alguna y de los
que son inventados o manipulados. Esos dos conceptos aparecen identificados
como gérmenes de la posverdad: la negación y la conspiración. Sucede, sin
embargo, que esa afirmación de D’Ancona debe ser interpretada desde su peculiar
punto de vista. La negación, por ejemplo, se convierte en silencio o fingida
ignorancia. Sin olvidar el insulto y el desprecio como compañeros de viaje.
El libro da una especial relevancia a la idea de “conspiración”, vocablo
que, en España, por ejemplo, se ha ligado a una referencia a la enfermedad
mental para construir el concepto de conspiranoico. Las definiciones del DRAE
nos proporcionan dos primeras acepciones que se refieren a varias personas que
se unen contra su propio soberano o que se unen contra un particular para
hacerle daño. Tampoco resulta apropiado recurrir al Código Penal cuyo artículo
17 nos dice que la “conspiración existe cuando dos o más personas se
conviertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo”.
Pienso que, desde un punto de vista vulgar, habría que distinguir dos
clases en las llamadas conspiraciones. Una que podemos calificar de pintoresca,
como son las que niegan la muerte de Elvis Presley, la llegada a la luna, ….
Otras —que son las que deben tenerse en cuenta— mantienen posturas opuestas a
la información recibida de manera más o menos constante y cuya veracidad no
está apoyada por pruebas concretas y razonables. No existe en ningún caso
coordinación o concierto de voluntades; no persiguen ninguna acción concreta.
Son únicamente una muestra de protesta ante la información recibida. Una
disconformidad que crea el temor a que llegue a convertirse, como suele
suceder, en algo políticamente correcto de lo que no se puede disentir. En
otras palabras: la conspiración existe justamente en los que califican a los
disidentes de conspiradores. Pero nada de esto es analizado en el libro, que
finalmente se convierte en un turbio panfleto de posverdad nacido del fracaso
del partido demócrata norteamericano.
El libro
contempla los casos de las elecciones Trump y el triunfo del Brexit. En ambos
casos se llevaron a cabo campañas que llegaron a los sentimientos de los
votantes. Pero eso no basta para calificarlas de utilización de la posverdad,
sino de meras tácticas electorales; sus oponentes, de hecho, también, las
emplearon. Pero ello conduce al autor a permitir el establecimiento de una
conexión entre posverdad y populismo. Sin embargo, uno se pregunta si la
victoria en unas elecciones debe asociarse de forma simplista al triunfo del
populismo, de izquierdas o de derechas.
No obstante
todo ello, el autor, Matthew D’Ancona, mantiene en muchas fases del libro una serie
de consideraciones equilibradas sobre la posverdad, aunque ninguna de ellas
suponga una real aportación a la lucha contra la misma. Una de ellas es que
ésta se dirige a lograr un populismo que amalgame los sentimientos de
frustración que tenga la masa, dirigiéndose directamente a ese mundo
sentimental que mueve a los individuos. “La racionalidad se ve amenazada por
las emociones, la diversidad por la reivindicación de lo autónomo, y la libertad
por una deriva hacia la autocracia”.
Pero la
posverdad va más allá. Dos áreas en las que D’Ancona se refiere como zonas en
donde aprecia manifestaciones de la posverdad son las relativas al cambio
climático y a la inmigración. Pero al abordar estas políticas, se apropia de la
idea de verdad y mantiene como verdaderas unas tesis configurando como
conspiradores a los que dudan de las mismas, por otra parte tan discutidas aún.
Es —a mi modo de ver— uno de
los grandes fallos del libro: no distinguir entre verdad y certeza,
pretendiendo que los hechos de que consta la información, no deben ser
simplemente ciertos, sino que deben envolver la verdad. Dos casos son objeto de
especial análisis en el libro: el rechazo de las vacunas y el holocausto judío.
¿Cómo combatir
la posverdad? Las soluciones propuestas son tan simplonas como obvias, tan teóricamente
válidas como prácticamente inútiles. Dejando a un lado la constante invocación
a oradores como Martin Luther King, a películas como “Apocalypse now” o a
libros como “1982” de Orwell, se recurre a la formación, a la educación, a la
responsabilidad, siempre, claro, a la de los destinatarios de la información.
En definitiva, la lucha: tenemos lo que nos merecemos con nuestra pasividad y
nuestra falta de reacción ante la posverdad. Aunque, ojo, si ese público
reacciona, sólo conseguirá que se le tache de conspiranoico. La posverdad,
entiendo, se convierte así en la verdad oficial, a la intocable corrección
política. La culpa, ya se sabe, siempre ajena.
Añadamos que el
libro hace referencia a la novedad que supone la presencia de redes sociales
basadas en una arrolladora informática. Uno se pregunta cuáles son, realmente,
sus consecuencias ¿favorece a la posverdad? ¿la oculta, ocultando al mismo
tiempo la mano que mece la cuna? En ocasiones uno piensa que las viejas
dicotomías rico/pobre y capitalista/proletario han sido reemplazadas por otras
nuevas que tiene por protagonistas a los estados intervencionistas y a los
grandes complejos económicos.
Un aspecto
curioso es el palo que se da la posmodernidad. Constituye un estado de ánimo de
la izquierda, producto de la deriva de la filosofía francesa surgida tras el 68
y de la desorientación producida por la desaparición de la URSS en 1989. Ve en
su haber la introducción de un pluralismo que abre nuevas voces a minorías,
pero critica abiertamente la correlativa introducción de un nuevo relativismo
que, considerando inalcanzable la verdad deja puertas abiertas a las fake news.
El libro nos indica que “el posmodernismo se convirtió en una capa de herrumbre
sobre el metal de la verdad” ya que “confería prestigio intelectual al cinismo
de última moda y ponía un nuevo rostro al relativismo”.
El libro es de
una enorme pobreza intelectual. Es imposible condenar la posverdad
practicándola al mismo tiempo y eso es lo que pretende hacer. Uno esperaba un
análisis ponderado de un fenómeno tan actual como peligroso como lo que se
llama posverdad, pero la realidad es que se encuentra con algo que recuerda un
libelo dirigido contra el revolucionario y desconcertante Donald Trump que osó
vencer a Hilary Clinton. Una y otra vez surge la presencia esa sensación
porque, una y otra vez, se da pie para ello. Cierto que afirma que Trump no es
el creador de la posverdad, limitándose a afirmar que la posverdad le ha hecho
posible, por lo que llega a la consecuencia que la futura desaparición de Trump
no implicaría la de la posverdad
A uno le
molesta que, en un mundo cada vez más sumergido en la posverdad, no se analice
el fenómeno que constituye y, en contraste, se acuse de practicarla a otros con
los que no se comulga. Y esa es la razón de que me decepcione este libro, más
allá de la ya mencionada pobreza intelectual, introductora de un nuevo relativismo.
Claro que uno se acuerda también de Gracián y de la inexistencia de libros tan
malos que no contengan algo bueno. Aunque sólo sea la de incomodar al lector,
obligándole a disentir.
“Posverdad. La nueva guerra contra
la verdad y cómo combatirla” (200 págs.) es un libro del que es autor Matthew
D’Ancona en 2017 siendo publicado por Alianza Editorial en su serie de bolsillo
en 2019.
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