viernes, 20 de marzo de 2020

Carlos Rangel : “Del buen salvaje al buen revolucionario. Mitos y realidades de América Latina”


La realidad internacional actual exige volver a un libro que tuvo su pequeña gloria hace muchos años en los cenáculos intelectuales al uso. Fue publicado en 1976, o sea, hace más de 44 años. Es hora de revisarlo para ver lo que tenía de cierto y qué de falso. Su autor, el venezolano Carlos Rangel, había tenido una carrera fluctuante que aprovechó sus conocimientos de inglés y francés para obtener pequeños progresos en los campos de la diplomacia y el periodismo. La televisión terminó dándole renombre y un puesto en la intelectualidad venezolana. A los 58 años se suicidó.
El libro, al parecer, se publicó inicialmente en francés y bajo el patrocinio, el paraguas, en definitiva, de François Revel. Es un acierto de esa edición el incluir tanto la presentación inicial al libro como la hecha posteriormente cuando se vuelva a reeditar varios años más tarde.
Lo que hace Rangel en esta obra es volver una mirada triste sobre la desorientación de la América Latina. Anticipemos que aclara que, al emplear ese término, excluye el de Latinoamérica (Haití y las Guayanas carecen de entidad) y critica el de Latinoamérica (que, sin embargo, seguirá empleando de forma convenida) al tener Brasil una distinta trayectoria histórica en su independencia. Y en esa mirada contempla la serie de errores que han llevado a esa América española a su actual situación. Todo se traduce en esta frase: “los latinoamericanos no estamos satisfechos con lo que somos, pero a la vez no hemos podido ponernos de acuerdo sobre qué somos, ni sobre lo que queremos ser”.
En realidad, el libro tiene dos vertientes. La primera se refiere a la época de dominio español; es la que más directamente nos atañe y comprende no solamente el proceso final de independencia, sino además la subsistencia de lo español con posterioridad a ese momento. La segunda es la que se refiere a la extraña relación surgida entre los Estados Unidos y la América Latina, y marginalmente la presencia de los europeos en ese escenario. “La Iglesia Católica, la influencia de los Estados Unidos y, más recientemente del marxismo, no son elementos exteriores a Latinoamérica”. Han contribuido a su esencia al igual que otros factores occidentales “recibidos a través del prisma un tanto deformante que fue España” y, a partir del siglo XIX, de la Ilustración y las revoluciones. A lo que hay que agregar los componentes culturales de los indios precolombinos, de los esclavos negros o de los inmigrantes europeos. O sea, el caos.
Leyendo a Rangel no deja de ser dramática la búsqueda de los hispanoamericanos por encontrar su sentido, su papel en la historia. Esta búsqueda atravesó muchas fases, pero uno piensa que está aún lejos de terminar. Podemos considerar que una forma primeriza de buscarla fue la que Bolívar y Miranda mantuvieron. Algo que realmente era el revés de la nonata doctrina de Monroe. Bolívar en especial suspiraba por la presencia y el sostén la alianza de Inglaterra, hasta el punto de pretender poner en sus manos Tejas. Uno, que no solamente conoce la historia de Bolívar (cuya imagen fantasmal como mito sobrevuela la situación actual) sino la de sus ideas, no deja de sentirse sorprendido ignorar sus muchos errores cometidos. Tras referirse a los errores argentinos, desde el tirano Rosas al populista Perón, Rangel vuelve a su tema preferido. Reafirma que los restos de las guerras independentistas trajeron a gentes que dirigieron los países utilizando arbitrariamente las categorías políticas y buscando solamente su interés personal ¿Les suena?
Rangel nos habla de dos mitos: el del buen salvaje y el del buen revolucionario. Mitos que en la actualidad convergen. Pero añade: “Los mitos fundamentales de América no son en absoluto americanos. Son mitos creados por la imaginación europea…”. Y agregará: “cuando los latinoamericanos despiertan (en el siglo XIX) a la conciencia nacional, van a encontrar hecha una base mítica que les servirá para intentar reivindicar como propio el pasado precolombino de América; y más recientemente, hoy mismo, para intentar excusar o enmascarar el fracaso relativo de Latinoamérica, hija del buen salvaje, esposa del buen revolucionario, madre predestinada del hombre nuevo”. Y es que, realmente, el mito del buen salvaje el primero que hay que destruir fue creación de Colón y los españoles, inspirada en mitos europeos anteriores. Los indígenas era bondadosos (buenos) salvajes, la naturaleza era paradisíaca, todo era acogedor; ese mito influyó en las mismas leyes españolas que equiparaban a los indígenas a ciudadanos españoles. Complétese esto con las sesgadas afirmaciones de interesados como Bartolomé de Las Casas y su aprovechamiento por los generadores de la leyenda negra.
Rangel no oculta la existencia de excesos por parte de los españoles pero, en definitiva, alude la existencia datos positivos como la unificación de lenguas, religión y ley, lo que admiró a personas tan diversas como Humboldt y de lo que tanto esperaba el propio Bolívar. Sin embargo, confiesa que la imagen que de sí misma ha elaborado Latinoamérica “responde por una parte a la aspiración de proclamarnos víctimas de España en la conquista y la colonia, y ajenas a todo lo español las repúblicas independientes surgidas a partir de 1810”. Lo que en el libro se rechaza son ambas cosas, pero apoyando la segunda de forma modulada: el criollo sigue con los vicios españoles.
En cualquier caso, la postura de Rangel permitió que su libro (que, por descontado, no anda desorientado) tuviera un peculiar éxito en España en tiempos en los que la leyenda negra no había perdido su intensidad tradicional y la denigración de la conquista lo fuera por la simplona “gauche divine” local. No hay mucha razón para que ahora no siga siendo un libro de culto. Destacó una y otra vez los peligros de la llegada de Fidel Castro al poder; se anticipó a hechos similares en Venezuela con la irrupción de Chaves. En suma, las magistraturas de Madero, Evo Morales, los Kirchner, los Castro, Lula o Correa no son sino confirmaciones de la verosimilitud de sus tesis.
Entramos ya en la época en la que Latinoamérica ha roto sus amarras con España, aunque conservaran sus tics los criollos que la sucedieron. Desde ese momento Rangel considera un hecho clave en la identificación de la actitud de la América española el sentimiento de inferioridad que siempre experimentó ante el progreso de los Estados Unidos. Un progreso que se ciñó al plano económico fundamentalmente y que tardó en manifestarse, haciéndolo únicamente tras la independencia de Sudamérica y Méjico con el brillante desarrollo estadounidense.
El libro es muy denso, contiene muchas afirmaciones, unas constatables y otras contradictorias. A Rangel le preocupa la trayectoria latinoamericana, pero no deja de imputar a España una influencia decisiva en el criticable comportamiento de las repúblicas existentes. Tras admitir el fraude demográfico cometido al cifrar, en número irreales por altos, la población nativa, hoy el 10% de la población, y elogiar aparentemente el éxito de la conquista sin apenas fuerzas, pasa a explicarlo por la implantación de un sistema de auténtico esclavismo. Por descontado, hace a la influencia hispana responsable del crecimiento de las ciudades frente al campo, de un incorrecto mercantilismo, de la existencia de discriminaciones, de la aversión al trabajo (a los que sigue una especie de denigración de la figura del “indiano”), de la propensión a la corrupción... No es que Rangel cargue todo eso a los criollos, pero eso es lo que los criollos en proceder anidan del espíritu hispánico. Algo así piensa uno al recordar el “nel tuo cuor s’annida Scarpia” que éste aplica a la Tosca de Puccini.
Otra cosa es que neguemos todo. Uno considera que Latinoamérica no deja de ser una caricatura de España, de cierta España. Porque la del siglo XIX, al menos no es para presumir y Rangel no deja la ocasión de reprochárnoslo. Pese a ello, la influencia más nefasta la ve en la Iglesia católica porque “la conquista española se hizo por y para el catolicismo”. Todo un capítulo VI se dedica a explicarlo. Critica duramente pero no ataca a la Iglesia
La influencia marxista en la América hispana es peculiar. Nunca Marx se preocupó de ella, pero ella se preocupó de Marx. El buen indígena cede el puesto (o se idéntica) con el buen revolucionario. El grito de Rangel materializado en este libro lo provoca la llegada al poder de Fidel Castro y su intento de influir sobre Venezuela. Hay que situarlo el tiempo, entonces justificado, hoy desbordado.
El libro se extiende en consideraciones sobre las formas políticas padecidas por Latinoamérica; algo interesante, pero ajeno a la presencia española. Repasa las formas de poder político ensayadas: los caudillos, los militares, los caudillos consulares, el PRI, el modelo brasileño, el peronismo, el fracaso chileno… imposibles de examinar por su variedad. Rangel no puede hablarnos de la situación actual con un indigenismo victimista y rampante que, con la ayuda del marxismo y de la Iglesia de la Liberación ha convertido al llamado buen salvaje en buen revolucionario.
Sea cual sea la reacción que provoque, el libro de Rangel es algo que se debe leer. Lo digo haciéndolo muy tarde, pero corrigiendo mi pasividad anterior, absorbido por el trabajo y la familia, esos deberes que uno debe conciliar, pero no esperando la normativa pública. Es un libro que refleja una visión generalizada de un momento determinado en área geográfica determinada. Es más resultado de la memoria que propósito de anticipación. La realidad es que difícilmente Rangel hubiera previsto el desorden actual. Y quizá sea ese su mérito: anticipar, aunque quedándose corto, las consecuencias de la simple llegada al poder de un Fidel Castro en un pequeño país llamado Cuba.
La simple curiosidad histórica apoya la recomendación de su lectura.
“Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de la América Latina”(397 págs.)…. es un libro del que fue autor Carlos Rangel que lo publicó en 1976. Ha sido reeditado en 2007 en España por la Editorial Gota a Gota incluyendo una versión en Kindle.  

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