sábado, 16 de febrero de 2019

Jose-Alberto Palma : “Historia negra de la medicina”


Estamos ante un libro curioso. Nos cuenta una historia que en ocasiones puede producir malestar, repugnancia o temor. La historia de la parte oscura de la medicina, que nos permite valorar su brillantez actual y, a la vez, dudar de ella. Desfilan visionarios y villanos, pero tras de ellos se vislumbra el enfermo siempre a la búsqueda de la salud perdida.
José Alberto Palma en un neurólogo, profesor de neurología en la New York University, integrado en una familia de médicos y autor de varias obras en donde refleja sus inclinaciones e ideas. Junto a sus conocimientos hay que destacar su estilo literario, ágil, atrayente y fácil, favorecido en este libro por el tema abordado. No le importa, sin embargo, apartarse del sendero e intercalar anécdotas, personales o ajenas, o breves biografías que sitúan al lector cómodamente en el tema abordado.
Leyendo esta historia negra nos situamos en el escenario ya olvidado de los tiempos que nos precedieron. Cuando no había los analgésicos actuales, cuando la tuberculosis era un camino rápido e inevitable para la muerte, cuando la cirugía no contaba con la anestesia y desconocía la asepsia, cuando el enfermo mental era una realidad misteriosa y cercana... Y uno se para a pensar si no seguimos estando en otro momento concreto de la historia que en un futuro no lejano será mirado a su vez con conmiseración. Echamos la mirada atrás y no muy lejos vemos los avances de la cirugía (como la laparoscopia o las muevas prótesis), los de la farmacología (hoy prohibidos como peligrosos los medicamentos que como el Pental, el Belladenal o Optalidón comprábamos sin problemas en las farmacias), los de la aplicación de la informática a la medicina. “Cuesta entender como los medidos pudieron causar tanto daño durante tantos siglos de manera impune con remedios… sin haber comprobado si eran verdaderamente eficaces”. Comprobar si una cosa funcionaba era la base del método científico.
Ese el mensaje que el autor deja: una prudencia que evite excesos o irresponsabilidades. Se refiere en concreto a la facilidad con que, hoy en día, se recurre a la nueva tecnología. ¿Sabemos los problemas que pueden encerrar el uso desmedido de la tomografía computadorizada, por ejemplo? ¿Debemos conceder a los nuevos medicamentos una confianza excesiva en su bondad?
Vayamos al libro, que está ordenado en capítulos en los que se van recorriendo las grandes pifias del avance médico. Se exceptúa quizá los elogios que dirige inicialmente a las trepanaciones descubiertas por la arqueología, para inmediatamente referirse a lo hoy ya está a nuestra disposición: anestesia, asepsia, analgésicos, antiinflamatorios, diagnóstico por la imagen, farmacología abundante… Inmediatamente pasa a referirse a las ideas sobre la sangre que condujeron a la utilización de las sangrías, sustituidas por las repugnantes sanguijuelas. O el empleo de remedios basados en los desechos y secreciones, destacando la orina (que hasta se bebe) y las heces (incluida la técnica del trasplante de heces, hoy aun utilizada). Junto a ellos la antiquísima técnica de los enemas, a los que según las épocas se añadían elementos que se consideraban saludables.
Siguen las disquisiciones sobre prácticas que hoy nos parecen puras ilusiones y esperanzas. Surgen así la utilización del magnetismo, como sucedió con las piedras serpiente del padre Kircher, una corriente que llegó a unirse con el mesmerismo. O la utilización de polvo de momia. En esos tiempos también tuvo importancia social la sífilis. Palma recorre la historia de esta enfermedad, de discutida procedencia en el capítulo titulado descriptivamente “Una noche con Venus y toda la vida con Mercurio”. Porque el mercurio fue el remedio tradicionalmente aplicado (junto con el del palo santo) hasta que, con la aparición de la penicilina, dejó de ser una enfermedad mortal. Desafortunadamente “los efectos secundarios derivados del consumo de mercurio eran mucho peores que la propia sífilis”. Sin embargo, se creyó en la eficacia del mercurio durante más de 2.000 años.
Dentro del capítulo “Problemas de damas”, Palma se refiere fundamentalmente a Hospital de La Salpêtrière y a su director Jean-Martin Charcot. Uno de sus máximos éxito fue “desvincular la histeria de los órganos genitales femeninos”, aunque luego actuara “como si la enfermedad fuera exclusiva de las mujeres”. Agregó el hipnotismo, pero no como remedio, sino como generador de explosiones histéricas. Y creó, sobre todo, un espectáculo en sus sesiones a los que fue moda acudir. Se mezcló la realidad de la enfermedad y la representación. Hoy la histeria no figura como enfermedad, sustituida por otros términos médicos, pero Palma insiste: la histeria como problema médico subsiste: “seríamos bastante ingenuos si pensáramos que todo ello no sucede en la medicina actual. Así, puede que algunos síndromes populares hoy en día no son más que eso: nombres nuevos para síntomas antiguos”.
Algo así como la cámara de los horrores es el capítulo octavo: “Torturas extremas para pacientes resignados”.  Se abre refiriéndose a las prácticas utilizadas tras el 11-S en los interrogatorios de los presuntos terroristas y haciendo referencia a cómo, medidas igualmente crueles, fueron en tiempo empleadas como tratamientos médicos. Baste su referencia: la cura por ahogamiento, la silla giratoria, la silla tranquilizante , la silla vibratoria, la cura de la suspensión, la cura de la sangre de oveja y la cura de la extracción total. En este último tipo de cura, basada en la “bacteriología quirúrgica” se iban extrayendo piezas y órganos del paciente, comenzando por los dientes y las amígdalas y acabando con el estómago o el colon. Fue una cura, utilizada por el psiquiatra estadounidense Henry Cotton en las primeras décadas del siglo XX. Metidos ya en el horror, Palma recuerda el caso del sacamantecas de Gótar, Almería. Una curandera recetó a un enfermo beber sangre aún caliente de un niño y colocarse cataplasmas hechas con la grasa de su cuerpo. De ahí deriva el calificativo de “sacamantecas”, al igual que el “hombre del saco” alude a la forma en que el niño robado se transportó hasta darle muerte. En cualquier caso, la creencia en la virtud curativa de las grasas animales o la bebida de sangre no fue algo insólito hasta en siglo XX.
La referencia a la amapola le permite a Palma entrar en el mundo de la droga. De ella se extrajo inicialmente el opio, cargado de historia y moda persistente a través de los siglos, al ofrecer un producto que proporcionaba un peculiar descanso y relajación, pero que conllevaba el libro de la adición. De ellas fueron derivando las distintas drogas: la morfina, la cocaína… hasta llega a la droga “heroica”, la heroína.  Durante mucho tiempo se comercializaron. Fue popular el láudano, que no era sino vino con alago de opio.
Todos los pretendidos avances de los tratamientos médicos se basaban un tanto en una peculiar fe en los avances en otras ciencias. Es lo que se produjo con la electricidad, especialmente cuando ésta se “domesticó” por Tesla. Especialmente cruel fue su aplicación a través del electroshock. El libro se refiere al Frankenstein de Mary Shelley para indicar la influencia marginal de estas ideas o al curioso ‘corsé eléctrico’ de Cornelius Harness. Se descubrió la radioactividad y comenzó a utilizarse el Redón como remedio. Hagamos un alto para señalar algo destacado en el libro: como regla general parece que los pacientes a los que se iban aplicando estos nuevos remedios sentían una sensación de mejora, algo similar al efecto de los placebos. Siguen examinándose errores médicos ya muy próximos a nosotros: la fiebre de las lobotomías, los tratamientos del Parkinson, la confianza excesiva en la dopamina o la búsqueda de la virilidad de Brown- Sequard, Steinach y Voronoff
Al final se plantean ya problemas de orden moral. Por ejemplo, se recuerdan frente al aborto y la eutanasia las palabras del juramento hipocrático: “A nadie daré, aunque me lo pida, un remedio mortal, ni tomaré iniciativa alguna de ese tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna”. A esa misma dimensión ética se refiere el experimento oficial de Tuskegee (EEUU) en que se ofrecieron una serie de ventajas a 412 sifilíticos a cambio de que no trataran su enfermedad con objeto de estudiar la progresión sin tratamiento de la sífilis; todo cuando ya existía tratamientos eficaces de controlarla o combatirla. De ahí se salta a Auschwitz para recordar al famoso doctor Mengele y sus siniestros experimentos. Todo pretendidamente justificado por la eugenesia.
¿Estamos ante un libro optimista o pesimista? ¿O simplemente realista? El autor parece orientarse hacia esto último: “…la medicina es como una moneda, tiene un anverso y un reverso. El anverso es la medicina actual, en la que existen tratamientos eficaces para la mayoría de las dolencias… El reverso es la medicina desastrosa que se practicaba desde Hipócrates hasta el Siglo XX, donde la mayoría de los tratamientos no generaba ningún beneficio”. De Hipócrates y su juramento se repite el principio: “lo primero es no dañar al paciente”.
Más importante es que Palma critique duramente algunos aspectos de la medicina actual. Destaca la creciente medicalización que vivimos. Todo pasa ser considerado enfermedad, llevando a un ‘intervencionismo innecesario’ al que no ajeno el beneficio económico. Cita de hecho lo dicho por Iván Illich en 1975 en su libro “Némesis médica”: “Durante la última década, la práctica profesional de los médicos de ha convertido en la amenaza principal para la salud”. El pensamiento del propio Palma quizá se condense así: “El auge de la medicalización, promovida por algunos ‘pacientes’ deseosos de convertirse en enfermos, el abandono de valores religioso que ayudaban a lidiar con las dificultades de la vida, las empresas farmacéuticas y, por supuesto, los médicos, es un hecho hoy en día”. Antes ha recodado algo sorprendente: en una investigación realizada sobre cinco huelgas de médicos se mostraba que “la mortalidad era estable o disminuía sustancialmente cuando los médicos no pisaban el hospital”. Estudios posteriores lo confirman. En suma: un libro ameno que nos hace pensar.
“Historia negra de la medicina”(2096 págs.) es un libro escrito por José -Alberto Palma que lleva por subtítulo “Sanguijuelas, lobotomías, sacamantecas y otros tratamientos absurdos, desagradables y terroríficos a lo largo de la historia” Fue escrito en 2016 y publicado en España por Ediciones Ciudadela.

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