¿Ha rebobinado
usted alguna vez algo? A buen seguro que sí. Si tiene cierta edad, lo habrá
hecho con cintas de videos o con casetes de audio. Volver a rebobinar será un
algo nostálgico, porque el láser, el streaming, el ordenador, el smartphone y
la televisión han acabado con ello. Pensar que se vuelve a rebobinar es no
reparar en que lo que realmente se está haciendo es rebobinar la propia vida. Y
ese es el sentido último de este libro: rebobinar los años 80. Es lo que hace y
confiesa hacer el autor.
El autor,
Carlos C. Segura, lo hace con claridad en su prefacio. Se dirige al lector diciéndole:
“Decirte antes de empezar que trates de
volver a ser aquel niño o niña que fuiste. Que la memoria te lleve hasta
aquella sala de cine que se abría ante ti. Igual te sucede como a mí. Porque, a
pesar de los treinta años transcurridos, cuando cierro los ojos, por un
instante, al entrar en una sala del cine, aquel niño que fui vuelve a respirar.
Y ese olor es el cine”. La cosa parece recordar la madalena de Proust: su
olor, su sabor traen un montón de recuerdos y vivencias al protagonista que
busca su tiempo perdido. Que no es perdido, sino pasado. Existe sólo en
nosotros.
El libro se
centra en un periodo histórico determinado: los ochenta, una década peculiar e
importante de la historia del cine. Se trata de una acotación de carácter
personal. Como dice el dicho popular “cada perillo se lame su cipotillo”, y
Oscar C. Segura se centra en los años en que él “nació” al cine. Eso dota al
libro de un acento personal que, sin embargo, no priva de interés a la serie de
cosas ignoradas que nos descubre, unas más curiosas que otras.
El lector
cierra los ojos, como el libro manda, y se hace niño (o cosa así, porque uno a
su edad ya no se hace ilusiones). Con ello recupera sus recuerdos, más difusos
a medida que la edad crece y el niño se aleja. Y de la misma forma con que al
autor le asaltan los recuerdos del cine “Florida”, o del “España “, o del
“Liceo”, o del “Los Ángeles”, a uno le asaltan los recuerdos del “Calatravas” y
el “Coliseo Castilla” con sus programas dobles o del Rex, con su famosa
taquillera y las sesiones matinales. Y ya no recuerda cómo se llamaba el que
conocíamos como “el pulguero”.
El cine
recordado trae muchos recuerdos. Pero el cine, o sea, la película recordada no
es siempre es la que vimos, y menos aun las que otros vieron. No podemos ya ver
las películas como las vimos por primera vez. Las sensaciones, las impresiones,
los recuerdos, las manipulaciones de la propia memoria influyen. Pero las
películas, es decir, el cine, son como son y tienen una objetividad evidente. Eso
permite al cine alinearse con las restantes artes, donde el cuadro, o la
escultura, o la sinfonía se siguen viendo o escuchando como lo fueron en su
nacimiento. Se produce entonces una intersección, o un encuentro, entre el
nacimiento de la película y la edad del espectador. A unos esto se produce en
torno a los años ochenta, como a Oscar C. Segura. A mí me ocurrió cuando
pasaban los cincuenta y se iban los cuarenta.
Luego he visto
muchas películas en color —muchas de los ochenta, por descontado—,
pero para mí el cine básicamente es blanco y negro, aunque fuera en color porque
yo nací al cine, más pequeño aún, con Blancanieves; era de mi quinta, por si
sirve de excusa. Digo todo esto en apoyo al autor. El cine es terriblemente
personal, como todo aquello que termina teniendo como destinatario a un
individuo. Da igual que sea a muchos, eso da lugar a otro fenómeno marcado por
el éxito, económico of course; o a la
aparición de algunos exquisitos/expertos originando el “culto”.
Volvamos al libro:
los 80 rebobinados son comentarios a 80 películas de los años 80. Al final
agregará lo que llama “videoclub de 80
rebobinados” (una breve referencia a más de 300 películas de la época) y un
curioso “ochentabulario” (referencia
nombres, lugares, apodos…). Pero lo importante son los 80 rebobinados, escritos
con agilidad y humor, cosas que son muy de agradecer y difíciles de conseguir.
Y ¿qué es un
rebobinado para Oscar C. Segura? ¿volver a ver la película? ¿invitar a verla?
¿recordarla? ¿recoger su historia? ¿o valorarla? Pues es todo eso a la vez,
todo mezclado hábilmente, aunque confiese que ni es crítico profesional, ni se
dedica al cine y para redondearlo agrega: “…ni
tan siquiera me considero escritor. Tan sólo soy, igual que tú, un espectador
más Ni se más de cine y no pretendo dar esa impresión”. Obviamente, no es
verdad, pero hay que perdonárselo por ser un enamorado de ese cine de los
ochenta.
Sería imposible
referirse a los 80 comentarios que llama rebobinados. La mayoría son películas
que en su mayoría hemos visto casi todos y que, más o menos, recordamos,
llamando recuerdo al referido a alguna escena concreta, a cierta cara conocida o
una impresión general de su argumento. No a todas las califica de buenas
películas. Se interesa más por destacar el sentido que en la historia del cine
han tenido: las películas y los directores, porque a los protagonistas suele
dejarlos en el armario de las anécdotas. Algo realmente interesante es el hecho
de que en cada comentario intercala varios pasajes del diálogo o frases
destacadas de la película que tienden a hacer más visible su sentido. Volviendo
a mi época de los cuarenta y cincuenta es como el “Tócala Sam”, el “Siempre nos
quedará París” o el “Creo que este es el principio de una gran amistad”.
Algunos
comentarios se extienden a una saga o a un director y género. Es el caso de
Indiana Jones o de Clint Eastwood. En el caso de éste, aunque reconoce que la
película comentada (“El jinete pálido”) no es superior a la que marca la
culminación de su filmografía (“Sin perdón”) sí que “refleja todo su conocimiento de género”, “es un canto desmitificado, pero a la vez épico de un género que en 1985
parecía abocado a desparecer”, “es
mucho más que un puro western”.
Cada uno tiene
sus preferencias. Empezando por los géneros, a los que Segura ordena con las
expresiones con que explicaba a su madre de que iba el video que había alquilado:
una de terror, una de tiros y aventuras, una de amor, una de risas, una de
llorar, una del espacio y de esas cosas… hasta llegar a “es que no había más”
para referirse a las censuradas y raras. El respeto a las preferencias ajenas
queda claro: “Aclaro que todas las
reseñas son opiniones personales, nada objetivas y basadas en mi (dudoso) gusto
cinéfilo. Soy un espectador más como tu. No sufras mucho”. Dos cosas: está
claro y patente, por una parte, ese personalismo, pero se agradece esa
confesión por otra.
Que las opiniones
son personales se trasluce. Yo diría que, por ejemplo, tiene un sesgo favorable
hacia “Blade Runner” y una reserva hacia “Pesadilla en Elm Street”, o sea una
cierta proclividad hacia la fantasía y el futuro y otra en contra del terror.
Pero eso obsta para que nos cuente la curiosa historia de Freddy Kruger y que
distinga ese terror del de “Al final de la escalera”, donde le gusta más la
tendencia final investigadora que la inicial de simple miedo tradicional.
En general, las
preferencias del autor parecen inclinarse hacia las películas que, cualquiera
que sea su género, abren nuevos rumbos o suponen la coronación de evoluciones
ya iniciadas. La mayor parte de las películas comentadas responden a ese parón
en mayor o menor medida. Pero no es una regla absoluta: de “Flash Gordon” no
duda en describir cómo se gestó y afirmar que “el resultado final del film es tan desastroso, inconexo y lleno de
lagunas que por lo mismo la convierte en objeto de lástima”.
Algo a destacar
es que, si nos atenemos a la selección realizada, no existe el cine español.
Aunque tampoco el europeo. Pero esto no es premeditado; es que la realidad se
aproxima mucho a eso, aunque también pesa el que quizá el cine que, de joven,
le gustaba al autor se ajustaba a esas pautas. Tampoco existe el cine de autor
o las películas de culto, tan ajustadas a mentalidades exquisitas. Hay
excepciones: “Terciopelo azul”. Pero explica por qué se ha incluido: “Porque lo merece y sería injusto hablar del
cine de los 80 sin mencionar “Terciopelo azul” como la gran semilla que ha
inspirado buena parte del cine de los últimos treinta años. Y en el fondo no me
gusta”. De la película no queda sino el misterio de la oreja y el pegadizo
“She was Blue Velvet” que aún nos
gusta. Por cierto, en el libro hay referencias a la música de las películas:
las justas y necesarias.
Detengámonos en
una película que no tiene otra virtud que ser una de las diez o veinte
preferidas por mí en la lista de 80: “Aterriza como puedas”. Reconoce un humor nuevo,
aunque ligado a los viejos episodios del splastick
y los Comedy Capers…. Y
recurriendo a todo género de recursos logra una película que se puede volver a
ver muchas veces sin que aburra. A uno le reconforta coincidir en gustos.
Volvemos a
preguntarnos ¿qué sentido tiene “rebobinar”?. ¿Volver a ver? Traigo aquí un
ejemplo personal: entre las películas que más recordé durante años fue “La
garra escarlata”, vista de niño y que recordaba con película altamente
terrorífica. Logré hacerme con el DVD hace pocos años y su visión me produjo
una enorme decepción. Hoy he mirado el juicio que merece en FilmAffinity. Es
alto y la película alcanza un claro notable. Vuelvo a rebobinarla y veo ahora
más claras sus virtudes, pero la valoro con ojos de hoy y como nacida en 1944.
Pero ya no es la película que yo recordaba.
Rebobinar es
peligroso. Para el común de la gente suele serlo. Es preferible esperar que
otro rebobine, como hace Segura. Nuestros recuerdos persistirán sin apenas
modificaciones. Es como si nos enseñaran lo que hay tras las bambalinas.
Nuestro espectáculo real está en nuestra memoria. Aumentarán nuestros
conocimientos y adquiriremos una nueva y más objetiva visión que no borrará
nuestros recuerdos. Y en este libro, entretenido y sincero, el autor rebobina
bien. El sabrá si al hacerlo ha tenido que sacrificar algo de una memoria que
evidentemente describe con nostalgia.
“80 rebobinados.El cine de los
ochenta” (354 págs.) es un libro escrito por Oscar C. Segura y editado por
Punto Rojo en 2018.”
Mil gracias por tu reseña. Me chivaron este blog y no pude resistirme a leer tus palabras (el ego siempre es mal amigo). Sin embargo, leo entre líneas que al menos el libro consiguió algo que en sí busca cualquier autor: entretener. Gracias, de nuevo, por tu tiempo y palabras. Óscar C. Segura.
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