Una advertencia
previa: si bien la noción de “discriminación positiva” ha sido la habitual en
España, esta denominación está cediendo (y en Estado Unidos ha cedido) en favor
de la de “acción positiva” o “acción afirmativa”. De hecho, esta última expresión
es la utilizada por Sowell en su libro, cuyo título original en inglés es “Affirmative Action Around the World”.
Pero ¿son conceptos o ideas iguales?
Comencemos por
el autor: Thomas Sowell es un pensador libertario estadounidense de origen y
afroamericano, ateo, autor de diversas obras sobre economía y filosofía
política, enemigo del pensamiento único y ligado al mundo universitario. Pero
lo que hay que destacar en él es que es un claro opositor a las leyes de
discriminación positiva y a la imposición de lo políticamente correcto.
Simplemente porque las considera inútiles y hasta contraproducentes. No dudo en
citar una frase que a su juicio reflejaba, por ejemplo, el pensamiento de Obama
(al que de paso no considera socialista): ”Si
las cosas van bien, es gracias a mí; si van mal es por tu culpa”.
El análisis que
se lleva a cabo en el libro se centra fundamentalmente en los Estados Unidos y
en la aplicación de la discriminación positiva en dicho país. Pero Sowell
señala que la aparición de estas normas tuvo lugar en fechas anteriores en
diversos países. Y se detiene en la consideración de los principales: India,
Malasia, Sri Lanka y Nigeria.
En el repaso
que hace Sowell de las principales naciones con experiencias en este terreno,
ocupa justamente el primer lugar la India.
No solamente por el hecho de la importancia de su compleja población, sino
también por la diversidad de lenguas, religiones y estados que la componen.
Añádase a eso la existencia de un sistema de castas fuera de las cuales quedan
los intocables (oficialmente suprimidos, pero subsistentes como “castas
programadas”, “harijans” o “dalit”). Por fin, es un país que desde sus orígenes
practicó políticas de discriminación positiva y que conserva datos estadísticos
fiables de sus resultados.
Destaca en
primer término la protección especial a los locales, que en ocasiones conduce a
la desidia de dicha población. Sin embargo, Sowell indica que no se suele
analizar la causa de las disparidades que terminan recurriendo a la
discriminación positiva, sino que se suele prestar “mucha atención a la supuesta injusticia de la situación”. Se refiere
en concreto a las regulaciones de los estados de Andhra Pradesh, Assam.
Maharashtra, donde los llegados de fuera terminaron predominando sobre los
locales, con la consecuencia de conflictos sociales y revueltas. En lo que
insiste el libro es en que “hay mucho más
en juego que un sencillo melodrama moral de ricos contra pobres”. “Las preferencias y los cupos no son meros
juegos de ricos contra pobres”. La realidad muestra que favorece a los más
ricos y empobrece a los más pobres como consecuencia de recaer sobre una
realidad social que permite a los primeros acceder fácilmente a esos cupos. Los
teóricos beneficiarios de estos sistemas muestran una autocomplacencia y una
indiferencia ante los mismos. En el caso de la educación “la igualdad ficticia que supone su presencia física puede ser tanto una
burla como un obstáculo para el éxito verdadero”. La India, en cualquier
caso, es un antecedente y un aviso.
Malasia (o Malaisia como predica
Sowell) ofrece datos curiosos. En su actual población de unos 23 millones de
habitantes encuentra el autor un 61% de malayos y bumiputeras (hijos de la
tierra), un 24% de chinos y un 7% de indios. Pero históricamente los chinos
superaron a los malayos. Siendo pocos al principio, su frugalidad y espíritu de
trabajo les permitió, partiendo de trabajos humildes, hacerse con una gran
parte del comercio y la minería de Malasia. Frente a ellos los malayos eran
derrochadores, pero propietarios de tierras. Como en la India, “a los forasteros les van mejor las cosas que
a la población autóctona, ya sea en los estudios, el mundo laboral, los
negocios o la industria”. Naturalmente pronto saltaron los conflictos
interraciales entre poblaciones que apenas mantenían contactos entre sí. Y que
concluyeron con algo insólito: la expulsión de Singapur, repleta de chinos, de
Malasia en 1965 que quedaba así con una “cómoda mayoría malaya”.
Hay datos
asombrosos: en los años 60, “en
ingeniería fueron 408 los licenciados chinos en comparación con sólo cuatro
malayos”. Hubo que utilizar la lengua malaya (que así sustituía al inglés)
para poner coto a ese desequilibrio. La Nueva Política Económica logró con sus
cupos y subvenciones que la población malaya, mejorara su situación y que la china
se mantuviera simplemente, aunque no en el ámbito gubernamental y funcionarial.
Contrariamente, la expulsada Singapur nunca ha utilizado políticas preferentes
y de hecho intenta fomentar una identidad genérica singapurense para todos los
miembros de todos los grupos”. Al final el libro resume la realidad en esta
cita: “los estudiantes malayos, que
consideran que tiene el futuro asegurado, sienten menos presión para rendir”.
Ha habido que rectificar bastantes cosas y abandonar preferencias.
La historia ha
marcado a Sri Lanka, el antiguo Ceilán,
un país reducido a una isla de no grandes dimensiones y con una población de 19
millones de habitantes, en los que destacan la población cingalesa (3/4 partes
de la población) y los tamiles, la principal minoría étnica (1/6 de la
población). Tradicionalmente las relaciones no crearon problemas entre tamiles
y cingaleses, al igual que entre hindúes y musulmanes. La presencia británica
en 1796 alteró la situación, ya que los tamiles menos prósperos que los
cingaleses aprovecharon más ávidamente la cultura y civilización que traían los
ingleses. Por otra parte, se fueron distinguiendo los “tamiles de Ceilán” y los
“tamiles indios” (inmigrantes). Los desequilibrios en las representaciones
políticas y las actividades económicas crecieron: “la escena estaba preparada para la discriminación positiva”.
Y en efecto,
llegó Solomon Bandaranaike que, tras conquistar el gobierno, comenzó a adoptar
medidas con las que favorecía a los cingaleses, haciendo que la hostilidad creciera
hasta llegar a una cruenta guerra civil. Personas que buscaban trabajo en determinados
sectores se unieron con lo que un “nuevo
grupo de personas con estudios presionó a nivel político para se instauraran
los cupos y las preferencias de grupo”. Se eliminó el inglés estableciendo
un doble idioma oficial, con trato preferente para el idioma cingalés, lo que
favorecía el acceso de la población cingalesa a los puestos de la
administración y la educación. Como indica Sowell: “incluso generaciones de coexistencia pacífica pueden peligrar
rápidamente cuando se unen las circunstancias propicias y el demagogo adecuado”.
El desfile de
experiencias ajenas concluye en Nigeria,
un país tan populoso como rico, creado artificialmente por Inglaterra integrando
territorios diversos ocupados por diferentes etnias entre las que no existía
verdadera convivencia: ibos, yorubas y hausa-fulanis. Surgieron los
enfrentamientos y las tensiones, los intentos de apaciguamiento y todo terminó
en la idea de una “federacionalización” de Nigeria, utilizando la identificación
de territorios y etnias. Curiosamente, estos bienintencionados intentos de
igualdad de los nigerianos tienen efectos difíciles de valorar. De entrada,
conducen a la indeseable aparición de “partidos étnicos” que ha sido combatida
con simpleza con la creación de nuevos estados federados
En último término,
Thomas Sowell se refiere a la discriminación positiva en los Estados Unidos. Aunque sea el propósito
principal del libro ―criticar su aplicación en dicho país― quizá no
sea la más interesante. Refleja cómo esas medidas distan mucho de cumplir con
los objetivos para los que fueron pensadas. Como era previsible, son objeto de
examen especial las adoptadas en favor de los negros, especialmente en el campo
de la educación. Una novedad que destacar es que el libro indica como esta
discriminación positiva se ha extendido a otros grupos sociales, destacando el
feminismo. De sus consideraciones deduce que el progreso de las mujeres se
produce, no como consecuencia de esas medidas, sino respondiendo a otras
tendencias sociales y a la misma actitud de las mujeres.
Quizá la
crítica más profunda que aduce es que la discriminación positiva es contraria
al principio de igualdad de trato de los individuos proclamado por la
Constitución de los Estados Unidos y a Ley de Derechos Civiles de 1964. Sowell
destaca que, antes de 1960 “muchísimos
negros salieron de la pobreza ‘sin ayuda de nadie’ como suele decirse”.
Ocultar ese esfuerzo es una vileza.
Si tuviéramos
que resumir la idea que mueve a Sowell diríamos que se asienta en la falsa
utilidad de las medidas de discriminación positiva. Argumenta, por ejemplo, que
los asiáticos llegados a Estados Unidos han carecido de ese tipo de medidas y,
sin embargo, han progresado de forma visible respecto de los negros. Esas
medidas producen efectos indeseables como: 1) desmotivar a los que la reciben,
renunciando al esfuerzo y abrazando la subvención; 2) favorecer a las clases
pudientes de los sectores protegidos por la discriminación positiva, no
ayudando a quienes realmente la precisa; 3) generar asociaciones del tipo
“Alí-Babá” en donde un listo (Alí) que no está protegido utiliza la pantalla de
otro (“Babá”) que si lo está para acceder a las ayudas de la discriminación
positiva. Gran parte de su análisis se centra en denunciar las falsedades y/o
errores del informe Bower&Bok cuando alababa los resultados de las medidas
de discriminación positivas aplicadas en las universidades.
Pero ¿están
estas consideraciones tan lejanas de España? ¿Existiendo las extrañas pagas
andaluzas? ¿Galopando el feminismo radical? ¿Aplicándose el principio de
solidaridad más allá de sus justos límites? La ayuda a los desfavorecidos no
consiste en su incentivación y se convierte en EREs falsos, en puertas
giratorias, en observatorios, en “cremalleras” electorales, en universalización
de pensiones y asistencia médica, en ayuda académica a quienes son incapaces
aprobar. Volvemos a preguntarnos: las dudas que expone Sowell ¿no tienen
aplicación clara en España?
“La discriminación positiva en el
mundo” es un libro escrito por Thomas Sowell en 2004 con el título original
“Affirmative Action Around the World” y publicado en español en 2006 por la
Editorial Fundación F.A.E.S. S.L.U. en su colección “Gota a gota”
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