En una de las
entregas de la serie “Regreso al futuro”, el protagonista Marty McFLy tiene una
foto en la que las figuras de sus padres, los retratados, va debilitándose con
el paso del tiempo, lo que le obliga a intervenir para cortar ese proceso y permitir
su propia existencia. Algo así parece suceder con la figura del César Alonso de
los Ríos, un periodista muerto en 2018 que siempre se nos mostró interesante y
de ideas claras, aunque cambiantes con el transcurso del tiempo. ¿Conviene intervenir
para detener ese desvanecimiento en este caso de sus ideas?
Porque si
comenzó siendo militante del Frente de Liberación Popular (el famoso “felipe”),
lo que llevó a la cárcel en 1962, se deslizó más tarde hasta el Partido Comunista
en el que figuró como afiliado entre los años 1962 a 1982 en los que colaboró
con “Cuadernos para el Diálogo” y “Triunfo”, de marcado tono antifranquista. Ya
en 1980 se hizo militante del PSOE, dos años antes de la subida al poder de
Felipe González. La crítica a determinadas posiciones del socialismo lo acercó
a las ideas de Aznar. Fue famoso su libro desmitificador de la figura del
Tierno Galván, el “viejo profesor”. Esa crítica a determinadas ideas del PSOE
le llevó finalmente a colaborar con ABC o aparecer en las tertulias de
Intereconomía y la COPE, de perfil conservador. Al final se nos ha quedado viva
esa imagen última con su aspecto intolerante hacia la izquierda con la que
había convivido tantos años.
El libro a que
hace referencia este comentario pertenece a esa época claramente crítica con el
PSOE en particular, al ser el partido que conservaba desde la izquierda un
papel relevante en la vida política de España. Pero ¿es realmente un libro? Me
refiero a esos presuntos libros que integran artículos o notas escritas sin el
propósito de responder a un hilo lógico, aunque en su conjunto evidencien a una
idea del autor o a un aspecto de su talante que persiste a lo largo de esos
escritos. Digamos que más bien es una serie ordenadas de ideas y denuncias,
todas ellas publicadas en el periódico ABC entre los años 2001 a 2005. Años que
cubren la sustitución del PP por el PSOE.
Una segunda
objeción que se podría oponer a este comentario es que se refiere a un libro
escrito en 2006, es decir, hace 13 años. ¿No estamos presentando una visión de
algo pasado enterrado ya por el paso del tiempo? La objeción es justa y válida.
Pero pese a ello permite ofrecer una visión curiosa: ¿qué ha sucedido en estos
13 años desde la publicación del libro? ¿Podemos decir que continúan las cosas
iguales? ¿Han empeorado o mejorado?
Refiriéndonos a
hechos concretos, Alonso de los Ríos escribe este libro contra las peculiares
ideas de Zapatero, concretadas en su posición doctrinal ante el proceso
separatista sufrido por España. Han pasado esos 13 años y hoy Zapatero parece
infantil frente a los posicionamientos adoptados por el nuevo presidente
Sánchez. Todo ello, mediando una presencia de Rajoy iniciada con una concesión
electoral a éste de una mayoría absoluta de la que no hizo uso. O no quiso
hacer uso.
El gran caballo
de batalla de la crítica contenida en el libro está justificado en un sentido
nacional del autor, que se rebela contra las pulsiones independentistas,
especialmente las del País Vasco y la catalana. Frente a ello enarbola hasta el
título de la obra: “Yo digo España”. Especialmente prolijos son los comentarios
a la realidad de la época en los casos vasco y catalán. Son muchos hechos los que
se suceden, desde el Pacto Antiterrorista y las entrevistas de Carod Rovira con
ETA hasta, ya en el poder Zapatero, la firma del Pacto del Tinell. Alonso de
los Ríos destaca la diversidad de ambos independentismos y las vías distintas que
escogen para el éxito de sus objetivos. Son hechos tan complejos que no pueden
resumirse en este momento, siendo el libro buen camino para recordarlos. No faltan,
por descontado, las críticas hacia los protagonistas del movimiento disgregador,
como puede ser la acusación del supremacismo catalán frente a los emigrantes o
la manipulación de las palabras, como las de víctima y verdugo, por la ETA y el
PNV
Especialmente lúcido
es el artículo de 5 de abril de 2006 que alude al temor que produce ver cómo
Navarra se incluye en los proyectos de Euskal Herría y, sobre todo, cómo los
socialistas están “pensando en esta región como una cantera de votos que pudieran
llevar a Patxi López al poder de la mano de Batasuna o un posible sustituto. Me
hablan de los esfuerzos que están haciendo los socialistas en Navarra para
sintonizar con las aspiraciones de los batasuneros. El sueño es desplazar de
las instituciones a UPN con la ayuda del diablo, si fuere preciso”. Acaba
así el aviso: “Navarra tiene conciencia de Troya y sabe que cualquier noche
pueden meterle el Caballo”. Han pasado trece años y todo se ha cumplido. No
puede tampoco ignorarse la referencia a Galicia, “a nosa terra”, que une en una
comida de Fraga y Beiras. Al final, un feudo tan controlado por el PP como íntimamente
nacionalista, aunque no separatista. Pero aún queda la voz de Verdaguer que
recuerda el libro: para él la patria era Cataluña y España la nación. Lo hace tras
aludir al “péndulo de la historia”. Pero ¿acaso existe?
¿Cómo se ha
llegado a la situación que contempla en 2006 Alonso de los Ríos? Su dedo apunta
directamente al 11-M. Que el atentado permitió el acceso al poder de los
socialistas en unas elecciones que tenían claramente perdidas tres días antes
de su celebración es evidente y no permite discusión. No tiene ese mismo
sentido indiscutible la imputación del atentado de forma exclusiva a ETA, idea
que parece alentar en buena medida el libro, concretamente en el capítulo que
dedica a los efectos del 11-M. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el
primero de los artículos del capítulo se publicó el mismo día del atentado; el
segundo ya se publica el día siguiente, 12 de marzo.
En el primero aún
puede hablar de que los socialistas afirman que el PP está recurriendo al voto
del miedo. Alonso de los Ríos contesta así: “en el PSOE se dice que el PP
recurre al voto del miedo, cuando, en realidad, es la política de Zapatero la
que ‘da miedo’”. El tiempo les dio la razón a quienes sentían ese temor.
Sobradamente. El libro constata dos efectos inmediatos del 11-M: por un parte
supuso la modificación radical de la política exterior en relación con la Unión
Europea y los Estados Unidos; por otra, favoreció la carrera de los
“confederales” hacia el reconocimiento de Cataluña, el País Vasco y Galicia.
Más adelante
adelanta otros efectos colaterales, como son los “sustos” sufridos por un Rajoy
descolocado que se pensaba ya presidente y un Zapatero, que llega a la
presidencia sin sentirse preparado, quizá con conciencia desde entonces de ser algo
para usar y tirar. “Los socialistas españoles están por la guerra en el
interior y por la servidumbre en el exterior” es como resume otro efecto
colateral un artículo en que teme el advenimiento de los totalitarismos.
Recordemos que en 2011 nacía el movimiento 15-M.
En el libro son
varios los artículos que se refieren al 11-M. Lo que se deduce de ellos es la
convicción de que el atentado que fue lo que provocó el vuelco por el que llegó
Zapatero (al que tan bien describe), precursor de Sánchez. Lo alinea con los
varios magnicidios y atentados masivos en los que aún se discute la autoría
intelectual y material. No acusa, pero tampoco excluye a ETA; se extraña ante
las pruebas falsas y tempranas encontradas; se asombra del carácter primario de
los acusados en sentencia, incompatible con la perfecta ejecución del atentado;
admite la probable complejidad de la autoría… Recuerda, en fin, que el atentado
sobrevenía cuando la influencia de franceses y alemanes era desplazada por
Aznar en su acercamiento a Bush.
Algo a destacar
es la importancia que concede a la fecha del atentado, concretamente a la de su
ejecución. Parece milimétricamente calculada para desplazar al PP del poder político,
al producirse el atentado tres días antes de las elecciones generales, tiempo que
el PSOE aprovechó para cambiar el sentir de la población votante. Pero no se
oculta cuantos otros sujetos, partidos o países, podían estar interesados en
ese inesperado vuelco. La simple sombra de la presencia española en Irak y el
tablero internacional o el más puro terrorismo podían ser aducidos como motivos
de ese interés.
Vuelvo a lo
inicialmente indicaba. El libro, más allá de su claro valor testimonial posee la
funcionalidad de poder contemplar la trayectoria que han seguido las realidades
enunciadas, concretadas por Alonso de los Ríos en la política de Zapatero y
magnificada por el PSOE de Sánchez. ¿Han mejorado las cosas en España, la situación
denunciada en concreto? Dejemos a un lado que la contestación dependerá de la situación
de que se parta. Para los devotos de la federalización, balcanización o desmembración
de España, los últimos años han sido una sucesión de éxitos con breves traspiés
como el sufrido con el llamado “procés”. Pero Navarra cuenta ya con un gobierno
apoyado por BILDU (o sea, ETA), Cataluña ha convertido en costumbre no respetar
leyes ni sentencias ‘estatales’, Baleares y Valencia optan por ser Paisos Catalanes,
en Galicia como en esas otras regiones se enseña la lengua lugareña y se
adoctrina en las escuelas. Hay que evitar que se trate de ocultar todo ello evitando
que, como la langosta metida en agua fría que se va calentando hasta hervir,
perdamos la conciencia de lo que pasa en nuestro entorno.
Estamos, por
tanto, ante un libro que se puede leer por cualquier parte que se abra, aunque
con el riesgo de leer algo más de lo que se pensaba. Sobre todo, ante un libro
que nos enfrenta a un pasado reciente y elata nuestra corta memoria. Y un libro
no apto para progresistas, aunque pueda serlo para muchos socialistas pese a
que, dado el sesgo último de Alonso de los Ríos, no resulte cómodo.
“Yo digo España. Contra la
disolución nacional alentada por la izquierda” (256 págs.) es un libro escrito
por César Alonso de los Ríos en 2006 y publicado ese mismo año por la editorial
“Libros libres”
No hay comentarios:
Publicar un comentario