martes, 17 de octubre de 2017

Alejandro Macarrón Larumbe: “Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo”.





 
Como siempre resulta conveniente echar una ojeada al autor del libro que se comenta. En este caso se trata de una persona inquieta que ha trabajado y logrado experiencia en ámbitos muy diversos. Pero lo más interesante en este molesto es destacar su condición de Director General de la Fundación Renacimiento Demográfico, en cuya web podemos comprobar que su finalidad es estudiar, promover soluciones y sensibilizar, todo en torno al problema demográfico del que monográficamente va a tratar Macarrón en este libro.
Hablando de sensibilizaciones uno dudaría si encuadrar este libro en la categoría de los de terror. Porque el panorama que nos presenta no es para menos. Es cierto que todos tenemos una cierta preocupación por el envejecimiento de la población, pero circunscribiéndola a lo más próximo y perceptible: las pensiones. Pero eso es únicamente la punta del iceberg.

El libro, dividido en tres partes nos presenta descarnado en el primero la catástrofe demográfica que amenaza a la sociedad; los dos restantes están dedicados a indagar los motivos y proponer soluciones. Pero ahora lo que interesa es el problema. La explicación de por qué esté el cocodrilo bajo la cama no importa. Las soluciones están por ver y por ver tambien está su posibilidad. Aunque tampoco sobren.
Diríamos que, en el fondo, lo que sucede es que la población ha dejado de ser sostenible.  Para que se mantuviera en sus niveles actuales sería necesario que las mujeres tuvieran 2.1 hijos de media. Si solo pensamos en la mujer y el hombre necesarios para procrear un hijo, serían suficientes 2 hijos, pero al nacer más hombres que mujeres es preciso elevar a 2,1 ese número. Y ese número no se alcanza en los países europeos ni en las naciones más importantes y poderosas. Y, lo que es peor, los países del tercer apuntan su incorporacion a ese reducido límite.
¿Qué pasa a las poblaciones? Pues simplemente que nacen menos personas de las que se mueren. ¿Qué significa eso? Evidente: que las poblaciones envejecen. Ahí en dónde se avista la punta del iceberg. Pero las cosas son mucho más profundas. El avance de la ciencia es un tanto neutral: la mortalidad infantil se ha reducido de forma brillante, pero al mismo tiempo se ha alargado por las mismas razones la edad media de las personas.
El envejecimiento de las sociedades occidentales no solamente es evidente teóricamente, sino que su realidad lo muestran las estadísticas. Pero el envejecimiento es solamente el efecto de otra cosa. ¿Cuál es la causa? Más claro no puede estar y ya le hemos dicho: nacen menos niños que personas se mueren. Pero mientras el número de personas que mueren (más pronto o más tarde) es fijo ya que todo nacido muere, el número de las personas que nacen es variable. Y aquí vuelve a surgir la famosa cifra del 2,1: si las mujeres tienen como media un número inferior de hijos, la población envejecerá; en otro caso, no lo hará.
Alejandro Macarrón nos sitúa ante esa verdad (o realidad, como se quiera) de que la población española y europea envejece y lo denomina “invierno demográfico”, preludio de lo que titula el libro: “el suicidio demográfico”. Digamos de paso que, aunque su mensaje no es en nada tranquilizador, sino por lo menos inquietante, lo hace utilizando una escritura desenfadada y a ratos coloquial que hace su mensaje más próximo.
Todo lo que afirma viene soportado por una enorme cantidad de cuadros donde reflejan los datos que maneja y donde comprueba la veracidad de sus afirmaciones. Es una ayuda inestimable y una fuente de consulta para siempre sobre el periodo de tiempo generalmente contemplado que cubre los siglos XX y XXI. Sólo al final aparece una inesperada y conmovedora fotografía: un niño.
El vértigo acomete al lector cuando Macarrón comienza a describir los efectos de ese envejecimiento. La economía se resiente hasta sus cimientos: el envejecimiento afecta al consumo, al empleo, a la producción, a la productividad. Todo apunta al empobrecimiento final. Socialmente el envejecimiento nos enfrenta a la triste realidad de la progresiva inutilidad de los viejos y sus crecientes necesidades de atención y cuidado, dejando a un lado los terribles problemas de soledad que afectan a su personalidad.
La inmigración de jóvenes de otros países no constituye una solución a largo plazo. Además, Macarrón nos ofrece un dato nuevo y no menos terrible: la disminución de la natalidad se está produciendo ya en países tradicionalmente incluidos en el tercer mundo.

La segunda parte del libro se orienta a dilucidar qué es lo que está provocando que en número de hijos que una mujer tiene como media esté disminuyendo continuadamente. De hecho, ya los países europeos y los países más importantes de América, Japón o China se sitúan por debajo del mágico número: 2.1. El invierno ya está aquí.
En la búsqueda de esos motivos hay siempre un hecho cierto: la disminución de la natalidad es fruto de una suma de decisiones voluntarias. ¿Qué razones existen para que las mujeres globalmente decidan reducir el número de hijos?
Basta citar aquí las mayores causas a las que Macarrón repasa como posible origen de ese fenómeno: la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa, la dificultad de hacerlo compatible con la maternidad, la mayor población urbana con los problema de vivienda consiguientes, la reducción de papel reconocido al hombre, la aparición de anticonceptivos baratos y asequibles, el aborto, los costes de la crianza y educación de los hijos, la presencia de incomodidades derivadas de su simple presencia, el incremento de la homosexualidad, la pérdida de impulsos religiosos y patrióticos que apoyen la natalidad, la asunción por Estado de funciones que corresponde a los padres, la importancia de la presión fiscal, la aversión la matrimonio, el retraso en la edad en que se tiene los hijos…
Quizá convenga destacar que se incluyen entre esas causas lo que Macarròn llama el feminismo 2.0 y el ecologismo 2.0. ¿Qué pretende el autor utilizando esas acotaciones? Pues simplemente defender lo que denomina el feminismo 1.0 (igualdad de derechos, oportunidades, deberes, respeto y dignidad entre mujeres y hombres) frente al feminismo 2.0 de corte androfóbico y que considera a los hijos como un lastre, priorizando la carrera profesional a la maternidad. Lo mismo cabe decir el ecologismo 1.0 (evitar que se ensucie el medio ambiente con consecuencias perjudiciales para las personas), que defiende, frente al ecologismo 2.0 que exageran sus pretensiones al punto de los dirigentes que “arremeten contra quienes tiene más de un hijo”. Digamos que una cosa  es ser limpitos y otra distinta ser algo que naturalmente mancha.
El repaso de todas esas posibles causas o concausas requiere su lectura, que es interesante y aclara muchas incertidumbres y errores que el lector podía tener.
El autor no escurre el bulto. La causa más importante de la reducción de natalidad es que para “muchísimos prójimos, en nuestro tiempo, tener hijos es algo que nos resulta incómodo, que nos quita dinero, tiempo de ocio y libertad, que nos hipoteca, que nos hace vulnerables, que nos carga de pesadas responsabilidades”. Mayor claridad no se puede pedir. La cosa es algo así como la expresión italiana “la guerra e bella ma incomoda”. Pues así se ve la maternidad/paternidad en la actualidad por la mayor parte de la humanidad. El egoísmo puede con todo y aceptará el mismo suicido demográfico.
La tercera parte se dedica a las posibles medidas que pudieran adoptarse para salir del invierno demográfico que nos llevará al envejecimiento, la crisis y el suicidio. Si se quiere es la parte más cuestionable del libro. Por descontado, todo desemboca en la sensibilización de la población frente al problema que le amenaza. Pero ni los medios de comunicación ni los gobiernos están realizando nada de lo aconsejable en este sentido.

Al final del libro se dedican unas páginas al famoso informe Kissinger que se llevó a cabo en torno a los años sesenta y que se mantuvo unos años, pocos, en secreto. En realidad, el informe lo que afronta más directamente es el peligro que supone el elevado índice de natalidad de los países más pobres frente al envejecimiento de los países más ricos. No se trataba tanto de incrementar la propia natalidad como evitar el peligro que suponía la ajena. Y las medidas propuestas tiene algo de irónico: en definitiva, se propone el trasplantar a esos países pobres las causas que determinan la reducción de la natalidad propia. Lo curioso es que, sin haber tomado esas medidas seriamente, el índice de natalidad de esos países propios está reduciéndose de hecho, como se ha evidenciado en la primera parte del libro.

Se trata en definitiva de un libro que debiera ser de lectura poco menos que obligatoria, ya que al final van a ser los individuos los que, con las propias decisiones, cambien los índices actuales. Pero en este punto hay que ser pesimista. El egoísmo impera en la sociedad actual y será difícil de moderar. La acción correctora de las medidas tardará en mostrar su eficacia, insuficiente para la velocidad del empobrecimiento que nos amenaza. Por fin, las medidas gubernamentales, las pocas que se han tomado, se muestran como ineficaces y, en la mayor parte de las ocasiones, contraproducentes.
Una única observación: en este comentario solo se ha manejado una cifra: la del 2,1. Un contraste total con la multitud de cifras que nos facilita Alejandro Macarrón en el libro: en él son necesarias y útiles; en ese comentario solo estorbarían.

El libro “Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo” (310 págs.) fu escrito y registrado en 2017 por Alejandro Macarrón Larumbe. El mismo año, Amazon imprimió y editó el libro en su versión 1.01

2 comentarios:

  1. En cualquier momento de la historia ("En algún lugar del tiempo",la romántica película de Christopher Reeve) las mujeres tenían un papel que las mujeres modernas,por mucho dinero del que dispongan, no quieren ni de regalo:aquel de "hogar, cocina y niños". Encima, dependiendo del país donde viviesen,eran prácticamente una propiedad del ceporro de turno.Aunque es un tanto (bastante) antinatura,las chicas de hoy no están interesadas en repetir la existencia de nuestras abuelas.Tampoco los españoles modernos parecen capacitados para hazañas y sacrificios de ese tipo,el de "La gran familia".Y así vamos,los de derechas dicen que nos espera un futuro horrible y catastrófico, mientras que los izquierdistas dicen que nos traemos a los africanos y todo será multicultural,ecologista y superprogre.El tiempo lo dirá (mi pronóstico es una mezcla de ambas cosas) pero no creo que los políticos puedan hacer gran cosa aquí.Ningun gobierno,ni español ni de ningún sitio, puede funcionar como una ganadería taurina.Alberigo CARACCIOLA.Los Boliches MÁLAGA).

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