sábado, 21 de octubre de 2017

Marco Aurelio: “Meditaciones”.





 
Siempre produce cierto vértigo enfrentarse a una obra tan invocada como desconocida como son las “Meditaciones” de Marco Aurelio.
Marco Aurelio, el tercero de “los cinco buenos emperadores” lo fue desde el 161 al 180. Es decir, fue emperador a los 40 años y murió a los 59. O mejor, fue coemperador, porque condicionó su aceptación al trono el que éste fuera compartido con Vero. A pesar de ello, la persistencia de su recuerdo radica en que a Marco Aurelio se le ha considerado filósofo y, como tal, adscrito con claridad a la corriente estoica.
El primero de los libros (forma de denominar a los doce manuscritos que han ido configurado lo que llamamos “Meditaciones”) sorprende por ser una larga relación de agradecimientos. Los primeros se refieren a aquéllos que quienes aprendió. Siguen aquellos otros, cuatro, a les debe algo por haberle enseñado algo. Vuelve a aquéllos de quienes aprendió, destacando la larga referencia a Antonino Pío quien le designó emperador. Y termina con una deuda a los dioses, expresión que podríamos referir a la suerte o la fortuna y a los que comienza agradeciendo “haber tenido buenos abuelos, buenos padres, una buena hermana; buenos maestros, buenos familiares, parientes y amigos, casi todos buenos…

La idea de la muerte ronda permanentemente a Marco Aurelio. No se sabe bien si es la muerte misma, o la brevedad, transitoriedad e inanidad de la vida misma. Pero, sea una cosa u otra, no la aparta de la mente. La reconoce en los que ya faltan y avisa de ella a los que acceden a la vida. De alguna forma esa visión de nuestra transitoriedad parece ser, en definitiva, parte de las raíces en que asienta su actitud estoica. “No desprecies la muerte recíbela, antes bien, de buen grado, como es ésta una de aquellas cosas que quiere la naturaleza”. La meditación 33 del libro V comienza diciendo “En un abrir y cerrar de ojos no serás mas que un poco de ceniza o un esqueleto, y un nombre o, tal vez ni un nombre”.
El estoicismo… Una corriente filosófica creada por Zenón de Elea y cuyo nombre es tan peculiar que, lejos de fijarse en el contenido de la doctrina, se basa en la puerta o “Stoa” en la que Zenón disertaba. Marco Aurelio será el último representante reconocido de esta corriente, antes de que ésta declinase como escuela filosófica. De hecho, ya en Marco Aurelio toma ciertos aspectos de regla de conducta, de autoeducación y perfeccionamiento que, normalmente, priman sobre lo estrictamente filosófico. En toco caso, desde la búsqueda de la verdad el estoicismo se desliza hacia la búsqueda de la sofrosine, de la serenidad, del equilibrio espiritual, del dominio del espíritu sobre la materia. Y Marco Aurelio será especial manifestación de esa idea.
Pero las Meditaciones tienen un tanto de intemporales en cuanto, no sólamente no aluden (como sería comprensible en un emperador) a cuestiones históricas concretas por contemporáneas, sino que plantean un programa de perfección individual. Hay momentos en que, leyendo, puede tenerse la impresión de sostener en las manos un típico libro de los ahora denominados de autoayuda. Pero la diferencia es clara: no solamente tienen mayor intemporalidad y profundidad las “Meditaciones”, sino que mientrasm que la autoayuda busca la felicidad, la obra de Marco Aurelio busca otra cosas: la serenidad, el equilibrio.
A Marco Aurelio se le ofrecen dos opciones a las que nos enfrenta: la corte y la filosofía. Añade “acude a ésta a menudo, descansa en ella, pues es la que aquí abajo te hace más llevadera la vida y a la vez te hace a ti llevadero a los demás”. No es la felicidad o el placer, no son los bienes y el poder. Es siempre, como leit motiv, la serenidad, el sosiego interior lo que busca y trata de alcanzar. Si alguna vez lo llama felicidad es pensando en una felicidad un tanto especial, distinta. Prácticamente ascética.
Cuando Marco Aurelio habla de hacerse llevadero a los demás está asomándose a otra característica de las “Meditaciones”: la dimensión social del individuo. Recordemos de nuevo el libro primero: agradecimientos y deudas de gratitud. Pero esa sociabilidad de Marco Aurelio no acaba ahí; vuelto a sí mismo repasa la actitud correcta que debe tenerse hacia los demás. La realidad es que la virtud se proyecta casi siempre sobre los otros: justicia, perdón, tolerancia, comprensión, rectitud, honestidad incluso.
Hay una anécdota, naturalmente, no se refleja en las Meditaciones, que cuenta como, habiéndose producido una persecución de cristianos en el sur de las Galias (hecho, por otra parte, raro en su mandato), Marco Aurelio sugirió que se matase únicamente a aquéllos que hubieran renegado de su fe cristiana, no de los que se afirmaron en ella. No se fijaba tanto en la creencia, como en la firmeza en la creencia.

Los dioses… Pero ¿a qué se refiere Marco Aurelio cuando alude a los dioses (y no son pocas las veces en que lo hace)?. No podemos ver en él a un verdadero creyente en las numerosas figuras del Panteón romano. Su referencia está hecha a algo que es superior a nosotros y al individuo, algo que sirve especialmente para minimizar nuestra importancia sumergiéndonos en una inevitable humildad que cuadra con el espíritu estoico. Destaquemos que, aunque la referencia habitualmente se hace a los dioses, existen momentos en que, ya con mayúscula (al menos en la edición leída) Marco Aurelio habla de Dios.
La “naturaleza” es otra de las ideas que campea por las “Meditaciones”. Paralelo al de la racionalidad. “¿Qué arte profesas? El de ser hombre de bien. ¿Y cómo serlo si no es rigiéndose por los preceptos que conciertan, parte a la naturaleza universal, parte a la constitución propia del hombre?”. La naturaleza, como los dioses, es algo que nos domina y a la que pertenecemos, querámos o no. Somos naturaleza: nuestros componentes fundamentales, carne y espíritu, pertenecen a su ámbito. La razón no puede sino impulsarnos a reconocer esa realidad. Y, a partir de ahí, impulsarnos a respetarla. Hay muchas de las meditaciones orientadas a indicarnos cuál debe ser la forma correcta y adecuada de respetar; no es un tarea fácil ni cómoda.
Pero toda persona tiene clara la idea de rectitud y justicia y, al mismo tiempo, los impedimentos para su aplicación en la vida. Aquí entra el espíritu estoico de desprecio a los bienes materiales y afección a los espirituales. Nada más puesto al actual buenísmo que parte de afirmar “ya soy bueno” y como es bueno aparenta serlo proclamándolo, y como es bueno dice lo que es bueno y lo que no lo es. Aquí Marco Aurelio marca un camino de esfuerzo hacia la perfección. ¿Es un Juan de la Cruz emperador romano? No hay que ir tan lejos, pero tampoco temer quedarse cerca.

Las “Meditaciones” constituyen un espléndido breviario de lo que puede calificarse de búsqueda de la virtud, de la rectitud. A través de ella se lograr la serenidad, pero esto sólo será el resultado de haber llegado a esa virtud, esa rectitud, acordes siempre con la naturaleza y la razón. La persona es siempre el protagonista, el conseguidor de ese resultado, el que tiene que realizar y llevar a cabo un esfuerzo para lograr ese resultado.
Digamos que las “Meditaciones” se pueden abrir por cualquier página y encontraremos siempre algo interesante, sugestivo, importante. No estamos precisamente ante un libro de autoayuda ni ante un autor que viva del marketing. En realidad, estamos ante un emperador romano al que le dio por pensar. Las mismas “Meditaciones” fueron escritos en una etapa bélica.
Al hilo: hay que alabar la austeridad de portada de la edición, obra de Phil Baines. Parece —me parece— anticipar su contenido. En suma: un libro para tener en la mesilla si uno tuviera una mesilla en que cupieran los libros. Pero un libro que no hay que dudar en que conviene tener cerca siempre y mano. Para los momentos de flaqueza o de temblor, simplemente.



Las “Meditaciones” (174 págs.) de las que es autor Marco Aurelio fue publicada por Taurus, utilizándose en este comentario la segunda reimpresión de la cuarta edición de 2016, realizada en septiembre de 2017. La obra se publica dentro de la serie “Great Ideas” de Penguin Books.

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