viernes, 17 de abril de 2020

Santiago Muñoz Machado : “Civilizar o exterminar a los bárbaros”


He leído este libro tras recorrer otros que se refieren a la leyenda negra, cada día más numerosos y en su mayoría de sentido revisionista de sus excesos pasados. Este libro también lo hace, por descontado, pero enfrentándose no tanto a la realidad de los hechos constitutivos de dicha leyenda y las razones que justificaron su aparición, como a los títulos esgrimidos para legitimar la llegada de países occidentales, es decir europeos, a países ocupados por sociedades primitivas, las que habitualmente conocemos como “indios”.
El autor no es precisamente un desconocido. Santiago Muñoz Machado preside desde época reciente (2019) la Real Academia de la Lengua, venciendo a Juan Luis Cebrián y de habiendo sido anteriormente secretario de la misma. Es, con Laín Entralgo, el único director de la Academia que no es lingüista, aunque es autor de numerosos libros, especialmente en la materia que centra sus conocimientos, como catedrático Derecho Constitucional y Administrativo, especialidad esta última de la que es además catedrático.
Es cierto que la leyenda negra no atraviesa sus mejores momentos, pero como las meigas: “haberlas, hailas”, España está aún lejos de ser entendida, lo que obliga a pedir perdón por lo malo cometido y mantener los aspectos positivos de la labor realizada. Es igualmente cierto que el indigenismo creciente ha venido a reforzarla, pero en todo caso esto únicamente ha servido para condenar históricamente la presencia española en América y bendecir la anglosajona en el norte del continente. Sazónese esto con la deriva de los demócratas estadunidenses hacia la izquierda y una buena ración de victimismo y tendremos servido el plato con el que actualmente nos enfrentamos. Muñoz Machado asume crímenes por parte de los españoles (“ninguna colonización… se ha llevado a cabo sin cobrarse muchas víctimas”) pero también destaca los llevados a cabo por otras potencias europeas. Los primeros lograron la aculturación y la civilización europea; los segundos recurrieron al exterminio. Todo lo expresa el título del libro. Éste se aclara: “prescinde casi por completo de… mediciones del dolor y la desgracia” y se centra “en el análisis del pensamiento de las ideologías que ampararon las colonizaciones de España e Inglaterra”.
En realidad, la obra puede dividirse en dos partes diferenciadas: en la primera, se abordan los títulos esgrimidos por España para justificar su presencia en América. En la segunda, y como contrapunto, se analiza esa misma justificación por parte inglesa. siendo conveniente recordar aquí que la Gran Bretaña sólo surgió en 1707 con el Acta de Unión, de la que luego se colgaron como adornos Gales e Irlanda del Norte, la primera en la isla llamada Inglaterra y la segunda, fuera de ella.
La primera de esas partes, como se indicaba, se centra en los fundamentos aducidos por los españoles para justificar su presencia en América. La discrepancia de criterios era clásica en la intelectualidad de la época que se centraba en ciertas órdenes religiosas, fundamentalmente dominicos y franciscanos si bien salpimentados por otras órdenes, singularmente la jesuita. El libro recorre los inicios de estas ideas, que sustentadas por Las Casas con ilustraciones imaginadas de De Brey e invocadas por Montaigne, llegaron hasta alimentar el enciclopedismo y su siglo, el llamado de las luces. La inercia, es bien sabido, no solamente rige en la física. Lo doméstico se hizo así internacional.
Los argumentos aducidos de la presencia española son dos: la famosa bula papal que la bendijo, al tiempo que la repartía con Portugal y la “europeización de América. Francisco de Vitoria fue la primera voz que puso en cuarentena la validez de la donación pontificia. “Las potestades, el Emperador y del Papa, son objeto de una crítica radical”. Con independencia de ello, lo que hace Victoria es admitir que podían existir hasta siete títulos legítimos para la intervención española. Como argumento fundamentalmente se atacaba la idea de que el Papa pudiera intervenir en situaciones ajenas a la religión. La posición de los dominicos era contrapuesta: el título básico era la donación papal y la misión de los españoles se había de constreñir a la evangelización, no a guerrear ni a imponerse por la fuerza. Ese fue el núcleo de la argumentación de los dominicos, entre los que figuraba Las Casas.
 Todo dio lugar a una constante disputa en España y finalmente a la promulgación de las discutidas Leyes Nuevas. Mientras en Europa se enfrentaban el pacifismo de Erasmo con el realismo de Maquiavelo. A ese último se aproximó la figura de Juan Ginés de Sepúlveda, “un sabio admirado bien consciente, por otra parte, de su superior preparación intelectual”, que fue nombrado por el emperador en 1536 “cronista oficial con el encargo de que escribiera los acontecimientos de su reinado”. Parte de ello fue juzgar la actuación española en América, que tuvo su reflejo en dos documentos llamados “Demócrates” y “Demócrates secundus”. Ese teólogo, al que Muñoz Machado presta especial atención en su libro, defendió la legitimidad natural de la guerra.
El propósito del libro no es otro que confrontar las posturas de españoles e ingleses en sus incursiones americanas. Se analizan dos cuestiones: la justificación de la ocupación de las tierras (el título) y su carácter, pacífico y legal en unos casos y con uso de la fuerza en otros (el modo). Ante todo, hay que descubrir las diferencias: la colonia inglesa nace en 1606, 114 años después del descubrimiento de Colón; la expedición organizada por la Compañía de Londres estaba capitaneada por el Christopher Newport, antes pirata, que clavó una cruz en Jamestown con la inscripción “Jacobus Rex, 1607”. No contaba con un respaldo decisivo como la bula papal para España. Su único argumento era que eran tierra no ocupadas por nadie. Ahí nacía la importante diferencia: no se suscitó ninguna controversia sobre el título habilitante para esa ocupación. Otras diferencias fueron las diferencias de clima o población de sus arribos. Al final la influencia la determinaron “las concepciones religiosas, históricas y culturales que llevan consigo los colonos”, ingleses y españoles. Y Aunque inicialmente los colonos ingleses aspiraron a justificarse por razones de evangelización, Londres no prestó a ello ninguna atención. De hecho “la libertad de religión fue, en la América británica la primera libertad”. No hubo, como en la presencia española, deber de evangelizar, propósito de integración social y afán integrador y tolerante. Muñoz Machado lo acredita recordando las muchas medidas en sentido contrario que se promulgaron.
El autor es un experto en la historia de las justificaciones dadas por los ingleses para su ocupación de las primeras colonias. Como tal destaca las importantes diferencias que se pueden encontrar entre las ofrecidas por los españoles y la aducidas por los ingleses. Mientras existió una verdadera preocupación en España que originó la serie de opiniones a las que ya se ha hecho referencia, los ingleses atendieron al simple hecho de la ocupación, sin especial esfuerzo en dotarlo de legitimidad, algo muy británico por otra parte añado yo. La segunda diferencia se refiere a la mayor variabilidad de los argumentos utilizados por los ingleses, en contraposición al menor número propio de los teóricos españoles, apenas reducido a las opiniones contrapuestas de dos órdenes religiosas.
Dentro de ese escaso interés, Muñoz Machado se refiere a los escritores como Richrd Eden, George Pechham, Richard Hakluyt y Alberico Gentile siguieron en forma más o menos intensa los argumentos de los teólogos españoles y que culminaron en la sentencia de caso Calvin dictada por Edward Coke. Cuestión distinta fue justificar el mejor derecho británico a la ocupación de las nuevas tierras frente a otras potencias europeas. Se planteaba así el descubrimiento como fundamento de ello y la fecha del mismo. Otros invocaban el derecho de conquista por las armas o de la concesión real.
Muñoz Machado sigue explicando cómo, ya en el siglo XVII y por la influencia de Las Casas, Benzoni y De Bry, los ingleses trataron de exponer como justificación de su invasión la pulcritud y legalidad con que se comportaron frente a la barbarie española. Se basaron en la Idea del carácter de res nullius de las nuevas tierras que los indios realmente no tenían como suyas.
La crítica anglosajona no se hizo esperar. John Locke en 1690 propuso la explicación que tuvo más éxito:  los indios no eran propietarios de las tierras ocupadas por los planters”. De esa forma el libro puede afirmar: “Los españoles no usaron de modo sistemático las construcciones filosófico-jurídicas expuestas, que los angloamericanos, sin embargo, emplearon no sólo para justificar sus propiedades en tierras americanas sino para reclamar el carácter pacífico y legal de su ocupación frente a las «conquistas» españolas, sólo concebibles aplicando la fuerza sobre las personas como método”. En otras palabras: las tierras eran algo así como ‘res nullius’ que cualquier persona podía ocupar. Pero se añadía algo: no podían ocuparlas todos, sino solamente aquellos que la trabajaban. Así “es el trabajo el fundamento de la propiedad privada”.
Llega así el momento en el que “resuelto que la misión americana de los ingleses no eran los indios, su civilización y cristianización, sino las tierras, su cultivo y mejora, para extraer de ellas la riqueza con que Dios las había creado, también el Derecho internacional estuvo dispuesto para dar un nuevo impulso a la justificación del derecho de guerra”. Mientras se mantiene que los españoles emplearon la represión armada, los pioneros norteamericanos sólo la emplearon con un “carácter pacífico y legal”. La realidad evidenció lo contrario. Muñoz Machado afirma que “la política territorial en América la decidieron los intereses económicos particulares
Debo dejar constancia, ante todo, del gran interés de este libro y de la profundidad de los datos y consideraciones ofrecidos en él. Muestra el alto grado de conocimientos del autor, imposible de describir en su simple comentario del libro como es éste. Recomendar su lectura es lo único que, honestamente, debe hacerse y que ahora hago.
“Civilizar o exterminar a los bárbaros” es un libro escrito por Santiago Muñoz Machado. Publicado por el Grupo Planeta y leída en su edición de Kindle

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