miércoles, 5 de diciembre de 2018

Michael F. Roizen y Mehmet C. Oz : “Tú. Manual del usuario”.


Puede parecer una superficialidad el empeño en dotar a los libros que tratan de cosas serias de un aire desenfadado y hasta humorístico. La tentación de caer en esa tentación cede cuando se advierte que, de no existir ese aire liviano no sería el libro de divulgación que se pretendía, sino un libro serio que abordaba seriamente temas serios. Lo que nos conduce a pensar que hay dos formas de divulgación: la seria y la no seria, mucho más juguetona y divertida, aunque sin renunciar a la función pretendida, por cierto, un tanto difusa y sincrética: vender, enseñar, convencer… vender, vender.
Como es obvio todo este exordio se refiere al libro comentado. Una explicación de cómo funciona el cuerpo humano, pero orientado no tanto a sus éxitos como a sus fracasos. Nos explica la vejez y las enfermedades como fallos de nuestro cuerpo, pero sin excluir nuestra responsabilidad. Nos hacemos viejos por ley natural, pero solemos acelerarla con nuestros hábitos y malas costumbres. Y a la función divulgadora se añade así la reciente de autoayuda, una forma de calificarnos de viciosos, tontos o ignorantes.
Creo que no vale especialmente la pena detenerse en la personalidad de los autores, cuya colaboración alcanza a seis libros. Michael Roizen, ha trabajado como anestesista, aunque sus éxitos partieron de apariciones en TV, publicación de artículos y fundación de movimientos sobre temas de salud. Su colaborador, Mehmet Oz, el llamado Dr. Oz, ha crecido como presentador de un espacio de TV sobre temas médicos, aunque también es partidario de las medicinas alternativas y ha promovido en general la pseudociencia. Eso, siendo cirujano cardiotorácico y profesor universitario. Hijo de padres turcos profesa la religión musulmana. En suma, una pareja tan “exitosa” como criticada.
El libro va recorriendo nuestros sistemas orgánicos. Y compara nuestro cuerpo con una casa. Lo hace un tanto a coscorrones, pero una casa es siempre generosa como símil: tiene canalizaciones, puertas, ventanas, cuadros en las paredes, cuartos de baño, cocinas. Una casa sirve para todo. Entre otras cosas para vivir; aunque sólo entonces alcanza la dignidad de ser una casa. Los autores comienzan su recorrido, analizando el sistema circulatorio. Se nos explica cómo funciona el corazón y los vasos que distribuyen la sangre y la composición de ésta, pero es para decirnos cómo debemos evitar los fallos cardiacos. En una peculiar pirueta, se omiten las características fundamentales de ese extraño sistema. Quizá lo hace porque, como indica, es algo que podemos comprobar personalmente: al corazón podemos sentirlo minuto a minuto y nos enfrenta razonablemente al asombro que causa algo así como un puño que se contrajese continuamente durante toda nuestra vida. Agreguemos que se incorporan al texto dibujos que, siempre con el mismo tono divertido, orientan al lector en su viaje a Citera. Dibujos que, a mi juicio, ni son buenos, ni corrientes, ni orientadores.
Llegados a este punto es cuando uno, impaciente ya, se salta montones de páginas y va a ver cuáles son las conclusiones del autor (o sea, autores). ¡Y uno se encuentra con unas extrañas recetas de cocina! Advirtamos que, de entrada, éstas son enormemente ajenas a las costumbres españolas y su mercado; rebosan americanismo, un sistema de costumbres que ni alabamos ni censuramos. Como siempre repito, cada perrillo se lame su cipotillo. ¿Y por qué tanta cita? Simplemente porque los autores conceden una importancia decisiva a nuestra alimentación en nuestra salud. Puede que tengan razón, pero uno siempre ha defendido tanto el derecho individual a comer lo que uno quiera, como la obligación de respetar las “manías” de los que hacen de la alimentación un mecanismo de salud. Será algo a lo que habrá que volver, claro.
Al sistema nervioso le asigna el papel de cableado de la casa. Los autores no tienen mucho que decir, porque estamos ante un tema complejo. Para colmo suelen mezclar lo neurológico con lo psicológico. Abordan los temas más comunes, los que pueden procurarles más lectores; pérdidas de memoria, ansiedad, Alzheimer, Parkinson… Al final recomiendan tomar aspirina diariamente. Surge la tabla de alimentos recomendados: así nos indican, por ejemplo, que tomar diariamente 28 gramos de frutos secos hace a los “hombres: 3,3 años más jóvenes” y a las “mujeres: 4,4 años más jóvenes”. No es broma: lo dicen.  Y así, alimento tras alimento. Queda sin aclarar si ese extraño rejuvenecimiento es acumulativo y si podemos añadir al ejemplo los 2,8 más jóvenes que proporciona el consumo de 383 gramos de pescado a la semana. No vale la pena referirse a las recomendaciones finales o al test de 10 preguntas con que finaliza.
Los huesos y los músculos son, por descontado, las vigas de madera que mantiene el edificio. De entrada, la vista se centra en las articulaciones principales que constantemente usamos: hombro, cadera y rodilla. La gran preocupación son la artritis y la osteoporosis. Y avisa sobre los problemas, tanto de la ausencia de ejercicio como de exceso de éste. Todo termina en clasificar los ejercicios entre los de fuerza y los restantes. Añade una extraña referencia al yoga (que en realidad es una auténtica gimnasia visceral) que parece desnaturalizarlo asimilándolo a una especie de streching. Termina con una tabla de ejercicios a realizar: supone a la semana 30 + 30 + 60 + 210 minutos, es decir 330 minutos semanales, casi una hora diaria. Todo para “estar” más joven. Pero hay que añadir los aportes alimentarios: calcio (1.200 mg), vitamina D (400 o 600 unidad diarias según la edad), magnesio (entre 400 u 500 mg). Omega 3, vitamina  ( unos 1500 mg al día. Además, recomienda tomar diariamente sulfato de glucosamina y coindritina, como buenos lubrificantes, recurrir a la acupuntura cuando los síntomas apuntan, ir derecho, usar calzado acolchado y, por descontado, adelgazar y dejar de fumar. O sea, algo fácil y sencillo, aunque se limite solamente al maderamen de la casa.
No vale la pena seguir recorriendo esa casa, donde desfilan los adornos (el sexo), las ventanas (los órganos sensoriales), los sistemas de seguridad instalados (el sistema inmunológico), los reguladores de frío, calor, humedad, luz, electricidad… (el sistema hormonal). Al final se desemboca en algo que representa una preocupación más o menos universal: el cáncer, aludiendo a sus manifestaciones principales como son los de mama, de próstata y de colon.
Estamos ante un libro de fabricación y/o aumento de hipocondríacos. Claro es que para eso hace falta cuenta tendencia natural. Y hay muchas personas que tienen esa tendencia. Curiosamente tratan de acumular no remedios sino excusas. Y no es chica la de acusarse de padecer cosas por no seguir las indicaciones de los “magos”; la culpa es mía no de los gurús de turno. Ese es, desde luego, un terreno abonado donde no es preciso una especial actividad. Lo peor es que el libro es manipulador. Trata de seducir a la gente normal y llenar su ánimo con las ideas de juventud y bienestar.
Hay otra idea constantemente manejada que por absurda no merece especial crítica: la del rejuvenecimiento. Todo parece avalado por lo que “aumenta” nuestra juventud. Digamos, por ejemplo: comer 100 gramos cada dos días del vegetal “x”, reduce nuestra edad en “y” años, por ejemplo, 1,2 años. No se dice que los esfuerzos alimentarios sean acumulables (¡por Dios, no se pase, que ya está en los cinco añitos!). Cuando dice el libro lo que hay que comer o beber lo que hace es condenar lo que no hay que comer o beber. O sea, casi todo. Eso parece que tiene siempre un aire masoquista pero como en realidad el lector no suele serlo, lo deja en el plano intelectual y sigue haciendo lo que quiere. Tiene ya satisfecho el complejo de responsabilidad judeocristiano.
Pero esa obsesión tiene un origen y una razón de ser. Se llama “RealAge” y está registrado. Quiere significar algo así como una medida para saber si somos biológicamente más viejos o más jovenes de lo que por años vividos, cronológicamente, somos. Puede comprenderse que son simples deducciones teóricas derivadas de lo que se llama “estilo de vida”, es decir, si comemos y bebemos adecuadamente, si somos sedentarios o hacemos ejercicio, si fumamos o no, si estamos acomodados socialmente, si somos cultos o incultos, si somos felices o no, si padecemos ansiedad o gozamos de equilibrio mental… Es fácil suponer lo que puede deducirse: intuitivamente se sabe lo que envejece y rejuvenece nuestra famosa “RealAge”, lo que puede enfermar y lo que puede prevenir en teoría la enfermedad.
En Internet, “RealAge” ha creado su web y su test de evaluación. He escogido uno más simple y rápido, pero a primera vista serio. Sigue las pautas de Dr. Oz. Me señala una edad biológica 28 años menor a la que realmente tengo, aunque considera que mis hábitos me han ahorrado 9 años de esos 28 de la vida real. Sin preocuparme por la comida y la bebida, siendo naturalmente sedentario y estando lleno de achaques.
El libro describe con aire desenfadado y elemental el cuerpo humano, parándose en unas cosas y obviando otras. De esa elementalidad salta de pronto a la indicación de una serie de productos y elementos —unos naturales y otros artificiales— que pueden evitar el mal funcionamiento de nuestro organismo. Sin mayores explicaciones, pero siempre relacionado con la alimentación. Esto, mezclado al sentido imperativo que tienen los consejos que a continuación se exponen, producirán sin duda de que una persona en lugar de comer un plátano ingiera potasio, y en lugar de saborear un tomate aproveche su licopeno como antioxidante.
Hay a lo largo de libro una mezcla curiosa de amenaza, siembra de temor, sugestión e intromisión en la intimidad. Algo que, sin duda, será recibido como bálsamo por determinadas personas y rechazado por otras. No sorprende la portada del libro: una mano amenazante similar a la del viejo cartel norteamericano llamando al enrolamiento en tiempo de guerra: le falta el “I want you”, aunque en ese caso el “U.S. Army” habría que sustituirlo por “Sharecare”, donde se utiliza el “RealAge” como reclamo.
Queda claro que el libro no me ha convencido. O sea, no me ha gustado.

“Tú. Manual del usuario” (496 págs.) es un libro escrito por Michael F. Roizen y Mehmet C. Oz en 2005 con el título original “You, the Owner’s Manual”. Ese mismo año fue publicado en España por Santillana.

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