domingo, 7 de abril de 2019

Roberto L. Blanco Valdés : “Luz tras las tinieblas. Vindicación de la España Constitucional”.


Hay demasiadas ocasiones en las que tenemos que preguntarnos dónde estamos, motivadas en gran parte por el enorme ruido armado por los políticos, ante el cual en no pocas ocasiones optamos por adormecernos. Pero resulta que saber dónde estamos es requisito necesario para saber dónde podemos ir, tras saber a donde no encaminamos.
 Roberto L. Blanco Valdés es catedrático de derecho constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela. Su actividad no solamente abarca ese campo jurídico, sino el del análisis político general, fruto de lo cual es una serie de libros en los que enfoca los grandes problemas de España. Hay que destacar su tesis de que la estructura autonómica de España implica la existencia de un verdadero Estado federal “en todo menos el nombre”. En este libro yo encuentro con facilidad su propósito y su valor. El primero es rebelarse ante la tendencia actual a despreciar la Constitución de 1978; la segunda es que nos expone con toda nitidez cuál es su valor y cuál es su grado de realización y aplicación en la sociedad española. Porque ni no conocemos bien la Constitución, ni somos conscientes de hasta qué punto está siendo aplicada o traicionada, que de todo hay. La utilizamos simplemente como arma arrojadiza.
La gran pregunta que se formula es: ¿por qué una constitución que fue votada por los españoles en 1978 con más de un 90 % es ahora vista por algunos como algo molesto, anticuado, sesgado, forzado por las circunstancias, precisado de una sustitución urgente. El autor recuerda que una constitución se cambia, no se sustituye por una nueva. ¿Merece la constitución esa sustitución y esa crítica severa de que ahora es objeto a los 40 años de su promulgación? ¿Qué explicación tiene esa especial animadversión que parece crecer en la opinión pública de momento de manera minoritaria?
Blanco Valdés inicia su libro con una mirada hacia el pasado y el reciente recorrido de la constitución. En la primera y con una visión histórica comprueba la forma en que las constituciones españolas desde la famosa Pepa fueron objeto de vaivenes absolutos que respondía a intereses que describe. La segunda parte se centra ya en la constitución actual, de la de 1978. Una constitución que responde a las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que, desde la revolución francesa, parecen soporte necesario de todo texto constitucional; aquí nos recodará las tres generaciones de derechos de que habla Vasák: los derechos de libertad, los sociales y económicos y los de solidaridad). Pero luego se adentra en la identificación de los derechos y deberes que reconoce y asume que, de alguna manera, ponen al día esos principios. Aunque advirtiendo que “tan completa en la enunciación de derechos y libertades, la ley fundamental apenas menciona los deberes, reducidos a dos: defender a España y contribuir al sostenimiento de los gastos públicos.”
Entra luego el libro en una larga enumeración de los derechos proclamados en la constitución y cómo han sido desarrollados en sucesivas leyes. Pasan por aquí los derechos a la libertad (detenidos, habeas corpus, derecho al honor y la intimidad personal, protección de datos, circulación y residencia, matrimonio, divorcio, aborto, eutanasia) todos de marcado carácter individual. Siguen los derechos relacionados con el aseguramiento del ejercicio de las actividades sociales (información, comunicación, libertad de cátedra, educación, libertad de enseñanza, reunión, manifestación y asociación, fundación,  acceso a cargos públicos…). Termina la exposición con los derechos que protegen el ejercicio de actividades laborales; en donde, frente al derecho a la sindicación, se recuerda la ausencia de la regulación del derecho de huelga, aunque sugiriendo que eso se debe a la “premisa sindical de que la mejor ley de huelga es la que no existe“. Uno recuerda que esa ley de huelga, al igual que un nuevo Estatuto de los Funcionarios, son dos de las tareas encomendadas al Estado que éste no ha cumplido desde 1978. Pero que todo ha ido bien en líneas generales y de los resultados conseguidos lo evidencia con los numerosos datos que reflejan la mejora de España y los españoles durante la vigencia de la constitución.
Desde su confesado republicanismo, Blanco Valdés se refiere a la bonanza que ha acompañado a la monarquía española. Se refiere a la persistencia de monarquías en Estados democráticos (con la paradoja que ello supone), las razones que lo permiten y mantienen. Y baja al caso español, una monarquía que tuvo apoyo de su actuación en el 23-F y el pacto de silencio que más tarde sería roto y abocaría a la renuncia del rey y su abdicación en Felipe VI. Pero reconociendo la mayor eficacia teórica de un monarca apartidista frente a un Jefe de Gobierno partidista, duda de que la monarquía tenga raíces aseguradas por una funcionalidad futura.
Como en un remanso entra el libro en dos capítulos en los que aborda las cosas que debemos conservar en la actual democracia parlamentaria española y la que debemos extirpar. Son temas muy complejos: el cambio social en el tardofranquismo, el ocaso del bipartidismo, las distorsiones del sistema electoral, o la pérdida progresiva de la gobernabilidad son hechos, que permitieron unos y son amenazas otros, muestra de lo que se debe conservar. En el débito, lo que debe cambiar, aparecen la partitocracia, la corrupción política, la crisis de la democracia interna, la profesionalización política, la financiación de los partidos… todo no deja de ser una crítica generalizada y desmelenada de la partitocracia. A pesar de ello, Blanco Valdés es optimista: la partitocracia jamás suplantará la democracia; ni la sustituirá siquiera a la larga.
El terreno del poder judicial es complejo. Lo divide el autor en dos partes: la organización judicial general y el Tribunal constitucional. Los jueces, en primer término, integran el poder judicial, pero es un poder que, como advirtió Montesquieu, no tiene poder. Su misión es aplicar las leyes dirimiendo las diferencias en su interpretación. Y por lo mismo debe ser protegido a través de las ideas de independencia y continuidad.
Pero una cosa son las intenciones y otras las realidades. El poder judicial ha sido objeto de una patrimonialización por parte de los partidos. En España se ha manipulado y tergiversado el Consejo General del Poder Judicial, víctima de enjuagues, pendiente de los partidos, traidor de su original función.
Ya en un nivel superior, hay que defender la constitución de las leyes que las contradicen y Blanco Valdés nos recuerda que hay dos caminos: el norteamericano en el que, por las buenas, los jueces pueden desconocer las leyes anticonstitucionales y el sistema europeo en el que se crea un órgano especial para dictaminar su anticonstitucionalidad. En España ha sufrido el clásico camino de su conclusión en la patrimonialización por los partidos. Aunque, si sufrió en su prestigio cuando se enfrentó al Estatuto catalán, lo recobró cuando supo oponerse en 2017 a sus intentos de independización.
Los últimos capítulos del libro se orientan a lo que podemos llamar organización territorial de España. Narran el paso de una España enormemente centralizada a la desbocada descentralización que ahora vivimos, inmersos en un sistema desequilibrante de comunidades autónomas que simulan ser pequeños estados. Porque lo que Blanco Valdés repite es que España ya es un Estado federal y carecen de sentido las reivindicaciones que se repiten en favor de “federalizarnos”, puesto que ya somos una federación. Recorre la idea de la federación, desde el modelo clásico estadounidense al moderno europeo, y echa en falta el equilibrio de gobiernos habitual en ambos modelos. La federación ha servido para ir a unidades políticas soberanas más grandes. Pero aquí pretendemos lo contrario. Y todo en medio de un enorme grado de ignorancia.
De la altura de la teoría se baja a la realidad: el País Vasco y Cataluña abrieron la brecha. El llamado problema nacional, el independentismo, es en España doble. Quizá es uno de los puntos en donde se puede acusar de inocencia a la Constitución. Pero en sentido contrario, el libro indica que ha tenido en su mano un arma tan importante como el artículo 155 que hacía innecesaria la intervención de las fuerzas armadas, pero que no fue utilizada adecuadamente.
¿Cambiar la constitución? ¿Sustituirla? Es algo complicado: se requiere primeo acuerdo sobre lo que se quiere reformar. No se trata de abrir un melón. De los cuatro puntos que se suelen citar como problemas precisos de reforma destaca uno: la famosa conversión del Senado en cámara territorial. No cabe postura más negativa que la que ofrece Blanco Valdés: en España el Senado es inútil, pero su hipotética y difícil conversión en cámara territorial es una simple ensoñación.
Para uno es difícil estar en desacuerdo con la gran parte de las afirmaciones y observaciones que Blanco Valdés hace en su libro, tanto con las elogiosas, como con las críticas. Para ser más exactos: uno está más de acuerdo con las críticas y menos con las elogiosas, aunque las primeras recaigan más en quienes han tenido que aplicar la Constitución que en ésta en sí misma. Pero, aun así, uno sigue diciendo: “Virgencita, que me quede como estoy”, consciente de que está como un impedido, en una silla de ruedas y en una cuesta abajo. Y puestos ya en esa coyuntura uno defiende otro viejo principio: “los experimentos con gaseosa”, atribuido al oficialmente olvidado Eugenio D’Ors. Maldeciré esta ley electoral, pero de momento, ahora,  que no me la toquen, que será peor.
El libro, que llega hasta los principios de 2019, tiene el gran valor –aparte de su consistencia doctrinal y su densidad— de que nos enfrenta a hechos que han acontecido ante nuestras narices, pero que se van olvidando o están ya olvidados. Nos queda unicamente la desolación y la tristeza que producen estos ataques a nuestra constitución. El libro, por eso, pone todos los dedos en todas las llagas que encuentra. Todo “sine ira et estudio”, como quería Tácito en sus Anales. O sea, una lectura altamente aconsejable.
“Luz tras las tinieblas. Vindicación de la España constitucional” (290 págs.) es un libro del que es autor Roberto L. Blanco Valdés. Fue fechado en 20198, mismo año en que fue objeto de publicación por Alianza Editorial,

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