viernes, 4 de octubre de 2019

Richard Dawkins, Daniel Dennett, Sam Harris y Christopher Hitchens : “Los jinetes de la Apocalipsis. Una conversación brillante sobre ciencia, fe, religión y ateísmo”


Los personajes que pretenden distraernos con su conversación son los llamados “Four Horsemen of New Atheism”. Este calificativo, que no es la primera vez que se les aplica, coincidiría con el título original del libro, pero la realidad es que la palabra “Apocalipsis” reemplaza en la versión española a la de “New Atheism”. De entrada, topamos, por tanto, de una infidelidad: se cita un término asociado con el nuevo testamento y se reemplaza por otro que, a un concepto tan viejo ya como el ateísmo, agrega el término “nuevo”. Como si decir “nuevo” cambiara de sentido con el tiempo.
Digamos que, de entrada, tenemos que arrostrar la enorme carga de personalismo que pesa sobre el libro, que nos ofrece como perlas las disquisiciones que hacen en una reunión amistosa y cordial unos cuantos gurús de moda.
Richard Dawkins, nacido en Kenia en 1941, es quizá el más conocido. Es un zoólogo, etólogo, biólogo evolutivo y divulgador científico británico. Su trayectoria le acredita, más como publicista que como académico, siempre cercano a Oxford. Su popularidad nació con su libro “El gen egoísta” publicado en 1976. A partir de él, donde criticaba el creacionismo, fue creciendo su sentimiento antirreligioso y agnóstico (no se autocalifica de ateo) siguiendo a ideas que nacieron en él a los nueve años de edad. Termina siendo un enemigo denodado de la religión y sus ministros y reduce la existencia de Dios a una mera hipótesis científica de trabajo.
Daniel Dennett, nacido en 1942 que ofrece una imagen avejentada prematuramente y probablemente cuidada es “un filósofo norteamericano, escritor y científico cognitivo. Centrado en estudios sobre filosofía de la mente, filosofía de la ciencia y filosofía de la biología, particularmente en los temas relacionados con la biología evolucionista y la ciencia cognitiva (Wikipedia dixit). Es ateo y secularista. Y por descontado, miembro, consejero y amigo de multitud de organizaciones de pensamiento progresista
Sam Harris es el niño del grupo, ya que nació en Los Ángeles en 1967. Nuevamente Wikipedia nos informa: es un “filósofo neurocientífico, cofundador y director del Proyecto Razón”. Le califica de “crítico moderno de las religiones” y “representante del escepticismo y del Nuevo Ateísmo”. Como los otros componentes del grupo debió su salto a la fama con un libro, “El fin de la fe”, de 2004. Luego se ha sumergido en un mundo de conferencias y coloquios en donde ha atacado continuadamente a las religiones, aunque matizando, desde el islamismo más radical al budismo más contemplativo.
El cuarto jinete ha muerto ya cuando se publica el libro. Fue Christopher Hitchens, escritor y autor de más de 30 libros, periodista, ensayista, crítico y conferenciante. Nacido en Gran Bretaña en 1949, murió, ya nacionalizado norteamericano, en Houston. Fue crítico, sobre todo con la religión y tuvo la fe en Dios como una creencia totalitaria destructora de la libertad individual. Lo que no le impedía admirar a Che Guevara o defender el aborto o la legalización de las drogas.
Tenemos ya a los cuatro participantes, sin duda orgullosos de haber llegado a ser calificados como jinetes de la Apocalipsis o del Nuevo Ateísmo. Ya reunidos inician un proceso de autoadulación que, desde otro rincón del ring, refleja el prologuista Stephen Fry: “vale la pena recordar cómo los cuatro abrieron juntos nuevas puertas dentro del mundo anglófono”. A uno le molesta que alguien se acerque con aires de salvador: “santurrones de toda condición se alzaron en armas contra estas nuevas voces, muchas veces sin siquiera haberse leído los libros”. Claro que antes indica cómo estas cuatro personas se habían convertido previamente en “estrellas mediáticas” que se ha propuesto acabar con las creencias religiosas y la fe en un Dios.
¿Qué es lo que les impide lograr sus objetivos? Hay, dicen, razones estratégicas para no profesar esa opinión, para no admitirla, no asumirla ni reconocerla en público porque nuestra familia la verá como una traición. Simplemente estamos avergonzados de admitir que hemos vivido engañados durante tanto tiempo. Hacen falta muchas agallas para manifestar abiertamente que has abandonado todo eso”. Queda así abierto un falso martirologio: el de los nuevos ateos, el de los homosexuales salidos del armario, el de las feministas radicales que recobran la memoria de hace veinte o treinta años…
No tiene mucho sentido hablar aquí de sesgos. Un sesgo implica simplemente una inclinación hacia ideas que pueden ser conservadoras, liberales, progresistas, marxistas, religiosas, materialistas… al menos en el sentido que últimamente va tomando este término. El DRAE no resulta útil de entrada ya que solo parece aludir a cosas y negocios, o dar a la persona el vago sentido de “grave, serio en el semblante” o quieto (pacífico, sosegado). Quizá su mejor interpretación actual sea la acepción que se refiere a la estadística y que habla del “error sistemático en el que se puede incurrir cuando al hacer muestreos o ensayos se seleccionan o favorecen unas respuestas frente a otras”, Pero, puestos a hablar de sesgos, habría que ver en estos contertulios un simple sesgo antirreligioso, que disfrazan con la piel de la controversia religión versus ciencia, para concluir en la total superioridad de la segunda y la intrínseca maldad de la primera. Ello les ha arrastrado a ser auténticos apóstoles de la conversión de la “gente” en una misión salvadora en la que creen y con la que se comprometen. Daniel Dennett lo expresa así: “Creo que cuestionar la fe de la gente puede ser más fácil de lo que nos imaginamos. Hace mucho tiempo que se ha ido posponiendo. Apenas somos los pioneros de una nueva oleada de intentos explícitos para socavar la fe de la gente, y está surtiendo efecto”. Una esperanza que flaquea, por ejemplo, en Christopher Hitchens cuando dice: “Tengo la impresión de que, por muchas veces que se la mine, se la desbanque o se la desacredite, la fe se multiplica con una velocidad pasmosa. Me imagino que es por motivos freudianos, sobre todo por el miedo a la extinción o a la aniquilación”.
La conversación transcrita permite observar con claridad el espíritu supremacista que les embarga. Según ellos si existen las religiones es porque la gente desconoce la realidad, se aferra a paradigmas sobrenaturales, teme llegar a la verdad, se deja llevar por las ideas vacuas que les transmiten los jerarcas eclesiásticos, especialmente los presbiterianos, asume literalmente lo que los libros que estima sagrados le comunican. Adoptan de hecho las palabras de Jesucristo en la cuz: “perdónales Señor, porque no saben lo que hacen”, olvidando que ni son Jesucristo, ni que son palabras implorando perdón, no condenando, referido a unas personas concretas.
Al hacer referencia al significado del término “sesgo”, destacábamos la acepción que hablaba de la existencia de un error. Y ese error, perceptible a lo largo y ancho de libro, es la confusión entre Dios y la iglesia. A lo largo de la conversación se advierte la profunda animadversión que los contertulios tienen hacia el poder eclesial, singularmente el presbiteriano. Hablan y la “gente” los cree. Una animadversión que les impulsa a la utilización de términos despectivos de todo género, que uno calificaría de innecesarios y excesivos. Algo que desborda la ecuanimidad que en todo momento presumen.
Pienso que puede ser que la religión sea esa gente crédula en la Iglesia y más incrédula en la ciencia. Pero la religación que supone la fe es individual y —pura libertad, sigo pensando— todo intento de confundirla con otras ideas es atacar esa libertad. Ser ateo es ejercitar la libertad; querer convertir a la “gente” en atea es destruir esa libertad.
Dadas las fechas en que tiene lugar la conversación, se dedica una especial atención al islamismo, recientes como están los ataques del 11-S. Siguen consideraciones en torno a la producción artística derivada del cristianismo, planteándose la real o falsa conexión que pudo existir y si, en términos generales, ese arte fue producto únicamente de un patronazgo. Dawkins matiza: “Volviendo a la cuestión de si queremos ver las iglesias vacías, a mí sí me gustaría verlas sin gente. No obstante, lo que no me gustaría es que se ignorara la Biblia.” Lo dice porque es la única forma de “entender el arte, la música y muchísimas otras cosas”, pero no como algo religioso, sino sólo literario.
Como en tantas otras ocasiones, las opiniones no son unánimes ya que cuando se rebajan a cuestiones concretas, entonces sale a relucir la personalidad histriónica de cada uno de los contertulios. Podemos considerar un tanto cargante el coloquio por la abundancia de descalificaciones que contiene hacia los que no comulgan con sus ideas. Claro que también ellos han sido objeto de duras críticas que utilizan también términos despectivos. Por eso uno ha tratado de evitar ese tipo de refutaciones.
Sam Harris afirma: “Y creo que, por algún motivo, cuando los ateos rechazamos las premisas falaces de los devotos, estos se reafirman aún más en la idea de que se nos escapa algo”. ¿Es cierto? La realidad es que éstos olvidan la universalidad de la idea de un Dios nacida de la conmoción de la conciencia de ser algo condenado a la muerte. La ciencia tan orgullosa como se nos muestra la de las dos últimas dos centurias no proporciona calma ni explicación. Tratando de callar las iglesias, los nuevos ateos, llevados de una furia apostólica. Pisotean de hecho la libertad individual, es decir, la del individuo, al que reemplazan por el etéreo concepto de “gente”
Volvamos al libro, un libro que no aporta nada a quien lo lea. El prologuista Stephen Fry cita esta frase de Michael Shemer: “La transcripción de esa conversación tiene una gran relevancia histórica y debería figurar en la biblioteca de cualquier pensador. Un clásico de nuestros tiempos y de la historia en general”. Uno disiente modestamente de esa rotunda afirmación. La conversación es superficial y vacua. Coincidiendo los asistentes en su ateísmo, aprovechan cualquier ocasión para enseñar sus plumas y disentir de sus contertulios. Como era de esperar la superficialidad termina imperando.
Un libro que no aporta nada; que ni siquiera escandaliza.

“Los jinetes del Apocalipsis: Una conversación brillante sobre ciencia, fe, religión y ateísmo (Spanish Edition)”, es un libro que recoge una conversación mantenida entre Richard Dawkins, Sam Harris, Daniel Dennett y Christopher Hitchens. La versión leída está registrada por Arpa&Alfil Editores S:L. en 2018 y publicada en marzo de 2019. Edición de Kindle.

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