Daniel Lacalle: “La gran trampa. Por qué
los bancos centrales están abonando el terreno para la próxima crisis”.
Uno de los
hechos que tienen especiales consecuencias negativas es que todo el mundo tiene
sus ideas sobre la economía sin saber, realmente, de economía. El problema se
agudiza cuando se habla de tantos economistas, más atentos a la opinión
dominante o a los deseos de mejora que a los datos que la realidad ofrece.
Daniel Lacalle no elude esa crítica.
Hay algo que
desde tiempos recientes levanta sospechas y temores en las conciencias pacatas:
resulta que los gobiernos cada vez se endeudan más (en España la deuda pasa del
30% al 100% del PIB en un abrir y cerrar de ojos) y parece que lo hacen
aprovechando el bajo nivel de los intereses a pagar. Uno se pregunta ¿qué
pasará si suben esos intereses? Porque los gobiernos no dan importancia a ese
crecimiento y programan sus ”moderados” incrementos como razonables, al tiempo
que, en España, por ejemplo, se devoran los colchones previstos para el pago de
pensiones. O sea, el controlador incontrolado
Bien: la cosa
es aun mucho más complicada. Daniel Lacalle tratará de llevarnos de la mano a
través de lo que parece que deja de ser bosque para pasar a ser selva. El
mensaje último que parece enviarnos es muy simple: los estados nos roban de forma
constante y nos llevan hacia una crisis profunda, cuya única incógnita es el
momento en que va a producirse. Es decir, el famoso “certus an, incertus quando”.
Intentemos ver
el panorama que Lacalle nos ofrece. No es fácil comprenderlo cuando se tienen
mis muy escasos conocimientos macroeconómicos. La cosa viene enredada básicamente
con las ideas de crédito barato (bajos tipos de interés) y emisión de deuda
(depreciación monetaria). A eso se incorporan las alusiones a inflación y
deflación, empleo y paro, consumo y ahorro.
Lo que en libro
se nos cuenta es cómo las recientes crisis económicas han tratado de ser
superadas por los gobiernos y los organismos internacionales. La forma de
hacerlo se complica además la forma en que todo ello se lleva a cabo: los máximos
organismos financieros, es decir, los bancos centrales hacen frente a la crisis
dando dinero a bajo precio a los bancos y otros intermediarios privilegiados,
dejando a un lado las personas que realmente precisan esos créditos; serán esos
bancos los que hagan llegar finalmente a esas personas los créditos, previa
selección de sus peticiones, cosa que el estado no quiere ni puede hacerlo. Y,
a lo mejor, ni siquiera sabe.
Daniel Lacalle
hace un continuo y acertado uso de las imágenes: sí nos dice que lo anterior
equivale a que un gobierno interesado en reducir el número de dipsómanos fuera
un productor de whisky que lo produjera barato y abundante para pasárselo a ese
bajo precio a los comerciantes de bebidas alcohólicas, que lo venderían a su
vez caro a los compradores para evitar así que se emborracharan. Bien queda
siempre una pregunta que hacerse: ¿Por qué ese productor de whisky vende barato
para que otro venda caro? ¿No hay una transferencia de dinero? ¿Y de donde sale
ese dinero? Pues de todos.
¿Qué es la
“gran trampa”? Quizà sea lo priemro que le pediríamos al autor. Y a contestación
es esta: “Una trampa de liquidez es una
situación en la que las políticas monetarias expansionistas —como el aumento de la oferta de dinero— no logran estimular el crecimiento económico”
¿Cuándo puede suceder eso? Pues cuando los agentes económicos (no lo bancos) opten
por la prudencia, pese a la tentación de un dinero barato por miedo a lo que
pueda venir y sin tener a la vista inversiones atractivas.
El caldo de
cultivo de la gran trampa será, por tanto, la utilización por los gobiernos de
politicas monetarias expansionistas. O su fe en su eficacia. Daniel Lacalle
recurre a la idea de “represión financiera”
que “es bajar los tipos y aumentar la
liquidez para forzar a los agentes económicos a asumir riesgo, a invertir, con
la idea de que los desequilibrios creados se compensarán con crecimiento y
empleo”.
Curiosamente,
Daniel Lacalle aborda con cierto detenimiento la política económica de Trump.
Lo hace para alabarla abiertamente: reduce impuestos, dispendios y burocracia,
o sea, ingresos y gastos. Se carga así la nefasta política de demanda de Obama
y nos presenta a Mick Mulvaney, el responsable de los presupuestos de Trump.
Precisamente hoy, las televisiones dan la noticia de la aprobación de una gran
bajada en impuestos, la prometida, lo que contrasta con la explosión de júbilo
que invadió gran parte del periodismo cuando se abortó el desmontaje del Obamacare.
El actual presupuesto refleja perfectamente la idea de que “el Estado debe ocuparse de la seguridad y poco
más”.
Al hilo de eso,
se aborda lo llamado QE de la Reserva Federal, que tiene tres etapas y son las
siglas de “Quantitative easings”
(expansión cuantitativa). Lacalle en un pie de página indica que esa frase
supone la utilización del “balance del
Banco Central para comprar bonos del Estado y garantías hipotecarias con el fin
de liberar espacio en el balance de los bancos y así aumentar los créditos a la
economía real”. Digamos al hilo de ello que la economía real es muy
testaruda, muy suya, y toma lo que la conviene y rechaza lo que no le gusta. Pues
bien, la QE1 fue puesta en marcha por la Reserva Federal en 2006 para superar
la burbuja de los subprime. Antes de llegar la presidencia, Obama criticó el déficit
de 4 billones de dólares que dejaba Bush con su política presuntamente
expansivo tachándolo de antipatriótico. Al dejar la presidencia, el déficit
había hasta subido los 10 billones.
Adicionalmente,
David Lacalle nos pasea por varios países para ver los distintos fracasos que
han supuesto las políticas monetarias expansivas adoptadas. De esa forma, nos
avisa de las sorpresas que nos puede deparar la economía de China. Analiza el frenazo
sufrido por los países con economía emergentes. Recuerda como Japón nos ofrece
una lección de cómo una política monetaria errónea puede condenar a un país al
estancamiento durante décadas. No se libra de sus críticas, la Unión Europea,
aunque al mismo tiempo defiende la elogiable función de aplcamiento que ha
llevado a cabo Draghi, incorporando pautas de moderación en la aplicación de
políticas monetarias de reducción del interés.
Si bien el centro
de las críticas se orienta a los Bancos centrales, la banca recibe un trato más
suave. No la disculpa, pero la compadece, que es peor. “La banca tiene más dificultades para crecer en un entorno de baja inflación,
bajo crecimiento y tipos negativos”. “En
realidad la política monetaria ha convertido el negocio bancario en un ‘correr
para quedarse quieto’ “¿Por qué los compadece? Simplemente porque fueron
los bancos los que ejercieron una presión insistente y brutal sobre el BCE para
que adoptara esas políticas monetarias, pensado que obtendrían un gran
beneficio en ello.
Una de las cosas
que hay que agradecer a Lacalle es que afronte la cuestión de cómo salir de las
políticas expansionistas. El capítulo que dedica a ello comienza diciendo “No hay nada más fácil que imprimir dinero.
Al principio parece genial”. Aparece Keynes afirmando que con ello se había
encontrado la forma de “transformar las
piedras en pan”. Naturalmente Ludwig von Mieses contestó: “lo que hace es convertir el pan en piedras”.
Los posibles éxitos del New Deal fueron en todo caso ralentizando la economía.
Luego, el mundo ha ido encadenando politicas keynesianas con parecidos
resultados. El keynesianismo se glorifica y nadie parece tener interés en
valorar sus resultados. En algun momento, Lacalle desliza la idea de que las
ideas económicas se contaminan con la idea de lo “social”.
Es imposible
tratar de reflejar aquí la compejidad de datos y opiniones con que Lacalle nos
abruma. Cada uno de ellos necesitaría una digestión, una apropación o un
rechazo. La lectura directa es necesaria para ello. Esto no es sino un pobre
intento de alentar a ello.
Daniel Lacalle
termina diciendo que, aunque crítico su libro es esperanzador. Pero de su
lectura sólo extraemos una esperanza que apenas respira. La verdadera conclusión
de Lacalle es la que cierra el libro: “Reconstruyamos
la clase media”. Poque la clase media ha sido la gran pagana de las piruetas
gubernamentales y el acomoidamiento bancario, de su manipulación de la inflación
y el crédito. Tristemente, la clase media parece que sólo podría impedir esa
realidad absteniéndose de consumir e invertir, es decir, provocando involuntariamente
la aparición de la crisis de la que no es autora.
Un libro espléndido,
lleno de avisos a los navegantes.
“La gran trampa”, subtitulada “Por
qué los bancos centrales están abonando el terreno para la próxima crisis” (316
págs.), fue escrita por Daniel Lacalle en 2017 y en inglés con el título
“Escape from the Central Bank Trap”. La primera edición en inglés se llevó a
cabo en Estados Unidos en ese mismo año. En octubre de 2017 la editorial
Deusto, del grupo Planeta, publicó su traducción al español, realizada por
Jorge Paredes.
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