sábado, 20 de mayo de 2017

Eslava Galán: La revolución rusa contada para escépticos.




Juan Eslava Galán es un escritor andaluz y enamorado de Andalucía que, no obstante, se evade de esas afinidades para abordar otros muchos géneros. El más destacado quizá es el de historiador “para escépticos”. Él mismo lo es. Escéptico; porque más que historiador es contador.
 Su gran descubrimiento es el estilo. El estilo es la forma de contar las cosas. Se puede ser solemne, conciso, críptico, farragoso, superficial, sonoro, plúmbeo, delicuescente. Eslava Galán ha creado un estilo propio.
Por descontado, no voy a definirlo. Quien quiera conocerlo tiene un buen número de obras para hacerlo, especialmente en la serie aludida de las historias para escépticos. Si una persona pretende triunfar escribiendo lo primero que tiene que hacer es buscar un estilo, aunque eso sólo será un primer paso, ya que más tarde tendrá que emplearlo para decir algo interesante con él. O sea, algo muy complicado.
Con ese estilo Eslava Galán ha recorrido la reciente y menos reciente historia de España con su guerra civil y su postguerra incluidas, la del mundo mundial, la de las dos grandes guerras mundiales. Hasta cierto punto podríamos decir que ha ido perfeccionando ese estilo, es decir haciéndolo más propio y personal. Lo que siempre pasa por un desprecio o al menos un desconocimiento hacia lo canónico.
Como corresponde al espíritu de este blog no voy a iniciar una crítica literaria, ni otra histórica, ni nada parecido. Ni siquiera me perderé en formular opiniones para luego defenderlas. Trato únicamente de reflejar las ideas y reacciones que la lectura de un libro me ha producido. Lo inmediato es dejar constancia de que me ha entretenido y me ha contado cosas. Podía conocer borrosamente a Kerensky, pero confieso que no conocía a Stolypin. Todo eso en un escenario tan complejo y difícil de interpretación como ha sido siempre el de Rusia.
Y así resulta que la lectura de este libro me ha conducido por ejemplo a una cierta familiaridad con el zar Nicolás II, su familia, sus parientes, sus conocidos. Con sus debilidades e insuficiencias. Probablemente, los personajes están un tanto caricaturizados, pero muchas veces la caricatura supera, como elemento descriptivo, a la simple fotografía. Eso mismo pasa, por ejemplo, con la manoseada figura de Rasputín o de Yusupof.
Una de las cosas que el libro deja a las claras son las dos revoluciones que realmente tuvieron lugar en la Rusia zarista: la de 1905 y la de 1917. La primera engendró la segunda y la segunda fue raptada por Lenin. Eslava Galán deja con claridad los caldos de cultivo en que se movieron: la esperpéntica sociedad clasista rusa y los pobres resultados de la guerra con Japón en el primer caso y el hambre y la guerra europea en el segundo. Sorprende que junto a las razones económicas se recuerden aspectos que afectan a los sentimientos nacionales.
También se nos va a narrar como fue curiosamente fue Alemania la que financió y alentó a Lenin facilitando su regreso hasta la famosa Estación de Finlandia. Toda la narración va a estar siempre respaldada por la referencia a los caldos de cultivo que permitieron la revolución. Una serie de factores que las historias tradicionales o prácticamente silencian o tratan con una solemnidad que impide percibir la realidad de los hechos, todos más simples de las explicaciones pomposas a que estamos acostumbrados.
Es posible que a la narración de Eslava Galán no se la pueda llamar historia, pero lo cierto es que, con su estilo, especial nos hace llegar el sentido de la historia y en definitiva sus mecanismos. Y, en cualquier caso, provoca la sensación de que aumenta nuestros conocimientos de una historia que por cercana y controvertida no llegamos a estudiar en su día.
Y es el momento de preguntarnos: ¿por qué nos atrae más una historia contada con ese estilo frente a otra que no nos resulte tan fácil, tan divertida para ser más claros? La contestación es clara: esta historia nos acerca a una realidad, pero si queremos conocerla más precisamente hay que recurrir a otras fuentes, aunque sean más aburridas menos entretenidas. Hay sin embargo algo más peligroso, con su disfraz blanco de ovejitas pueden estar escoradas al máximo. Algunas atufan; otras no tanto.


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