miércoles, 17 de abril de 2019

Raymond Kurzweil : “La Singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos la biología”


Es indispensable comenzar hablando del autor. Raymond Kurzweil —Ray para los lectores— es un estadounidense judío y ateo que nació en 1948 en NY de padres que habían huido de la persecución nazi. No duda en calificarse de inventor, pero lo que es seguro es que es también músico, empresario, escritor y científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia artificial.
Se diría que no tiene abuela, porque la imagen que nos ofrece de sí mismo, en su infancia, juventud y madurez, es la imagen un ser extraordinario y distinto. Y no vamos a discutir esto último. El mismo libro es distinto, en su esquema y orden interno, a los habituales. Añade un sentido polémico y profético que a veces adquiere el valor de provocador. Esto hace que la exposición de las ideas de Kurzweil deba hacerse de la forma más aséptica posible, sin ir más allá de la reserva más prudente.
Quizá el mayor valor de su obra consista en dar nombre a lo que todos sentimos; de configurar como leyes lo que ya intuíamos como simples tendencias. Lo que hace forma correcta, lo que es siempre de agradecer. Otra cosa es que nos abrume con ello. Es nuestro problema. Kurzweil es una mezcla curiosa entre el empresario que se aventura en los nuevos campos de la tecnología y el escritor que trata de exponer el sentido de sus ideas y el objetivo de sus proyectos. El resultado sobrepasa probablemente al lector medio e incluso al relativamente avanzado. Se le enfrenta a un pasado reciente que le produce vértigo, a un presente que aún reconoce a medias, y a un futuro escasamente diseñado. Quizá éste sea el punto flaco del libro de Kurzweil: nos enfrenta a una realidad sentida y nos deja ayunos de un diseño seguro del porvenir. Sus finales normas de defensa de la humanidad de esa nueva amenaza ¿son convincentes?
Quizá la idea matriz del libro es la que diferencia el crecimiento lineal (o aritmético) y el exponencial. Algo que se hace evidente por la constante presencia de cuadros con escalas logarítmicas de los que en ocasiones abusa el libro. Y volveremos a un leit motiv que repetiremos: que hace bien utilizando esa especie de repetitividad ya que logra con ello una mayor expresividad a sus afirmaciones.
Nunca ha vivido el hombre un periodo de avances tecnológicos tan acusados como el actual. Es algo que nadie duda. Pero Kurzweil destaca el carácter exponencial de ese avance. Y para evidenciarlo introduce la idea de las seis eras o épocas del mundo: la primera está dominada por la física y por la química, dando paso a la segunda, regida por la biología y que se inicia con la aparición de la vida y el ADN. En la tercera, el cerebro preside la evolución hasta desembocar en la cuarta, regida por la tecnología. Entramos ya en un terreno misterioso: la quinta etapa o época presenciará la aparición de la singularidad, que consiste básicamente en la combinación de la inteligencia humana, en un esperado contacto, con la inteligencia artificial. La sexta etapa ya sólo podremos imaginarla. Posterior a la singularidad, Kurzweil afirma que “la inteligencia, que tiene su origen bilógico en los cerebros humanos y su origen tecnológico en la creatividad, comenzará a saturar la materia y la energía de su medio”. Con ello postula la ley de rendimientos acelerados, dentro de la que encaja los curiosos “desarrollos fallidos”.
El autor salta a meditar el sentido de la palabra Singularidad, algo difícil de comprender y sencillo de aceptar. Pero, de paso, señala la posibilidad de la superación de la velocidad de la luz como necesaria para saltar a esa etapa ultima, y, sobre todo,  la velocidad exponencial con que se producirán esos cambios. De la lentitud del paso de la etapa fisicoquímica a la bilógica, mediaron millones de años; menos en los pasos sucesivos, hasta asustarnos con la velocidad del cambio tecnológico actual.
Se nos lleva, por ejemplo, a un capítulo III en el que se analiza la posibilidad de alcanzar la capacidad de computación del cerebro humano. Y se nos van a exponer las posibilidades de la naciente computación molecular tridimensional y las tecnologías de computación emergente. El cerebro humano es capaz de crear máquina que realizan las operaciones con velocidades enormemente superiores a las empleadas por las neuronas humanas. No estamos ante un autor que hable de oídas tras recoger informaciones ajenas sino de una persona que se ha introducido en un mundo industrial donde ser persiguen esos fines. Nos habla con autoridad de los nanotubos, de su ensamblado, de la búsqueda de la replicación a imitación de lo biológico, de la computación basada en los “spin”, las moléculas o la luz, hasta llegar a la computación cuántica.
¿Tiene límites ese proceso? Kurzweil nos dice que sí, pero añadiendo que ·estos límites permiten que continúe el crecimiento exponencial hasta que la inteligencia no biológica sea billones de billones de veces más poderosa que toda la civilización humana de hoy en día, incluyendo los ordenadores actuales. El fantasma de la Inteligencia artificial frente a la biológica o natural aparece así. Y Kurzweil ofrece una fecha probable de aparición de esa etapa de la Singularidad: 2045.
Lamentablemente, Kurzweil se desliza poco a poco en un terreno filosófico en el que trata de encajar las ideas que sobre la Singularidad tiene. Y lo hace de forma que el lector ni puede aceptarlas sin reservas, ni pueden objetarlas con fundamento. Las expone además de manera a veces inmadura, como idea en formación, matizándola, depurándola, señalando las críticas que ha recibido. Es el caso, por ejemplo, del capitulo que titula en alemán “Ich bin ein Singularitanian”. En ese capítulo se plantea cuestiones tan profundas como las de la posibilidad de que la inteligencia no biológica experimente sentimientos o tenga conciencia cuando se superponga primero y la supere después, a la nuestra, la propia de la humanidad.
Lo mismo sucede cuando entra a analizar las amenazas y ventajas que pueden derivar del desarrollo de la tecnología a través de lo que llama GNR (siglas de lo biológico y genético, lo nanotécnico y lo robótico. Tres revoluciones solapadas como él mismo indica, que ocupan más de 100 páginas del libro, lo que obliga a prestarlas cierta atención. La revolución genética supone la intersección entre información y biología, que “mediante la comprensión de los procesos de información que subyacen de la vida estamos comenzando a aprender como reprogramar nuestra biología para conseguir la virtual eliminación de la enfermedad, una extraordinaria expansión del potencial humano y un alargamiento de la vida”. El análisis de esta revolución la hace de la mano con Terry Grossman. Pienso que la vida que nos describe y promete es simplemente deprimente.
“N”, la segunda revolución implica la intersección entre la información y el mundo físico: “nos permitirá rediseñar y reconstruir (molécula a molécula) nuestros cuerpos y cerebros, así como el mundo con el que interactúan,  iremos mucho más allá de las limitaciones de la biología”. Ahora su ‘acompañante’ será Eric Drexler, autor de “Nanosystems” e ideador del “ensamblador molecular”
Resta la revolución “R” ,“la más poderosa de las inminentes revoluciones: robots a nivel humano cuya inteligencia tiene su origen en la nuestra, pero rediseñada con el objeto de superar en mucho las capacidades humanas”. En realidad, como indica el propio libro “R” no supone sino la irrupción de la Inteligencia artificial fuerte, con desplazamiento de la calificada de débil. Es la revolución más importante y que hace que Kurzweil se pregunte: “¿qué es lo que nos protegerá contra una inteligencia patológica que supere a la nuestra?
No libera al libro de ese creciente carácter abstruso que va adquiriendo cuando aquél alude a las teorías de los espacios múltiples, aún discutidas e investigadas por los técnicos y que probablemente, nueva lleguemos a percibir sino como idea, apresados como estamos en un espacio único, regido por leyes conocidas y propias que no tienen por qué coincidir con la de los múltiples mundos de los que, a lo mejor, también somos, en mayor o menor medida, habitantes sin saberlo. El big band en el que reposa y vivaquea cómodamente nuestra ciencia actual se nos presenta igualmente como principio o fin de una Singularidad.
¿Se puede decir que Kurzweil está equivocado en sus teorías? En absoluto, pero tampoco podemos afirmar su certeza. Todo tiene -en la segunda parte del libro- el aire festivo de una exhibición de fuegos artificiales. Posee un atractivo la brillantez de sus ideas que desasosiega al lector, que -hablo por mí- se siente incapaz de compartirlas o lejano a ser convencido por ellas. No contribuye a liberarle de esos sentimientos el carácter salvífico y profético con que se presenta el autor. La luz con que llegaron a él esas concepciones no se nos aparece a nosotros. Y el mundo que nos promete no llega a atraernos por deshumanizado
Faltaría a la verdad si no dijera que el libro me ha gustado. Apenas deja ideas sin abordar, que excitan la imaginación. Se completa con la indicación de las medidas de protección utilizables y de la exposición de las críticas recibidas y su refutación.  Aunque en ocasiones lo parezca, no huele a marketing como otros tantos libros de moda, quizá porque el autor transmite la sensación de que tiene fe en las ideas que proclama. En definitiva, un libro apabullante que, con la verosimilitud de sus predicciones, termina con el orgullo humano que pueda quedar en nosotros. ¿O no? A nivel individual desde luego, pero es a cambio del innegable regalo de unas ideas imaginativas que cobran realismo por momentos. Y que dan miedo. Por los que vengan, claro, sobre todo.
“La Singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos la biología” (706 págs.) es un libro escrito por Ray(mond) Kurzweil en 2005. La traducción al español fue hecha en 2012 en Berlín por la editora Lola Books.

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