viernes, 1 de febrero de 2019

Isadore Rosenfeld : “Síntomas. La guía médica más completa y accesible.”


No es éste precisamente un libro que deba caer en manos de una persona que apunte algo de hipocondría o que simplemente tenga tendencia a ser aprensivo. Sería tan peligroso como la famosa piraña en el bidé. Recorrer un sinfín de síntomas que pueden remediarse desde arrascándose hasta requerir las más complicadas operaciones quirúrgicas es algo que hace el libro.
Isadore Rosenfeld ha muerto hace poco en enero de 2018, contando con 91 años. Era uno de los más famosos cardiólogos norteamericanos. No está claro si ese calificativo se debe a la publicación de varios libros sobre medicina y enfermedades o si deriva esta actividad. El hecho es que es un médico que ha logrado una fama, cuyo merecimiento no se va a discutir ahora. El libro que ahora comento lo compré hace tiempo. Su primera edición en español se llevó a cabo en 1990, un año después de que fuera publicado en Estados Unidos. Ya en 2009, Isadore Rosenfeld escribió algo así como su autobiografía en un libro titulado “Doctor of the heart”, en donde acumulaba las anécdotas de su vida profesional. “Síntomas”, por lo tanto, no es un libro reciente. Tiene un tono que revela su servidumbre a un estilo divulgativo a medias superado. Quizá peca de ser demasiado ambicioso. El mundo de las enfermedades es tan grande como es la complejidad de nuestro sistema vital. Un prodigio de equilibrios cuyos fallos se manifestan como síntomas.
El esquema del libro es simple: Se abordan distintos tipos de alarmas (un síntoma siempre es una forma de alarma) y se indican las causas a las que pueden responder. Ahí quizá es donde reside el fallo del planteamiento, por lo que el síntoma puede reflejar algo simple o ser anuncio de males importantes. Esto conduce a que en la mayor parte de las ocasiones todo conduzca a una conclusión evidente: hay que someterse al criterio del médico (salvo que serán síntomas ya sobradamente conocidos, claro), cosa que, por parte, figura en la misma portada del libro como pregunta ¿Debo acudir al médico?
El prólogo del libro está escrito por Ramón Sánchez Ocaña, quien, como divulgador de temas médicos, indica dos cosas que debe tener en cuenta el lector: la primera, que no basta un solo síntoma para diagnosticar una enfermedad; de ahí el acierto del título: “Síntomas”. La segunda es que los síntomas indican lo que uno puede padecer, no lo que realmente padece. Más dudoso sea quizá el comienzo de su escrito. “Podría pensarse que este libro constituye una verdadera fábrica de hipocondríacos. Y no es así.”
Uno piensa que el hipocondríaco nace, no se hace. De ahí que no sea cierto que la lectura “fabrique” hipocondríacos. Le viene dados y los perfecciona, acentúa sus temores y sus aprensiones. El mismo Sánchez Ocaña nos dice: “La divulgación de temas médicos nos demuestra que cuando enumeras 10 síntomas de cualquier enfermedad, todos tenemos por lo menos, 5”. Aceptémoslo, aunque probablemente el hipocondríaco sienta más de cinco. La cuestión es que, partiendo de esa base, mientras el hipocondriaco se fija en los 5 síntomas que siente y le afectan, quien no lo es respira tranquilo al comprobar que no tiene 5 de los síntomas señalados.
Volvamos al libro que, ordenadamente, divide el análisis de los síntomas por las afecciones a través de las cuales se manifiesta. No hay quizá problema con el primero de los capítulos que, al referirse al dolor (hay tantas enfermedades con dolor), explica la función de aviso del dolor, un mensajero que, aunque sea portador de malas noticias nos las ofrece permitiendo nuestra curación. Pero el segundo golpea al lector con su propio título: “Bultos: benignos y malignos”. La idea de bulto asusta; frente al dolor siempre cabe el uso de analgésicos y los cuidados paliativos. El bulto, aun sin dolor, nos acompaña día y noche; es un compañero indeseado y permanente; se identifica con nosotros y nuestro físico formando pare de nuestro ser. Y ¿Qué nos dice Rosenfeld? Para empezar, como hace en otros los capítulos, abre sucesivos apartados que se ocuparán de los bultos en atencion a la situación en que aparezcan. Porque lo que hace un bulto es aparecer. Y así repasará los bultos en la cabeza, en el cuello, en el vientre, en el pecho, en los testículos… sin contar lo que no se ven. Todo el consuelo que se ofrece es que, junto a los bultos malignos, están los benignos. Ganen o no éstos por goleada, su simple existencia asusta.
La cosa se acentúa indicando que el libro pretende únicamente atender a lo que podíamos llamar situaciones de urgencia, en tanto llega el médico y realiza su diagnóstico. Pero ¿realmente puede cumplir esa función cuando los síntomas que se contemplan son en su gran mayoría persistentes?
Pero no agreguemos sin parar reparos. El libro tiene dos partes muy definidas que se suceden en cada apartado: una, la más sólida, es la que explica el funcionamiento del organismo y el sentido de las enfermedades, preludio necesario para, a continuación, tener una breve explicación de los síntomas; otra que tras referirse al síntoma indica cuáles son sus posibles manifestaciones y cuáles sus posibles causas. Expuestos en un título que se refiere a síntomas, una primera columna en que se refiere las posibles causas y una segunda en la que se indica la conducta a seguir. Algo que resulta algo forzado pero que sirve como estructuración del libro.
Tomemos, por ejemplo, un síntoma tan vulgar como la ”pérdida del oído”. Son 17 las posibles causas de este: van desde la sordera del nervio debido a la edad, la presencia de cera o la lesión del tímpano hasta terminar en el bloqueo de las trompas de Eustaquio, la enfermedad de Ménière, el tumor o la lesión producida por el exceso de ruido, pasando por diabetes, artritis, trastornos renales, excesos de tabaco, arterioesclerosis, trastornos renales o baja acción del tiroides. Las conductas que seguir en cada caso son igualmente variopintas: desde quitarse los tapones de cera, comprarse un audífono a someterse a una cirugía difícil y problemática. Y ante este este panorama uno se pregunta ¿es que ese síntoma no puede presentarse en más casos? ¿Es que la conducta la seguir es la única? No parece que este sistema de dobles columnas conduzca a nada más allá de la conveniencia de ir al médico. Una persona equilibrada sabe cuándo debe ir al médico. Podrá retrasar la decisión por miedo o precaución, pero la conciencia de ello lo tiene prontamente.
Como se ha indicado, una parte de libro está constituida por las consideraciones que, al principio de cada capítulo, dedica Rosenfeld a explicar las ideas básicas del sistema organismo o del síntoma que inmediatamente va a abordar. Aquí aparece el médico real. Ello permite que esta parte del libro sea la más elogiable. Pesa, sin embargo, que ese preámbulo esté dirigido a la justificación del esquema doble síntomas/medidas a adoptar a que acabamos de aludir.
El libro fue escrito en 1989 por un médico que no podía presumir ya de joven y que en sus escritos acumulaba experiencias anteriores a esa fecha. Pero, por fortuna, la medicina ha sufrido enormes convulsiones y llamativos avances. ¿Cómo ignorar los nuevos medios como la resonancia magnética, el tac, la laparoscopia, la sedación actual…? Somos personas tan agradecidas a esos progresos y a su rápida aceptación y utilización por los médicos, como individuos conscientes de ellos y exigentes en su aplicación. Lo que nos explica Rosenfeld de nuestro organismo está bien, pero tiene cierto olor a naftalina. Quizá no sea culpa suya. Estoy leyendo un libro que cuenta ya con treinta años y esos años son muchos, queramos o no, en el progreso de la medicina. No hace tantos que desconocíamos la anestesia o la asepsia. Y todo cambia ahora con una mayor velocidad.
Los capítulos que componen el libro recorren un campo muy extenso. Tras de preocuparse del dolor, los bultos, la sangre o la fiebre, se recorren los distintos sistemas: cardiaco, respiratorio, digestivo, secretor, reproductor; los ojos y la audición, la piel, la vida sexual, para terminar centrándose en temas concretos como la hipertensión, el sueño, la genética y la forma de vida, con inclusión de consideraciones sobre el alcohol, el tacaco, la droga y la promiscuidad sexual. Raro es aquel que no incluye como posible causa de la presencia del síntoma el cáncer (siempre se habla de tumores) o enfermedades de parecida gravedad.
Añadamos que el libro parece orientado para el público norteamericano, a sus pautas de vida, a su entorno. En su breve epílogo, Rosenfeld termina con “una última consideración: en la duda, es conveniente solicitar ayuda”. Antes ha advertido: “si el tipo de relación que se mantiene con el médico no permite sentirse suficientemente cómodo para llamarle por la noche, lo primero que hay que hacer es redefinir la relación con él o cambiar de médico”. ¿Tienen estas palabras sentido en nuestro entorno? Si bien es cierto que en Estados Unidos y en España conviven los sistemas públicos y privados de aseguramiento de la salud, lo hacen de forma muy distinta. En nuestro país un sistema de protección obligatorio no impide que el seguro privado se superponga y quede en muchos casos la asistencia pública fundamental centrada en los centros de urgencia, evitando en todo caso la quiebra económica por enfermedad. En los Estados Unidos el esfuerzo económico supera a los restantes países, pero sin lograr resultados efectivos. Y el famoso Obamacare lo que hace es forzar a la conclusión de seguros privados.
Y todo eso se refleja en el libro. Un libro que parece tratar de permitir al enfermo que realice el diagnóstico y decida si ir al médico o no, aunque pretende lo contrario. Un libro curioso, de cuya utilidad siento disentir.
“Síntomas. La guía médica más completa y accesible” (336 págs., no incluido el índice es un libro del que es autor Isadore Rosenfeld, registrado en 1989 y publicado en España por Plaza y Janés en su colección “Saber más” al año siguiente.

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