martes, 31 de marzo de 2020

Barack Obama : “La audacia de la esperanza. Reflexiones sobre cómo restaurar el sueño americano”.


Estamos ante un libro que no necesita presentar al autor, pero sí concretar el momento en que lo escribe. Obama es aún senador reciente por Illinois a nivel estatal (antes había sido senador en el reducido ámbito de Illinois), cargo para el que fue elegido en enero de 2005 hasta noviembre de 2008, en que renuncia al mismo, siendo a continuación elegido presidente de los Estados Unidos, cargo que ocupa desde el 20 de enero de 2009, hasta la misma fecha de 2017. Antes había fracasado en su intento de ser designado miembro de la Cámara de Representantes en Washington. El libro lo escribe en 2006, inaugurando la etapa en la que deja la carrera de senador e inicia la campaña que le llevó a la presidencia. Es demócrata y próximo a grupos protestantes, destacando el congregacionalista. Fue reelegido en 2013 con un alto grado de popularidad, lo que contrasta con su sustitución por el republicano Trump.
El libro, sin duda, no deja de ser un documento orientado a la carrera política de Obama. Aunque aspira en todo momento a adoptar un aire de neutralidad, de discurso teórico sobe cuestiones políticas y de convivencia, el hecho cierto es que todo se disuelve en el sesgo demócrata que legítimamente ha asumido. De esa forma, el Obama-analista se transforma, ante nuestros ojos en el Obama-candidato. O sea, del teórico al práctico. Lo que me lleva de la mano hasta Campomanes: ”en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.” Una invitación al relativismo, que afecta a autores y lectores y que ambos intentan ocultar. Uno, lo acepta sin más.
Respondiendo a esa finalidad, son muchos los temas abordados (tantos como los obviados, claro) de manera que es imposible referirse a todos ellos. En su lugar me limitaré a recorrer algunos de los más significativos, sacrificando el orden a la comunicación de la impresión producida. Y esa impresión es la que produce el buenismo que campa por todo el libro, lindante incluso con el adanismo.
La idea de buenismo invade medio mundo, pero dista mucho de ser analizada adecuadamente. El término ha sido acogido en su seno por el DRAE en 2017, definiéndolo como “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Wikipedia, rompeolas de tantas ideas, nos lo presenta como arma maléfica inventada por liberales y conservadores para desacreditar a los creyentes a ultranza en la eficacia del diálogo, en las virtudes de la multiculturalidad, de la asunción del humanitarismo, en definitiva, de las subvenciones. Curiosamente, esa misma Wikipedia alude a la creciente utilización del término por el centro-izquierda y destaca la expansión de su uso con el advenimiento de Zapatero
Hay dos tipos de buenismo: el fingido y el natural. Ambos son iguales de peligrosos, aunque le primero esté guiado por fines espúreos y el segundo deba atribuirse a una extraña ingenuidad, más o menos sustentada por la ignorancia. Quizá ambas están contaminadas por un vago desprecio hacia los que no comparten sus ideas: para los ingenuos seremos malos y los malvados contarán con la ayuda de la mentira y la hipocresía. Pero hay que volver al libro: ¿es calificable Obama de buenista? A mí me parece que sí, pero esto es sólo una opinión. ¿O simplemente se disfraza de buenista?
El libro está orientado a los Estados Unidos, o sea, se pliega a su finalidad. La postura de Obama es defender su constitución, destacar luego sus defectos, y tras generalizarlos, hacer pesar todo sobre conservadores y liberales. Los “Padres” de la constitución sobrevuelan constantemente el libro, pero a la hora de la verdad, se les ignora. A la democracia Obama la deja, no en manos de las votaciones, sino que la ve como subproducto de la labor de zapa que, a partir de ellas, llevan a cabo los partidos, de momento los republicanos y demócratas. Por ejemplo: algo en lo que se detiene el autor: el llamado obstruccionismo (lo que siempre habíamos llamado filibusterismo) consistente en agotar plazos hablando ininterrumpidamente. Critica su uso por ambos partidos, pero, finalmente, sólo condena el realizado por los republicanos.
Hagamos un alto para destacar que el libro no es sino un alegato político “pro domo sua”.  Obama descubre cómo fue superando obstáculos hasta conseguir ser presidente. Tuvo la habilidad suficiente; aprovechó todos los defectos de la democracia norteamericana que previamente criticó (es curiosa su descripción de su búsqueda de apoyos financieros); utilizó al máximo su brillantez expositiva y oratoria… tuvo suerte, además. Pero el libro está escrito en un momento dado, tras su victoria como senador. No podemos encontrar en el libro nada que se refiera a su etapa posterior. Uno tiene que recurrir a otras fuentes para tener una visión completa de Barack Obama. Es lo que he hecho, por ejemplo, con un libro reciente de Chencho Arias, embajador que ha vivido los EEUU largo tiempo, para conocer ese vacío.
Cuando entra en el capítulo dedicado a la “raza”, Obama aborda en realidad dos cuestiones: el racismo y la inmigración Maneja sin embargo una triple clasificación quizá la más importante y de futuro: la de blancos, negros y latinos. El enfrentamiento de blancos y negros es la más antigua y fue resuelta en favor de los segundos de manera definitiva con ocasión del incidente de Rosa Park, para la que no regatea alabanzas, y que fue rematado con la recordada actuación de Luther King. Obama, que siempre presume de “afroamericano” cuando no de “negro”, lo que puede ser una libertad del traductor— considera que la igualdad teórica ya ha sido conseguida, pero no la igualdad real, cosa de la que acusa a la dejadez y forma de comportarse de los negros.
Más adelante se refiere a los “latinos”, una invasión nueva y quizá más peligrosa. Los latinos son más familiares, más trabajadores, más voluntariosos. Es llamativa la anécdota de la contestación que le dio un senador cuando se sorprendió de que, pudiendo contratar latinos y negros por la misma cantidad contrataba a los primeros; el senador le contestó: “hay que reconocerlo, Barack, estos mexicanos están dispuestos a trabajar más duro que los americanos”. Por encima de la anécdota, en la época en que se escribe el libro “los americanos latinos son ya cuarenta y dos millones y constituyen la mitad del crecimiento global de la población entre 2004 y 2005”. En la actualidad, en una población de unos 330 millones habitantes, de la que los blancos suponen 224 millones, los latinos tienen solamente 43, pero con un potencial de claro crecimiento, algo que se ha llamado proceso de “hispanización” de los Estados Unidos. Naturalmente Obama fía todo a la capacidad de incorporación de emigrantes tradicional de USA. Pero parece obviar que eran otros tiempos, de cuando estos llegaban huyendo de hambrunas y tiranías. Y por descontado: “puede que el ser negro no me favoreciera para ganar, pero al menos mi raza no cerró por completo cualquier posibilidad de triunfo”. Unos términos ambiguos característicos del protagonista y que hallaremos a lo largo de todo su libro.
Uno califica de pintoresco el capítulo dedicado a la familia. Al principio y final de éste se contienen empalagosas páginas en que narra su ligue con Michael, su mujer, y su acomodación a su carácter y a su familia política. Obama aparece como virtuoso, sumiso y tolerante. Pero lo que llama la atención son sus consideraciones sobre la familia. Parte del hecho del profundo cambio que ha sufrido el matrimonio tradicional el hombre al trabajo y la caza; la mujer al hogar y el cuidado de los hijos— y lo justifica en la necesidad económica de la mujer. Ello le lleva a defender monoparentalismos, divorcios, tendencias sexuales, temporalidad y flexibilidad del trabajo, conciliación de éste con la vida familiar… todo basado en esa modalidad del buenismo que es la comprensión universal y de todo, como base de su posterior admisión. Bueno, de todo no, porque lo que no reconoce es la libertad de opinión de los sectores conservadores y liberales.
En la misma línea se mueve el capítulo dedicado a la fe, es decir, a la religión que considera muy arraigada y tradicional en los Estados Unidos. Como de costumbre, nos brinda detalles sobre su familia, lo que, además de informarnos de que su padre natural, islamista, se divorció cuando él tenía 2 años de edad, sirve para presumir de la irreligiosidad de su madre y abuela, con la consecuencia de una formación marcada por ese signo. Se bautizó ya mayor y después de acceder a la universidad, lo que parece ser nada más que un requisito de su carrera política. Lo que confirma el propósito demócrata de luchar contra el predominio de los evangelistas en el campo electoral, pero radicalmente orientado al conservadurismo (que Obama identifica con los católicos) y al liberalismo. Pero no es óbice para que, en el libro, persista en identificarse con un papel de redentor y corrector de errores. Uno tiene la sensación de que intenta volar (o mejor, sobrevolar) ofreciendo soluciones para resolver viejas cuestiones ya resueltas sobre la separación iglesia/estado, la relación de ciencia y fe, o el arrubamiento de lo religioso por lo técnico. Dando, como en la canción: ”dos pasitos p’alante y otro p’atrás”.
De inmisericorde puede calificarse la crítica que hace de los políticos y la política: corrupción, sumisión a los intereses privados, permanencia en los cargos. Mucho más curiosas son sus ideas de política exterior, especialmente cambiantes. Pero ¿Qué se puede esperar de una persona que recibe el Premio Nobel de la Paz a pocos meses de su elección y que cobra por sus memorias y las de su mujer 60 millones de dólares?
Conocer el pensamiento de alguien que como Back Obama ha sido uno de los regidores del mundo es siempre interesante. En el caso presente, uno aprecia la combinación de una persona capaz de discernir y definir los problemas y las situaciones, y que al mismo tiempo cultiva una especie de buenismo con el que oculta su acusada vinculación a la nueva izquierda norteamericana. Lo que en caso podía ser definido como “nadar y guardar la ropa”. Ese es el único valor de este libro: conocer a su autor. No es un libro de historia. Es un libro, mezcla de autobiografía y programa electoral, dos géneros propicios a la sugestión, la ocultación y el engaño.
“La audacia de la esperanza” (432 págs.) es un libro del que es autor Barack Obama quien lo escribió en 2006. Ha sido leído en la primera edición realizada en versión de bolsillo realizada en España por Penguin Random House Grupo Editorial en 2018.

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