martes, 4 de junio de 2019

Stephen W. Hawking­ : "Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros."


Estamos ante un auténtico clásico. Fue escrito en 1988 y desde entonces han pasado tantas cosas que pudiera considerarse como sobrepasado. Pero el hecho cierto es que también habían pasado muchas, muchísimas cosas antes y que el libro las resume con un confesado afán divulgativo. Y para ello recurre a un lenguaje llano y una simplificación de las exposiciones de los problemas y sus soluciones. Pero ello no basta. Una cierta niebla rodea siempre al no habituado a las complejas cuestiones que Hawking expone y explica. Le suenan los términos como el de la “amenaza de Andrómeda” o del “corrimiento al rojo”; le suenan, pero nunca suele estar en condiciones de explicar de dónde provienen, en qué consisten y dónde nos conducen.
Hawking no precisa ninguna presentación. Esto quizá se deba fundamentalmente a dos cosas: la primera es su imagen impactante de inválido, víctima de una esclerosis de naturaleza neurodegenerativa, que le tuvo varado en una silla de ruedas durante 55 años cuando la esperanza de vida de estos enfermos no supera los dos años. La segunda es el éxito de ese libro, del que vendió millones de ejemplares y estuvo durante más de 200 semanas en las listas de los bestsellers. Hawking es autor de otros varios libros, todos de divulgación y no muy extensos, pero ese ha sido el que contribuyó a su fama. Como apoyo de todo, sus ideas brillantes, sus descubrimientos, sus aportaciones a la cosmología, entre las que se encuentran las que se reflejan en el título del libro: el espacio-tiempo y los agujeros negros.
El libro se centra en el tiempo. En su historia más concretamente como indica su título. ¿Cuándo se inició el tiempo? ¿Cuándo acabará? Son cuestiones profundas que afectan a la misma concepción del universo, lo que conduce, no solamente a consideraciones sobre la existencia de Dios, sino a un repaso profundo de los límites de la ciencia en los momentos en que se escribe el libro y que le obliga a extenderse desde el desmesurado universo hasta el microscópico mundo subatómico.
Hawking, por otra parte, no se recata de exponer posiciones teóricas aun discutidas refiriéndose a las afirmaciones y negaciones en pugna. Por eso el recorrido de este comentario se fijará más en esas dudas, añadiendo la referencia obligada a los momentos en los que muchas de esas dudas fueron históricamente superadas para caer en otras. No se va a explicar lo que explica Hawking. Sería una labor tonta y probablemente equívoca. Se referirá muchas veces a Dios; lo desconoce, pero lo necesita; no encuentra lugar donde colocarlo; ignora la posible aleatoriedad de sus acciones. Pero lo cita.


Entramos en el mundo dominado por el principio de incertidumbre que proclamó Heisenberg. Se derrumbaba así el determinismo que permitió a Laplace defender la posibilidad de anticipar el futuro. Hawking exclama ”¡no se pueden predecir los acontecimientos futuros con exactitud si ni siquiera se puede medir el estado presente del universo de forma precisa!”. Y en esa situación, Heisenberg, Schrödinger y Dirac optan por aplicar la “navaja de Occam” y eliminan todo lo que no puede ser observado. La mecánica se convierte así en mecánica cuántica. La aleatoriedad invade el conocimiento científico. Son momentos inquietos en los que Rutheford rompe con la idea de indivisibilidad del átomo y Pauli formula el principio de exclusión según el cual dos partículas no pueden ocupar simultáneamente el mismo lugar (pero no aplicable a las partículas portadoras de fuerza). Encima, Dirac nos aportó la idea de las antipartículas. Al final todo desemboca en una multiplicidad de teorías, un recurso a los spin como posible explicación a ciertas cosas, un brindis a los quarks y un repaso de las famosas cuatro fuerzas. Naturalmente la cuarta, la gravitatoria, sale vencedora. Y uno sospecha que se debe al hecho de que es de la que menos se sabe. La gran incógnita de la ciencia actual.
La idea de relatividad (que suele desembocar también aquí en una rendición a la falsación de Popper) adquiere, aunque Hawking no lo pretenda, en un drama que se manifiesta en la utilización de conceptos como el de singularidad. La singularidad es simplemente el reconocimiento de que, en determinadas situaciones o momentos, nuestras leyes físicas, aun las más avanzadas, dejan de ser aplicables.
Ya concluyendo el libro se hace referencia, aun sin citarla, a la famosa frase de San Agustín: “non in tempore, sed cum tempore, Deus creavit caela et terram”. Es un fantasma que lo recorre. Repetidamente, Hawking menciona a Dios, pero lo hace de una forma peculiar: es la clave de la singularidad inicial de la que en teoría procedemos, del Big Bang, pero lo hace de forma no ‘religiosa’ llamando Dios a ese origen desconocido. Hay realmente una mezcla de problemas irresolutos. ¿Cuándo y cómo comenzó el universo? ¿Cuándo desaparecerá si desaparece? ¿Qué es el tiempo? ¿Qué sentido tiene hablar de flechas del tiempo? ¿Es ilimitado el espacio o tiene límites? ¿Se expande y de qué forma lo hace? Hawking y ahí está su honestidad recorre todos estos problemas y nos los presenta crudamente en su indefinición actual.
Los últimos tramos de una extraña divulgación (y se puede llamar extraña porque es divulgación de lo desconocido, más que de lo conocido) se dedican a la forma en que los científicos reaccionan ante sus errores.
La búsqueda de una teoría unificadora parece ser la meta de los físicos actuales. Pero leyendo el libro uno se pregunta si realmente existe; y, si existe, si podrá ser descubierta; y, si es descubierta, si no abrirá nuevas preguntas e incertidumbres. Se constatan las enormes cantidades de dinero que se ponen al servicio de los investigadores en un esfuerzo portentoso de la tecnología. No parece que conduzca a clarificar el panorama. Uno tiene presente que sólo diez años de que naciera, se pensaba que existía una única nebulosa, la nuestra, la vía Láctea. Luego se descubrió que había millones. Y se descubrieron después los cúmulos de nebulosas. Ese camino es probable que continúe. ¿Tiene mucho sentido hablar de 13.800 millones de años luz desde el Big Bang, cuando no se sabe apenas nada de éste? ¿Cuándo mirando hacia arriba se habla de multiversos, de universos paralelos, de complejidades apenas soñadas y, mirando hacia abajo, se nos habla de supercuerdas y simetrías?
Esto no constituye en modo alguno una crítica al esfuerzo divulgador (¿?) de Hawking y tantos otros. Transmiten en general de forma trasparente las dudas actuales; dudas que son mucho mayores que la que las que existían en los primeros momentos de la ciencia. Lo que sorprende es que un libro como éste haya sido un bestseller cuando habla de las flechas del tiempo y de tiempo imaginario. Que se expresa con cifras que requieren la utilización de muchísimos ceros representativos de potencias para referirse a billones de años luz en lo grande o a fracciones de un milímetro en lo pequeño.
Algo a lo que presta especial atención el libro son los agujeros negros. No en vano fue uno de los objetos de investigación preferidos de Hawking. Aunque ahora nos referimos a ellos como algo familiar, su descubrimiento y hasta su bautizo tuvieron lugar en torno a los 70. Hoy todavía se discute cómo se producen y cuáles son sus características más notables. Las contestaciones básicas hablan de colapsos de estrellas y de la imposibilidad de salir de ellos, incluida la luz. Esto último constituye el gran problema para su estudio. Se siguen buscando, con cuidado de no confundirlos con los pulsars. Uno de esos buscadores es precisamente Hawking, que titula uno de los capítulos de este libro “los agujeros negros no son tan negros” y que expone, apoyándose en los horizontes de sucesos, la posibilidad de que algo escape de los agujeros negros. Una exposición lenta y complicada para ser objeto de esta simple referencia.
Hay un concepto sugerente: el principio antrópico según el cual “vemos el universo en la forma que es porque nosotros existimos”. Tiene ―¿cómo no?― una doble versión. El principio antrópico débil reduce las posibilidades de vida inteligente a determinadas áreas de calma en el universo. La teoría fuerte admite muchos universos diferentes o muchas regiones diferentes con leyes físicas propias diferentes unas de otras. Hawking no cree en ella. En el fondo, surge nuevamente el orgullo del Sapiens, que se rebela ante ella sin prestar atención al largo tiempo que ha transcurrido hasta el estado actual de la humanidad. Uno recuerda simple la pregunta: ¿estamos solos? En cualquier caso, sin posible comunicación.
El capítulo 11, titulado “conclusión” se inicia con esta frase: “Nos hallamos en un mundo desconcertante”. Para desconcertado, el lector; aún más, si cabe, tras haber paseado por mundos paralelos, múltiples dimensiones, un tiempo que corre hacia detrás o hacia adelante, un espacio que no se sabe si tiene límites o no. No hay conclusiones ciertas, sino solamente nuevos hechos antes desconocidos y que tratan de explicarse, ¿por quienes? Ya no son los físicos, sino los matemáticos. Todo el avance científico se basa en cálculos matemáticos teñidos de falsabilidad. Los filósofos, explica Hawking, acompañaron ese avance hasta quedar desbordados por la técnica.
En definitiva, el subtítulo de libro: “Del Big Band a los agujeros negros” podía sustituirse por éste: “De lo que no conocemos a lo que tampoco conocemos”. A Sócrates no le avergonzó “sólo sé que no sé nada”. ¿Avergonzarnos nosotros por lo mismo? Seamos un poco humildes. Como ya decía Newton “Lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano”.
Este libro conduce a la humildad por la vía de la humillación. Es, sobre otras posibles y numerosas, la mejor recomendación que puede hacerse de él.
“Historia del tiempo. Del Bin Bang a los agujeros negros” (284 págs.) es un libro del que es autor Stephen W. Hawking. Su Copyright fue registrado en 1998. Su primera traducción al español fue asumida por Alianza Editorial en su colección El Libro de Bolsillo, de Alianza Editorial, que inició su publicación en 1990 hasta llegar a la octava edición, que es la leída, en 2018. Han pasado 21 años desde que se escribió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario