Hay algo que no
se puede desconocer: este libro entretiene en su lectura. Es un resultado de
combinar adecuadamente el morbo y la ciencia. Pocas veces sucede esto. La autora,
Paz Velasco, no solamente escribe bien y es habitualmente clara e inteligible,
sino que además mezcla en las proporciones adecuadas estas tendencias que, en
mayor o menor grado, suelen anidar en todo humano, más confesada una que otra.
Algo así como combinar la ya antigua publicación “El caso” con la más antigua y
aún viva “Scientific American”, alternando pequeñas relaciones de crímenes
famosos y sacamantecas históricos con conformidades o disidencias sobre las
últimas modificaciones de los respetados catálogos de enfermedades mentales y
las últimas ideas lanzadas por criminalistas.
Paz Velasco de
la Fuente, además de haberse licenciado en Derecho, se ha entregado a la criminología,
especializándose en todas las ramas derivadas que aseguran un profundo
conocimiento de los hechos sobre los que discurre el libro. Añadamos que tiene
un blog (con el mismo título del libro) en donde periódicamente deja constancia
de hechos y teorías; siendo probable que el libro sea producto de ese blog y
que, en ocasiones, pueda ofrecer el libro cierto sentido repetitivo de
conceptos fundamentales. En lo que sigue no se dejará de lado esa corriente que
alimenta nuestro morbo, pero se concederá un análisis más extenso a lo que es
concretamente científico en el campo de la criminología. La primera satisface
nuestra curiosidad, pero la segunda alimenta nuestro razonamiento.
El libro se
inicia con una referencia la existencia del mal y como éste puede llevar al
crimen, aunque esto requiere otras circunstancias que analizará en su momento.
Pero, dentro de eso, debemos asumir la presencia de los homicidios en la larga
forma de manifestaciones con las que se manifiesta. Ésta será una tónica del
libro: a las diversas formas de psicopatía que repasa se añadirá una referencia
a las formas de ejecución, una meditación sobre la mentalidad de asesinos y víctimas
y, como colofón, una larga alusión a los principales representantes de las
distintas formas de matar examinadas.
Algo que hay
que destacar es el hecho de que el análisis se centra sobre todo en los grandes
criminales, entendiendo por tales los asesinos en serie. En ellos se estudia su
motivación, la génesis de su psicopatía, su desarrollo en ocasiones explosivo,
sus manifestaciones, su identificación. Al hacerlo se incurre en una
restricción que probablemente es excesiva, pero que queda justificada por ser
los sujetos cuyas características, desde el punto de vista criminalístico, son
más analizables. Debo pedir perdón: acabo de hablar de criminalística, cuando
Paz Velasco, cuando lo primero que hace en su libro —y por cierto enfáticamente—
es distinguir criminalista y criminólogo. Nos aclarará que criminalista es
quien se preocupa del descubrimiento de delito ya cometido, usando técnicas
conocidas, y, como es lógico, sin el menor sentido de prevención del delito. La
criminología es, en cambio, “…una
ciencia interdisciplinar que se encarga del estudio empírico del comportamiento
delictivo y de la reacción social frente al mismo… analiza el delito como acto individual al
delincuente, a la víctima y las medidas de control existentes”
Volvamos a la
figura el asesino en serie (al que llamará siempre AS, de la misma forma que
irá adjudicando abreviaturas a otros conceptos repetitivos; así OM será “modus
operandi”…). Paz Velasco utiliza formas de exposición peculiares: desde la relación
de características o factores ordenados en una lista, a las alternativas
existentes, lo que la conduce a separar conceptos dicotómicos opuestos, aunque,
como en ocasiones hace, confiesa admitir la existencia de nociones mixtas que
convierten, de hecho, la dicotomía en una especie de “continuum”.
Distingue así
entre psicópatas y psicopáticos, aquejados los primeros de problemas de
anormalidad cerebral y no los segundos. El modus operandi (MO) de ambos tipos
de asesinos es igualmente diverso, lo que permite otra importante distinción
entre el crimen en serie organizado y el no organizado. El primero está dotado
de una cuidadosa planificación previa y seguido de un intento de ocultar el
crimen; por el contrario, el segundo obedece a impulsos incontrolados y a una
especie de exhibicionismo, manifestado en la despreocupación por las pistas
dejadas.
Quizá la idea
básica que organiza la exposición del libro sea la necesaria concurrencia de
dos factores en la aparición del psicótico; el genético y el social, es decir,
de un componente de personalidad anormal y de otro, manifestado normalmente por
una infancia infeliz, el acoso escolar, o una familia distante. A uno le
recuerda la clásica combinación del explosivo y detonante
Todo va a
acompañado, tanto por una gran serie de citas opiniones de criminólogos, como
por una constante aportación de ejemplos de AS famosos. Son tantas estas
distraídas referencias que uno se explica que ese tipo de crimen haya florecido
a lo largo del siglo XX, aunque históricamente existan precedentes, Quizá no se
enfatiza en el libro la importancia de la difusión de los actuales medios de
comunicación y la necesidad de una cierta sensación de peligro por parte de la
población. Porque si tienen algo de común los AS es su aparente sociabilidad y
su encaje en la comunidad, lo que les hace especialmente temibles. La gente
parece necesitar cierta dosis de miedo, bien sea a las vacas locas, al cambio
climático antropogénico o a los AS. Y esa dosis se la dan día a día los medios
de comunicación, manipulados o no, creando así una especie de adición.
A ese temor
contribuye una característica común del psicópata: su vida social diaria, en la
que se muestra como persona absolutamente normal. Paz Velasco nos aclarará en
este sentido que en su personalidad late siempre algo importante: la total
falta de empatía, el absoluto desconocimiento de los sentimientos ajenos, la
cosificación del prójimo, un absoluto egoísmo que permite pensar en una especie
de autismo moral. Esa es la esencia del psicópata, pero éste no llega siempre a
ser un criminal. Lo es siempre en potencia, pero sólo en ocasiones se convierte
en ello.
Es importante
también distinguir entre psicopatía y sociopatía: “la psicopatía es una organización
de la personalidad, mientras que el trastorno de la personalidad antisocial
(TPA) es un patrón de conducta que puede encontrarse en diferentes personalidades
de diferentes tipos de delincuentes, no solo en los psicópatas”. Añade Paz
Velasco: “La sociopatía no es un trastorno psiquiátrico formal”. Culmina
así la vaguedad con que se produce el DSM5. Los sociópatas pueden tener una
conciencia bien desarrollada, pero “su sentido del bien y del mal de basa en
las normas y expectativas de su subcultura del grupo donde viven”.
Consciente de la dificultad de distinguirlos, el libro añade una relación de
los rasgos que ofrecen uno y otro grupo.
Un tema curioso
abordado es el del tratamiento de la ley española frente al asesino psicópata.
Aquí se aprecia la formación jurídica de la autora, quien viene a mantener la
ignorancia legal y penal de esta malformación de la personalidad en nuestra
legalidad que ha tendido a anclarse en nociones vagas como la “enajenación
mental”.
Paz Velasco no
podía ignorar ni ocultar el papel de las mujeres en el tenebroso entorno del
asesinato. Trastornos y enfermedades son compartidos por ambos sexos con las
excepciones, que, como el útero o la próstata, son exclusiva propiedad de uno u
otro. Pero los trastornos de la personalidad son similares en esencia y
diversos en su manifestación. Mientras el asesino masculino recurre
habitualmente a la violencia, la mujer se inclina por el veneno,
atribuyéndosela el 80% de los asesinatos en que se emplea este medio. El veneno
es de aplicación lenta, de descubrimiento difícil, ignorado por la víctima… Pero
tipología de asesinatos femeninos no para ahí: repasa la figura de los ángeles
de la muerte (enfermeras que matan a sus pacientes, actividad compartida con varones),
las “viudas negras”, las filicidas que matan a sus hijos, las psicópatas integradas
que compara con una encantadora de serpientes, las hibristófilas que se enamoran
de monstruos y en ocasiones les ayudan matando en común.
Algo también
abordado es esa especie de admiración que se ha ido creando en la sociedad ante
los AS. Comenzando por los autores que fueron popularizando la llamada “novela negra”
y terminando por la creación de auténticos ídolos llevados a la pantalla y cuyo
más distinguido representante en la actualidad es Hannibal Lecter. La cosa no
termina ahí, porque Paz Velasco nos habla de los que llama “neópatas”, las
nuevas formas criminales propiciadas por el desarrollo técnico e informático.
El siguiente
tema tratado es el de “perfilación criminal”. Cómo se origina y evoluciona el
plan criminal, cómo se selecciona a la víctima, cómo y por qué se comete el
crimen, el significado del escenario del crimen. Su geografía, el ámbito de
selección de las víctimas o su cálculo de las formas de escape. Estimaciones de
alto valor para su identificación por parte de los criminalistas
Debo acabar
como empecé: afirmando que estamos ante un libro entretenido y curioso. Que
además nos permite adentrarnos en un mundo habitualmente desconocido y
haciéndolo con criterios científicos de los que no podemos dudar, aunque sólo
sea por el amplio abanico de opiniones que contiene. Y que al mismo tiempo une
informaciones sobre temas hasta cierto punto banales: relaciones de AS en
España y en el mundo, procedimientos utilizados en sus crímenes… ¿Quién no
tiene alguna vez curiosidad de conocer la historia del Arropiero o del asesino
de la baraja?
“Criminal-mente. La criminología
como ciencia” (380 págs.) es un libro escrito por Paz Velasco de la Fuente en
2018. Publicada ese mismo año por la Editorial Ariel (del grupo editorial
Planeta), se lanzó una cuarta edición (que es la leída) en junio de 2019.
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