Fuera la frase
de Plinio el Joven o de Cervantes por boca de Sansón Carrasco, yo siempre creí
en la afirmación de que “no hay libro tan malo que no tenga algo bueno”.
Este libro me hace dudar de que eso sea cierto. Alguna frase suelta le salva y
me salva.
El autor es un tal
Tom Phillips al que, ni siquiera la solapa del libro que muestra su rastro profesional,
es capaz de llamarle escritor. Fue inicialmente editor jefe de la sección británica
de Buzz Feed, una empresa estadounidense dedicada a proporcionar información,
viral básicamente, y entretenimiento, y que terminó intentando entrar en el
campo político e informativo. Una entidad que ha estado acompañada de
escándalos y demandas, especialmente relacionados con casos de plagios y vulneración
de derechos de autor. En el momento de la publicación del libro, Tom Phillips
es periodista y redactor de una agencia británica dedicada precisamente a la
comprobación de datos: la Full Fact, que parece ser una copia —nos sé si
buena o mala— de Buzz Feed. De una y otra la única información de que dispongo
es la encontrada en Wikipedia y a la que remito a quien quiera saber algo más
de estas dos entidades (ONGs) y, por derivación, el ambiente en que ha vivido
el autor. Por cierto: éste es su primer libro, al parecer.
También en
Internet se pueden encontrar las frases de elogiosas con que editoriales,
distribuidoras y vendedoras tratan de adornar la mercancía. Todas coinciden básicamente
en que Tom Philips de un escritor humorístico. “Very clever, very funny man”,
(Amazon), que nos expone “una apasionante y divertida historia de la
humanidad que da cuenta de los miles de años de pruebas y errores…”
(Planeta de los Libros) a través de un “exhilarating journey”
(Hachette.com).
La cosa
recuerda a uno de los espectáculos más tristes que se pueden contemplar en
ocasiones: la del payaso que no arranca ni siquiera sonrisas. El humor es una
de las actividades más difíciles de practicar que el humor. Entonces: ¿en qué
consiste ese sentido humorístico que las editoras ven en Tom Phillips? Emplear
un lenguaje banal, añadir comentarios innecesarios y torpes, revolotear sobre
la historia como si se tratara de un cómic divertido no es humor. Pero esa
sensación de impotencia se acrecienta cuando Tom Phillips emplea unos términos
impropios de un libro serio, donde ese leguaje populachero y lleno de
palabrotas sólo es admisible cuando se trata de reflejar el lenguaje de
determinados personajes en los que encaja ese uso.
La cosa
tiene el matiz infantil de la canción “caca, culo, pedo, pis”. La cosa
llega al propio subtítulo del libro. El traductor, por tratarse de la portada,
habla de “Una breve historia de cómo la hemos pifiado”, aliviando el
original: “A Breif History of How We F**ked It All Up”. Por dentro, ya
es inevitable que se empleen de forma constante los términos ‘joder’ y ‘cagar’
en sus distintas versiones verbales, nominales y adjetivas, refiriéndonos
únicamente a los más empleados para dotar a la obra de lo que se considera
“humor”. Uno considera que la evitación de esos términos, —los conocidos como
tacos o palabrotas— deben ser excluidos por respeto al lector.
Volvamos
al libro. Los primeros capítulos cabalgan sobre “Sapiens” en su recorrido
inicial. No resulta acogedor el título del primero “Por qué tu cerebro es
idiota” La historia se remonta a cuando, hace 700.000 años. “los seres
humanos comenzaron realmente a fastidiarlo todo para todo el mundo”. ¿Está
excitando nuestro sentimiento de culpa judeo-cristiano o es otra prueba de
humor? Porque luego añade la presunta historia de la rueda que a continuación
desmitifica en una “Nota importante de interés para pedantes”, olvidando
siempre la existencia del eje que da lugar a la rueda. Da la sensación de que,
sin saber la razón, siga por ahí hasta sumergirse en el mundo de los psicólogos
de bolsillo actuales, tan compartimentados, para justificar la estupidez de nuestro
cerebro, el idiota preconizado.
Sigue un
capítulo en que, en la pauta marcada por “Sapiens”. se refiere a la aparición
de la agricultura, la que para él introduce la desigualdad económica, trae
enfermedades y hace que la gente trabaje más y coma menos. Incluso cita a Jared
Diamond: “Forzados a elegir entre limitar la población o tratar de aumentar
la producción de alimentos, optamos por esto último, que acabó trayéndonos
hambrunas, guerras y tiranías”. Tom Phillips agrega su lamentación ante lo
que estima destrucción del entorno. Resume su pensamiento en esta frase: “la
agricultura nos puso en una senda que nos conduciría a muchas otras cagadas,
más directas y más dramáticas”. Agregará, además y como lo hará más tarde
de forma repetitiva y cansina, casos ejemplares e inconexos: las Grandes Llanuras
de los EEUU, el Mar de Aral, los curiosos incendios de río Cuyahoga en su desembocadura
de Cleveland y los misterios de Rapa Nui.
Le llega
el turno a la ganadería y al género animal. Aquí entra con ejemplos: los
conejos llevados a Australia, las percas del Nilo trasladas al lago Victoria,
los gorriones atacados por Mao Tse Tung o los estorninos inspirados por
Shakespeare. Tom Phillips nos cuenta sus historietas (todo el libro es una
colección de historietas deslavazadas). Pero acto seguido salta a un terreno
más social y político: “Seguir al líder” desarrolla la idea de la
creación de la desigualdad por la agricultura. Como la necesidad de que alguien
o algunos dirijan y gobiernen al grupo es difícil de ignorar, el autor salta
pronto a los ejemplos: el chino Quin Shi Huang, Luis II de Baviera y el rey
egipcio Faruk para terminar adentrados en el complicado imperio otomano. Todo,
resúmenes de vidas ilustres leídas sobre la marcha. Todos, niños caprichosos
lejanos de cualquier clase de liderazgo.
Tras esa
breve charla sobre los niños caprichosos, se enfrenta con la democracia. Señala
sus problemas y vicios, pero en tono realmente menor. Cita casos de
nombramientos de perros o productos higiénicos como alcaldes. Después salta bruscamente
a Hitler del que dice que “era un gandul de tomo y lomo”, afirmación que
luego tiene que compatibilizar con la desatención del pueblo cara a los
peligros existentes. La prensa, por descontado, de rositas.
Y tras la
democracia, la guerra. Admite que es una característica persistente de los
humanos, pero cita la cultura Harappa de la región del Punyab como alejada de
las guerras, basándose en la inexistencia de restos arqueológicos bélicos pese
a que su capital estaba amurallada. De eso pasa a exponer como típica ‘pifia’
de la guerra la “célebre batalla de Cádiz”; en realidad en dicha ciudad
han tenido lugar hasta 12 hechos bélicos, pero la fecha nos sitúa: fue en 1625.
Y Tom Phillips ofrece la explicación de la derrota: las ropas inglesas encontraron
las barricas de vino español y se las bebieron. Como el libro dice amablemente:
”procedieron a emborracharse como piojos”; y añade “ahora que he puesto
esto por escrito caigo en la cuenta de que, en esencia, en eso consiste la
Unión Europea”. Un halago para los PIGS y un desprecio para lo que los desprecian.
Añade otros casos parejos, y tras esos pintorescos fracasos siguen los famosos
de Napoleón y Hitler ignorando el infernal invierno ruso. ¿Y no fue acierto el
de los rusos en su política de retroceso y tierra quemada? Siguen los errores
de la conquista de Kiska en la batalla del Pacifíco, los de Viet Nam. Hasta los
fallos técnicos de los eliminadores de heces en los submarinos alemanes U-1206
(un poco de coprofilia no viene mal al tono del libro). Todo termina en el
fracaso del desembarco en la bahía de los Cochinos.
El capítulo
dedicado a la colonización no distingue manifestaciones y la mezcla con la exploración.
Tras una extraña interpretación de Colón de colon, aborda la labor de los historiadores
que “no consiste necesariamente en emitir juicios morales sobre el pasado”.
Pero inmediatamente añade: “liarnos a moralizar sobre el pasado es
precisamente la labor de este libro”. La conclusión que extrae es simplona:
“el colonialismo es malo. Malo a rabiar”. Pese a esa rotundidad, luego
recula algo, pero concluye sacando de nuevo pecho: “Así que sí. El colonialismo
fue malo”.
Sucede que, al
hilo de esa levedad cultural, Tom Phillips parece evidenciar unos conocimientos
ligeros y breves, y a parecer extraídos de unas pocas lecturas. Méjico inunda
todo mientras se desconoce Sudamérica. Roma y Grecia no existieron. Se ignora
el Sur de Asia ¿La India? ¿El Islam?… A
cambio nos ofrece meticulosas historias de personajes un tanto secundarios de
la historia. Todo en un extraño contraste con los agradecimientos que hace constar
al final del libro: montones de gente y de tiempo haciendo posible un libro
que, a mi juicio, podría ser escrito en un mes y con más enjundia.
Si ya el título
del capítulo dedicado al colonialismo (“La megafiesta chupiguay del colonialismo”
era sorprendente, no lo es menos el del siguiente: “Manual de diplomacia para
tontos y/o presidentes en ejercicio”. Pese a lo cual sólo incluye nuevos
casos de errores: Cortés, Publio Quintilio Varo, Zheng He, el apoyo alemán a
Lenin, la intervención norteamericana en Afganistán, Mohamed II del imperio jorezmita…
Otro tanto sucede con el siguiente capítulo:
“Qué mierda de tecnología”. Lo utiliza para contarnos ciertos fracasos
como el de la sonda Mars Orbiter, la “poliagua”, y los “rayos
N”. O ideas equivocadas con las de Galton que derivó en la eugenesia o las de
Lysenko y sus experimentos con semillas. Pero la corona se la adjudica a Thomas
Midgley que utilizó el plomo como antidetonante en los automóviles. Se le añade
además cierta responsabilidad en los CFC, asesinos de una capa de ozono recién
descubierta. Naturalmente, todo coronado por sus las lamentaciones por el cambio
climático antropogénico
El libro carece
de contenido real homogéneo y de ideas. Es una desvaída descripción de hechos.
Ignora la eficiencia científica de la prueba y error. Se le ve falto de información
sólida y lleno de refritos de los pocos libros que parece haber leído. Sobre
todo, carece por completo del humor y la naturalidad que pretende tener.
Libros así, no
hacen falta. Simplemente.
“Humanos. Una breve historia de
cómo la hemos pifiado” (254 págs.), es un libro escrito en 2018 por Tom Phillips
y publicado en España por la editorial Paidós en mayo de 2019
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